“Todas esas instituciones tienen que orientarse … No es ciencia para complacer, la que nosotros impulsamos y financiamos con Instituciones que son del pueblo, Hagan ciencia útil para Venezuela, hay que transformar estas instituciones en función de las necesidades del país, salgan de su encapsulamiento, hagan ciencia útil, investigación social, ciencia y tecnología para elevar el nivel de vida del pueblo, salgan de esos laboratorios y vayan al laboratorio social…hay que ir al laboratorio social….que se vayan con su escualidismo para otro lado …socialismo o muerte! la ciencia y la tecnología al servicio del pueblo no de las élites o caprichos personales, caprichos de autocomplacencia”
El día 09 de Marzo, en el Alo Presidente No. 329, el presidente Hugo Chávez hizo esta afirmación al referirse al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas - IVIC. Luego de estas declaraciones hubo respuesta de algunos científicos que se sintieron aludidos con esta afirmación. Ellos denunciaron persecución, falta de apoyo económico, establecimiento de una dictadura en el plano científico, argumentos que descalifican y cuestionan esta afirmación. Lejos de querer dar respuestas personales a estas aseveraciones de aquellos “ofendidos” por el Presidente Chávez preferimos tratar de analizar estos elementos en conjunto, dentro del contexto social Venezolano y dar una respuesta como “científicos” que somos.
Lo primero que hay que decir, es que la ciencia y el conocimiento son formas de dominación, es decir la ciencia es poder. Si queda alguna duda, basta solo con mirar que países tienen pre-dominio político y económico a nivel mundial, la respuesta es bastante clara: aquellos que han desarrollado la suficiente tecnología y conocimiento para subordinar a aquellos a los que se les ha impedido. De manera que, tenemos que distinguir que en la ciencia -al igual que en la política o en la economía- hay quienes fijan las condiciones de lo que se debe producir y cómo serán distribuidos los beneficios de esa producción. Recordemos cómo hasta hace poco, solo los venezolanos privilegiados llegaban a la universidad y los más ricos salían del país a centros de dominio de investigación. Una vez capacitadas estas personas en el área científica y luego de la asimilación de la cultura extranjera donde ellos se habían formado, regresaban a Venezuela a reproducir el modelo de producción aprendido y la estructura de dominio implantada desde el Norte o Europa. Al cabo del tiempo, las condiciones y dominio o líneas de investigación del país promotor terminaban imponiéndose. Muy pocos han dado el paso de reinterpretar el conocimiento adquirido en los países “desarrollados” para que los beneficios de ese conocimiento queden en su propia sociedad. Por el contrario, como afirmó Ludovico Silva, la dependencia que implica el subdesarrollo, implica también que la difusión de nuestra ciencia como su propio desarrollo se vean sometidos a la voluntad de los países desarrollados como los Estados Unidos, quedándose ellos con los beneficios y lo que es peor, con el secreto de esas tecnologías, lo que nos convierte en usuarios y consumidores de una ciencia y una tecnología cuyos mecanismos internos nos son desconocidos. Son estas condiciones las que nos revelan y llevan a comprender nuestra alienación científica, la cual se manifiesta en la incapacidad de los científicos de integrar su conocimiento a las realidades y necesidades de su sociedad.
El problema que se está discutiendo no es el de la disminución del presupuesto, pues quien niegue el hecho de que el gobierno Bolivariano, ha asignado el mayor presupuesto en las últimas décadas, (cerca del 2.5% del producto interno bruto se dedica al desarrollo de la ciencia y tecnología, el mas alto de Latinoamérica solo superado por los países Nórdicos, Japón y Corea que invierten algo así como el 3,5 %), o será un ciego o un mentiroso. El problema como lo entendemos nosotros es que ha cambiado la relación Norte-Sur, lo que significa que ahora se acepta más que el imperialismo científico del Norte no es el sueño para resolver los problemas, más bien es la pesadilla que aún soñamos. El hecho es que se ha diversificado el conocimiento y se ha intentado ampliar su difusión, por medio de convenios con otros países, con la apertura de nuevas universidades, en las cuales por falta de participación de nuestros científicos y por la incapacidad burocrática, no se han podido desarrollar nuevas líneas de investigación estratégicas para Venezuela. No entendemos cómo un científico puede afirmar que en Venezuela no se necesitan tantas Universidades, porque no se requieren tantos profesionales. Esta afirmación solo revela su nivel de alienación o complicidad, puesto que es evidente que el atraso científico y tecnológico genera dependencia económica y política. Que se abra una flor y lluevan mil escuelas, afirmaba Mao Tse Tung, mil escuelas, mil universidades pero con corazón humanista, socialista, latinoaméricano y emancipador, no con corazón corrupto, capitalista, alienante.
