Socialismo del tercer milenio

Milenios
Milenios, pasos de la humanidad hacia el encuentro consigo misma. Los últimos veinte marcaron un acelerado incremento del poder del hombre, que en buena parte ha usado contra sí mismo. Tal poderío reside en su capacidad de ir más allá del instinto para modificar su entorno físico y social. Esa peculiaridad lo sitúa a medio camino entre lo individual y lo comunitario.

Una sociedad, como un organismo, es un equilibrio dialéctico entre el todo y las partes. En la colmena el todo es invariable y predomina sobre el individuo. En las sociedades humanas este equilibrio es inestable y debe ser reinventado a cada paso. El socialismo es la reinvención feliz que permitirá a cada individuo estar investido de los poderes de una sociedad o de una especie completa.


Socialismo
La etapa del homo predator ha concluido. En el milenio que comienza no queda zona del planeta que se pueda saquear impunemente sin que el resto pague las consecuencias. Ya no podemos escapar indefinidamente de ecosistemas o países devastados. La humanidad no debe seguir siendo destruida o devorada por sus minorías. Cada sociedad se integra en torno a un cúmulo de juegos cuyas variaciones son llamadas Historia. El capitalismo es una competencia suma cero, en el cual la ganancia de una parte deriva de la pérdida de los demás. La crisis capitalista mundial demuestra que no se la puede proseguir porque ahora implica la pérdida para todos. Sus propias reglas han hecho imposible jugarla; hay que crear nuevas normas para los nuevos juegos, los cooperativos, en donde la ventaja de todos es la de cada uno y viceversa, para llegar finalmente al Reino de la Libertad, donde todo será juego creativo e inagotabilidad de posibilidades.


Raíces
Todo retoño brota a partir de la raíz. Desde sus orígenes la humanidad se ha organizado preponderantemente en asociaciones cooperativas. Kropotkin demostró que a lo largo de las dilatadas edades de la civilización, la ayuda mutua voluntaria, la cooperación espontánea, el mutuo beneficio han sido el mecanismo de supervivencia esencial de la humanidad. Como el esclavismo, el capitalismo, esa guerra de todos contra todos que termina siendo de uno contra todos, no es ley eterna ni universal.

Es una anomalía de los últimos seis o siete siglos, que al automatizar el trabajo manual y gran parte del intelectual ha creado las condiciones para su propia destrucción. Tenemos en las manos las herramientas de Utopía: basta que dejemos de usarlas para aniquilarnos.

Cuarta República
Nueva vida es poda de los brotes muertos.

Opinó Enrique Bernardo Núñez que el siglo XIX se prolongaba hasta el XX. De la Cuarta República lamentamos admitir que se extiende hasta nuestros días. Un cambio de gobierno o una fecha no clausuran un modo de ser o un estilo de destruir el país.

Cargamos a cuestas nuestra parcela de pasado no como recuerdo, sino como rémora.

El bipartidismo fue la más prolongada improvisación de nuestra Historia. A fuerza de proponer el inmediatismo como único futuro terminó hundiéndonos en un pasado sin inocencia. Aceptemos el estudio de ese pasado como vacuna contra las recaídas. Cortemos de raíz todo intento de utilizar los símbolos de lo nacional popular para legitimar un proyecto de colaboración de clases. Seamos fruto pero no cadáver de nuestro pasado. El hombre es el único producto de la Historia que puede superarla.

Bases
Sin cimientos no hay edificio. Bien sólidos son los de un socialismo venezolano. Una cultura política heredada de los pueblos originarios y basada en el igualitarismo, el antiautoritarismo y la cooperación espontánea. Una clase trabajadora explotada. Movimientos sociales que sacuden o consolidan el piso de las estructuras de poder. Una riqueza que puede allanar obstáculos, limar dificultades, financiar proyectos productivos. Una brillante intelectualidad comprometida con el porvenir.

Un ejército de extracción policlasista, que en las últimas crisis ha optado mayoritariamente por el pueblo. Enemigos cuya malignidad nos impide el reposo y cuya rapacidad imposibilita la conciliación. Desdichado arquitecto el que con tan sólidas bases no consolide una edificación gloriosa.


Reforma y Revolución
Ni vino nuevo en odres viejos, ni sociedad novedosa en normas anquilosadas. No puede haber Revolución con una Carta Magna que permite someter las controversias sobre contratos de interés público a jueces y juntas arbitrales extranjeras; que otorga a tratados internacionales rango constitucional y con ello somete a los más altos funcionarios a la deposición por tribunales foráneos; que otorga iguales derechos al capital extranjero que al nacional; que no veta explícitamente la exoneración total de ciudadanos y empresas extranjeras del pago de impuestos al Fisco Nacional por concepto de ingresos que obtengan en nuestro país; que permite ocupar car- gos que involucran el ejercicio de la soberanía a personas ligadas con vínculos de fidelidad, obediencia y lealtad a Estados extranjeros; que posibilita que el ente público que ejerce la industria de hidrocarburos pueda disgregarse en infinidad de sociedades en las cuales sólo conservaría participación minoritaria; que no contempla explícitamente como reservada a la República la industria de los hidrocarburos sólidos y gaseosos; que acepta la instalación de Estados secesionistas con pueblos, territorios y funcionarios supuestamente distintos de los venezolanos; que tolera la existencia del latifundio; que condiciona la expropiación por causa de utilidad pública y social a previa sentencia definitiva y firme. Difícil es que reformas conduzcan a una Revolución; imposible es que una Revolución no reforme integralmente sus normas. En la Tercera Fase veremos.


http://luisbrittogarcia.blogspot.com
luisbritto@cantv.net

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Luis Britto García

Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo. http://luisbrittogarcia.blogspot.com

 brittoluis@gmail.com

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