El 2 de septiembre, el libertador llega sorpresivamente a la ciudad de Lima. El presidente del Perú en ese momento es Torre Tagle, quien apresuradamente viaja hacia el Callao para recibirlo, lo acompañan varios miembros del gobierno. Las tropas son colocadas en dos alas para rendirle honores. Se reviven en ese espectáculo los días de la entrada de San Martin. La ciudad esta adornada de banderas, se disparan cañonazos, le arrojan flores a su paso, los balcones están llenos por las hermosas mujeres Limeñas quienes aplauden y se disputan una mirada del héroe Caraqueño. Una comisión del congreso le saluda y en palabras revolucionarias, Bolívar les responde:
“Los soldados libertadores no volverán a su patria sino cubiertos de laureles, pasando por arcos triunfales. Vencerán y dejaran libre al Perú o todos morirán. Yo lo prometo”. Era la declaración de una ruptura de hostilidades y de un desafio a muerte, cosa que nunca se atrevió a realizar el llamarlo protector del Perú San Martin.
Políticamente y militarmente en el Perú la revolución agonizaba, había sido exterminada prácticamente en los campos de batalla, estaba desprestigiada en toda la opinión publica. El historiador González Balnes, en su libro: “Bolívar en el Perú” en el tomo I pagina 323 relata lo siguiente: “los sucesos posteriores a la salida de San Martin habían postrado a la nación en una serie de males tan grandes que el mismo Sucre hubo de confesar a tiempo que no veía mas salvación posible que la presencia de Bolívar. Para lo político había quedado el presidente Riva Agüero y para lo militar el General Santa Cruz. El primero miope y petulante, pensó que lo oportuno era desatar una campaña nacionalista contra los colombianos y se convirtió en el enemigo de Sucre desde el primer día. El segundo, se lanzó a una desastrosa campaña por el sur, con dirección al alto Perú, cuyo final fue la perdida de más de cuatro mil hombres. ¡Regreso derrotado, sin haber combatido y con solo 700 soldados!
Toda esta problemática encuentra Manuela en Lima, la causa está vencida y solo Bolívar puede rescatarla. Peligros, contradicciones, intrigas inquietantes, traiciones a la vista, la ponen de inmediato a trabajar y aun por encima de las protestas del marido, se convierten la secretaria de su amante.
Se dispuso a defenderlo a costa de su propia vida, a informarle minuciosamente todo cuanto se decía en los salones de la aristocracia Limeña y cuanto se cuchicheaba por las calles y en los grupos populares. Para esto creo un cuerpo de inteligencia con políticos, militares, pueblo y sus dos negras que le acompañaban, quienes eran astutas y muy fieles a la causa. Su amiga Rosita Campusano, para quien las glorias habían terminado y también las riquezas; la huida de San Martin fue para ella fatal, también la convirtió en una agente espía a favor de la causa Bolivariana.
Muchas batallas faltaban en su América por librar y ella estaba dispuesta a darlas, es mas, se declara intolerable e indiferente ante ese mercado de los chismes y las habladurías, lo que por supuesto produce en Manuela un respeto de todos aquellos que la rodeaban. El ejército revolucionario ve en ella a la combatiente que se enfrenta a la historia nueva y libre y especialmente a esa sociedad Limeña que se espantaba ante las realidades de la vida que hacia la Quiteña. (I) “todos los generales del ejercito, sin excluir a Sucre, y los hombres mas prominentes de la época tributaban a Manuela Sáenz las mismas atenciones que habían acordado a la esposa legitima del libertador. Las señoras eran únicamente esquivas para con ella; y está, por su parte, nada hacia para conquistarse su simpatía benevolencia entre los seres de su sexo” (II)
“la decisión había sido tomada, y nadie será capaz de modificarla en el resto de la vida de la Quiteña. Ni su marido, ni su madre, ni sus conveniencias. En adelante se considerara miembro del ejército libertador, su más entusiasta cooperadora, su generala dispuesta a servir y salvar la obra y la vida de su amante. Será una de las mas exaltadas patriotas”.
(Continuará…)
(I)_J. D. Monsalve, “estudios sobre el libertador”.
(II)_Ricardo Palma OP.CIT.
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