En verdad, el socialismo no se puede construir en ninguna región del mundo y menos llevar a cabo su etapa transicional del capitalismo a aquel, dejando de lado o por fuera de las realidades que lo hacen posible las leyes, normas o procedimientos que regulan la vida (esencialmente económica) del capitalismo. Pero si algo caracteriza la lucha entre los elementos del capitalismo y los del socialismo, por imponerse unos sobre otros, es la estatización de la economía que muchos prefieren llamar capitalismo de Estado. Y es una gran verdad que en esas circunstancias el Estado se convierte en explotador de la fuerza de trabajo y no puede ser de otra manera mientras el socialismo –propiamente dicho- no supere las realidades del capitalismo en sentido progresivo. De allí la importancia capital que el triunfo de la revolución proletaria se produzca en los países más avanzados o desarrollados del capitalismo, porque mientras eso no acontezca se podrá progresar y dar valiosos pasos de desarrollo económico-social en una nación subdesarrollada, pero nunca superar todas las trabas de la transición hacia el socialismo. Sin éste Brasil, por ejemplo para señalar el país de mayor dimensión en la región de América Latina, pasaría todos los siglos del mundo matándose por construirlo y nunca alcanzará el grado de desarrollo de una nación del capitalismo altamente desarrollado. ¿Acaso la extinta Unión Soviética logró el nivel de desarrollo de Estados Unidos en setenta años de revolución denominada socialista?
Creo que el breve análisis del doctor Paciano Padrón contiene algunas verdades, pero éstas son superadas con creces por una gran mentira cuando trata de hacer creer al lector que lo que hay en Venezuela es comunismo y, de paso injustificable para el nivel de conocimientos del articulista, confunde la segunda fase de la sociedad comunista con estatismo, lo cual ni siquiera pasó por la mente decirlo a los grandes ideólogos del capitalismo como tampoco del anarquismo. Antes de sacar o llegar a su incorrecta conclusión (y es lo asombroso), el doctor Paciano Padrón partió de un análisis correcto: en Venezuela aún no existe socialismo propiamente dicho como no lo existe en ninguna región del mundo, y no puede haberlo por mil causas y razones que no dependerán jamás de las buenas intenciones o voluntades ni de un gobierno ni de un Presidente como tampoco de un pueblo. Sin realizar o construir la fase socialista el comunismo no es más que un sueño efímero de quienes lo profesen tan igual como aquellos que pensaron que la etapa imperialista del capitalismo podía cumplirse sin ninguna necesidad del aporte de la libre concurrencia o competencia.
Bien se sabe, guiándose por la enseñanza de la doctrina marxista que es la única verdaderamente comunista conocida hasta la actualidad, en la segunda fase (precisamente denominada por Marx como comunismo) desaparece todo vestigio de derecho burgués, no queda ningún rasgo de Estado ni de clase y menos de burocracia, ya no se presentan contradicciones sociales antagónicas, la política como toda ideología de derecho pasan vueltas cenizas al olvido en los crematorios de la antigüedad, del dinero no queda absolutamente nada que valga la pena recordar, todos los seres humanos serán cultos, y el gran principio del comportamiento humano será: cada quien trabajará de según su capacidad y obtendrá bienes según sus necesidades. Quien piense que eso puede ser logrado en el socialismo, simplemente agotará todas sus energías en una utopía irrealizable.
Sin embargo, para llegar al socialismo es inevitable, es imprescindible –en los países altamente desarrollados del capitalismo y más aún en los subdesarrollados- que de la propiedad privada pasen sus medios de producción a propiedad del Estado tanto como para que la oruga se transforme en mariposa tiene que pasar primero por la fase de hacerse crisálida. Esta y no otra cosa es la estatización de la economía en la fase de transición del capitalismo al socialismo y de éste mismo. De lo contrario, la ciencia ya hubiese rectificado su error para someterse a la verdad verdadera.
En la transición del capitalismo al socialismo (mucho antes de llegar al comunismo) no existe fórmula posible de hacer realidad que los medios de producción se transformen en propiedad social, porque –entre otras cosas- la pequeña propiedad privada, `por ejemplo, es respetada y no pocas veces subsidiada por el Estado proletario o revolucionario hasta que se creen las condiciones o circunstancias (materiales y espirituales) que le produzcan la estocada final sin necesidad de ningún género de violencia social o presión política por parte del régimen no sólo de la transición sino del propio socialismo. Cuando en el mundo lleguen todos los medios a convertirse en propiedad social, será ese momento en que la humanidad habrá aprendido, para siempre, a administrarse por sí misma sin ningún aditamento de Estado, de burocracia, de clase o de cualquier otro género que implique necesidad de tener gobernantes que piensen y decidan por ella.
