El Hombre Nuevo nacerá de los hombres viejos, decía en algún discurso el Comandante.
Así empecé a entender que el Hombre Nuevo no tiene edad. No se trata del hombre joven, del hombre niño. No es que de pronto la Revolución va a empezar a crear al Hombre Nuevo, como si fuese una línea de producción de una fábrica capitalista, no, no es así, el Hombre Nuevo nace desde el fondo de nuestras conciencias y muy de la mano del ejercicio de la autocrítica, del autoconocimiento y de la capacidad de cambiarnos a nosotros mismos.
Recordaba aquella semblanza de los gusanos que mutaban y se transformaban en mariposas: el hombre viejo subiría por el tallo de la historia, por las ramas de los días, arrugándose y estirándose hacia la luz, en un camino lento y tortuoso, llevando el peso y la carga de los antivalores: el egoísmo, el personalismo, la ambición, el individualismo, las ansias de riquezas materiales, y todo lo que desde niños se nos “grabó” durante milenarias horas enfrente de los alienantes televisores, a través del bombardeo incesante de la publicidad y bajo el imperio oscuro, terrorista de la sociedad de consumo. El Hombre Viejo lleva adentro el sueño liberador, la necesidad de sentido, el rechazo ante si mismo y la angustia por la transformación. Va cargando todo ese fardo, en su lento ascenso por el tronco del árbol de la vida.
La extrañación del sueño, la sospecha de la transmutación, la búsqueda incansable de la transformación, asistido tan sólo por la humildad y la honesta convicción de cambiar de piel y de pronto, mas allá de la angustia comienza la procesión del milagro.
La repetición constante del acto de ser revolucionario, afuera y adentro, la mirada que revisa cada cosa que hacemos, el estudio, la reflexión y el ejercicio incansable de la nueva forma de ser, de pronto toma vida propia, de repente nos sorprende al tener peso en su voz y hablar desde el fondo de nuestro espíritu, le hablamos a los que están a nuestro lado y a nosotros también nos hablamos. Hablamos ante cualquier injusticia o ante cada actitud conformista o reaccionaria que suceda alrededor o adentro de nosotros y así se va rompiendo la piel de nuestro dorso, con dolor y con amor, para dar paso a las dos alas de la mariposa.
Ya se hace innecesario seguirse arrastrando. Ya se pierde el miedo a ser diferentes, ya se asume el aleteo y el vuelo como una bendición, la mujer y el hombre nuevo van naciendo uno aquí, otro allá, los verdaderos hijos de la Revolución, van naciendo y van entonando el mismo canto, el mismo vuelo.
Abriendo y cerrando sus alas se remonta el compromiso libertario, será un enjambre de todas estas libélulas de la luz quienes dejen atrás al Hombre Viejo, quienes dejen su piel vacía sobre las piedras en las riveras de los ríos de la dominación. Abriendo y cerrando sus alas se harán cómplices del viento y esparcirán por el mundo el polen de la revolución.
La Mujer y el Hombre Nuevo son como mágicos duendes sin nombres propios, son una suma de sueños, de amores, de cantos que viajan al Sol.
Indetenible vuelo hacia el futuro de la especie, en medio de la crisis del pasado que se desgrana y se aturde en su colapso, como destellos de luz, como chispas breves pero encantadoras comienzan a a embelesar las pupilas de quienes sufren, a encandilar las esperanzas de todos y un olor a tierra fresca encubre y encierra la fuerza incontenible de la semilla hermosa que germina.
HombreNuevo del CHE que naces entre nosotros: Adelante, siempre adelante: venceremos!!
(*)Fundación HombreNuevo
brachoraul@gmail.com