La ausencia de organización y de dirección genuina desde una perspectiva revolucionaria, así como de un proceso de movilización popular, de desburocratiozación efectiva de las funciones de la administración pública y de participación plena y vinculante de los sectores populares frente a la gobernabilidad burguesa vigente, representan gran parte de los escollos que han de atacarse y conquistarse para hacer posible la revolución socialista. Todo ello, sustentado en una confrontación de ideas permanente que permita armar una teoría revolucionaria verdaderamente socialista y popular, gestada desde abajo y concebida de acuerdo a las realidades y a las necesidades particulares de nuestros pueblos. Eso sería reinventar el socialismo (al uso del momento histórico actual), dándosele la connotación original que tuvo desde sus pasos iniciales, a la par del fortalecimiento y expansión del capitalismo como sistema económico dominante. Pero, al mismo tiempo, sería incluir en él los aportes derivados de las múltiples experiencias de luchas populares habidas en los últimos años, resultando el socialismo en algo más que en un cambio meramente político.
“No basta -como lo afirmara Aurelio Alonso, director de la Casa de las Américas- que el proletariado tome el poder ni que la burguesía sea expropiada ni que se derogue la legalidad del ancien régime ni que se barra con sus instituciones y se desechen sus fundamentos ideológicos. El dato clave es, a nuestro juicio, que reinventar el socialismo supone parejamente reinventar la democracia, y viceversa, y éste es un paquete completo en la agenda del siglo XXI”. En el marco del sistema burgués-liberal imperante, ésta es una cuestión que no puede circunscribirse únicamente al acto de votar como una concesión benévola de las clases dominantes, sino que debe orientarse a generar instancias de confluencias de los diversos grupos y movimientos sociales, cuya meta sea la conquista del poder popular como expresión definitoria del socialismo.
No hay que creer que la revolución sea una fuerza marginal y simbólica, sin trascender el dilema de la lucha de clases y todo aquello que caracteriza la civilización reinante en un sentido general, en medio de una debacle económica mundial y de fenómenos climáticos devastadores que amenazan la vida de toda la humanidad. Al contrario de ello, resulta insoslayable cuestionar el socialismo light que algunos promueven y desean, simplemente porque les otorga la oportunidad de mejorar considerablemente sus condiciones de vida, especialmente en lo que tiene que ver con sus ingresos económicos, hablando de una igualdad, de una democracia participativa y de una justicia para todos, pero que no afecte el orden establecido. Esto nos conduce, forzosamente, al reformismo, nunca al socialismo, por muchos argumentos que se presenten, resultando el más irrelevante el de estarse construyendo un nuevo socialismo, algo que no pocos estudiosos serios del tema han hecho, principalmente cuando resaltan los contribuciones teóricas de muchos socialistas, con Marx a la cabeza.
Valdría la pena responder las interrogantes formuladas por David Laibman en su “Siete tesis para un socialismo pujante en el siglo XXI” para comprender cabalmente la necesidad histórica del socialismo: “¿Qué cosa que no sea la participación democrática, guiada por principios, de millones de personas cultas, altamente individualizadas, ofrece siquiera la posibilidad de solución a las crisis que enfrentamos? ¿Cómo se puede lograr esa participación sin una igualdad básica, de un tipo y un grado nuevos? ¿Podemos siquiera concebir esa igualdad sin la derrota definitiva del poder y el privilegio de una clase dominante asentada sobre una riqueza privada, valorizada? ¿Cómo puede hacerse realidad las potencialidades de la tecnología moderna sin la democracia social y económica? No le deis más vueltas: ¡llamadlo socialismo! Cuando lo hagamos, y además nos sumemos a todas las luchas actuales en pro de la defensa de nuestros derechos y de las reformas que ansiamos, le estaremos dando un nuevo prestigio a la idea socialista. Pero también le estaremos brindando un nuevo apoyo a los movimientos militantes del presente al esgrimir la promesa de una visión alternativa que evoluciona y se enriquece sin cesar”. Quizás así se podría guiar el esfuerzo incesante en la construcción del socialismo como alternativa revolucionaria real al capitalismo, alcanzándose la emancipación anhelada de la humanidad.-
¡¡¡REBELDE Y REVOLUCIONARIO!!!
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!