El doctor Paciano Padrón, sin quitarle o negarle sus razones, argumenta que las expropiaciones violan la Constitución en su articulado 115, el cual dice: “Sólo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa remuneración, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes”. Sin duda, estamos en presencia todavía, con todo lo de avanzada y de democracia que contenga, de una Constitución regulada por el marco del derecho burgués. Sin embargo, es necesario tener claridad en que una revolución (menos si sueña con la redención del ser humano) de ninguna manera puede sujetarse, con rigurosidad y estoicismo, a la Constitución cuando debe ser ésta la que se sujete, rigurosa y estoicamente, a los intereses de la revolución, porque son las necesidades las que obligan a imponer una enmienda o reforma cada vez que cambien las circunstancias fundamentales de la vida socioeconómica, tanto en el plano internacional como en lo nacional así como es imprescindible, por ejemplo, cambiar de táctica por una fuerza vencedora cuando su adversario se retira del campo de batalla o modifica sus métodos de combate.
Por lo general, una revolución expropia sin remuneración alguna a los explotadores privados de la fuerza de trabajo ajena o a los que antes se habían apropiado de bienes de utilidad pública o interés social como son todos los medios de producción habidos y por haber. La remuneración es más bien propia de la nacionalización. Las revoluciones burguesas, comenzando por la de Francia en 1789 hasta el sol de hoy, no dejaron ni podían dejar en manos de sus enemigos latifundistas los principales medios de producción ni las industrias o empresas fundamentales que se desarrollaron en el feudalismo. Incluso, arrancó, casi de raíz, la educación de manos de las escuelas feudales o de la influencia del latifundio medieval y hasta de las ideas de la escolástica de ese tiempo. ¿Por qué?, porque las escuelas feudales no estaban ni en capacidad ni podían garantizar la preparación de la mano de obra del nuevo esclavo (proletario) para poner a producir con éxito las industrias y satisfacer las necesidades económicas del capitalismo. El socialismo tiene que seguir, con otros métodos y realmente humanizados, esa estrategia del capitalismo si pretende construir el comunismo.
Como cosa curiosa o paradójica, al lado del artículo del doctor Paciano Padrón fue insertado otro del doctor Leopoldo Puchi titulado “Neoliberalismo estatismo y arroz”, donde reconoce (en condición de adversario del gobierno que preside el camarada Chávez) que las teorías del neoliberalismo han fracasado, aunque le lanza una pedrada al marxismo sin nombrarlo. No lo sé, pero la exposición del doctor Puchi, en mi manera de apreciar las ideas, se encuadra en el contenido del grupo de científicos que hoy plantean un Nuevo Proyecto Histórico que salve el mundo del capitalismo que ha fracasado y del socialismo que igualmente ha fracasado. La diferencia está en que los científicos del NPH se solidarizan, por lo general con el gobierno del Presidente Chávez mientras que el doctor Leopoldo Puchi lo adversa por razones que no vienen al caso analizar en esta opinión.
En fin: es respetable que muchos o pocos hagan oposición al proceso bolivariano, que critiquen sus políticas y al mismo Presidente Chávez, pero acusar a éste de capitalista salvaje no es correcto, no se ajusta a la verdad verdadera. No reconocer la importancia, en la mejoría de las condiciones de vida del venezolano común y corriente, ese que no tiene medios de producción y vende su fuerza de trabajo, es negar la realidad, es contradecir la verdad. Basta un solo ejemplo, sin que estemos negando errores del proceso, para ilustrar la objetividad irrefutable de la Venezuela actual: si no fuese por Mercal y toda la alimentación del pueblo dependiera de la producción y comercialización de mercancías de propiedad privada, los cementerios de este país ya hubieran colapsado, en vez de construir viviendas se hubieran creado zanjas para entierros masivos, los centros de salud hubieran cerrado sus puertas por la imposibilidad de atender las multitudes que asegurarían su muerte en las salas de emergencia. En concreto: el hambre ya hubiese acabado con la vida de miles de miles de venezolanos y venezolanas, porque sus salarios (los y las que los tuviesen) no les alcanzaría ni para comprar el veneno para suicidarse. El comunismo será ese día en que existan millones de millones de Mercal plenos de productos y no mercancías sin necesidad ni del gendarme que cuide el orden ni de las cajeras o cajeros cobrando en dinero lo que los usuarios se lleven para la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales. Bastará la educación, el hábito y la opinión pública para garantizar el orden y la justa distribución de la producción económica.