Hemos de decir que el Presidente Chavéz, como cualquier ser humano se equivoca. Tal es el caso cuando afirma que nuestros científicos hacen ciencia autocomplaciente, caprichosa, si tal fuera el caso no habría problema, porque esa ciencia estaría dirigida solo al engrandecimiento de unos cuantos egos. El verdadero problema es que nuestros científicos hacen ciencia capitalista y muchos lo ignoran, aunque otros tantos no lo quieren admitir, por lo que se escudan en su hábito de objetividad, sabiduría e incorruptibilidad. Es el científico alienado, el que no se da cuenta que afuera del laboratorio, de las probetas, computadores y tubos de ensayo, como afirma Chávez, hay un laboratorio social que es mucho más importante, pues es en ese lugar en que se encuentra el objeto de la ciencia: el ser humano. Estos sectores académicos que son claramente opositores al gobierno encabezado por el Presidente Chávez, recuerdan mucho a aquellos grupos de intelectuales que Marx y Engels criticaron en casi todas sus obras, y que Gramsci definió como intelectuales “tradicionales”, que se consideran independientes de la vida social y que en consecuencia colocan sus ideas al servicio de los intereses de clase, constituyéndose en un “estorbo marginal” por pertenecer a un momento histórico previo y que está en vía de ser superado. Este tipo de intelectuales no tienen ningún problema al avalar las atroces invasiones de Afganistán o Iraq, de comulgar con la aniquilación fascista israelí en contra de los Libaneses o los Palestinos, en apoyar el bloqueo a Cuba, o en afirmar que se les persigue o no se les apoya; en pocas palabras, en mentir selectivamente al pueblo para proteger y legitimar sus propios intereses y los de aquellos a los que sirven o con quienes se identifican. Estos grupos de científicos se ven con frecuencia apareciendo en los programas de los medios privados de comunicación, en congresos internacionales, avalando y participando en campañas de desprestigio del proceso Revolucionario. Su acción tiene un trasfondo ético y moral, pues a pesar de que logren convencer a muchas personas con base en engaños, pensamos que no podrán hacer lo mismo con su conciencia. Son esta clase de intelectuales los que protegen una serie de privilegios que dentro de su estrecha comprensión de la realidad objetiva, perciben como derechos adquiridos. Son ellos los que defienden las jerarquías, los rangos, los que pugnan entre si por destacar y opacar a sus contrincantes, son ellos los que buscan brillar como estrellas en el firmamento intelectual, banalizando y mercantilizando su propia práctica, su oficio, su trabajo. Son ellos los que alienados no comprenden las relaciones entre ciencia y ser humano, ciencia y sociedad, ciencia y naturaleza. Son ellos los que no entienden que su conocimiento no debe estar al servicio de sus propios egos, sino de las necesidades de su sociedad. La autocomplacencia surge tras comprender que nunca podrán llegar a ocupar el pedestal reservado a aquellos científicos de los centros del poder, de manera que, deberán reproducir su pequeña pirámide de prestigio, en la cual ocuparán la posición privilegiada, y que defenderán a toda costa; así que la autocomplaciencia es un comportamiento que hace parte del sistema capitalista de producción científica. Pero para que su remedo de estructura funcione requerirá servidores, esclavos, productores de datos, no de preguntas, adeptos y seguidores. Estos últimos serán seleccionados de las pocas universidades que otros personajes como ellos controlan, se reproduce el círculo de complacencia y complicidad. Estos “elegidos” solo podrán tener roja la sangre, porque en su pensamiento debe estar ausente este color, deben estar dispuestos a ascender en la pirámide y a competir entre ellos, ya que como buenos científicos piensan, que solo es posible la supervivencia del más apto, del más fuerte, del más adulador. Científicos ideologizados e ideologizantes. Ideologizados porque reproducen el sistema que los aliena, ideologizantes porque forman las nuevas generaciones de científicos en los mismos vicios, en las mismas entelequias mentales. Se hace evidente una contradicción: la ciencia que es el paradigma del cambio y la transformación, resulta encarnar el paradigma del atraso y lo estático, la tradición. Resta decir, que es paradójico observar, como en un estado socialista, en las instituciones de investigación científica, como el IVIC, se mantienen estructuras que reproducen un sistema de castas y de dioses, un sistema feudal, colonial.
La otra clase de intelectuales, señalada por Gramsci, son los intelectuales “orgánicos”. Ellos son producto de una clase social emergente y están llamados a constituirse en una cierta autoconciencia homogénea en ámbitos políticos, económicos y culturales. En esta categoría se encuentran contenidos científicos, filósofos, ideólogos, activistas, políticos, técnicos industriales, abogados, economistas, etc. Ellos más que ser “intelectuales contemplativos y legitimadores” se constituyen en agentes transformadores mediante su acción participativa en la vida social y en aquellos espacios donde la articulación teórica de varias corrientes políticas es necesaria. Gramsci afirma que la actividad de los intelectuales orgánicos debe ser entendida como una batalla cultural para transformar la mentalidad popular y difundir las innovaciones científicas, filosóficas (del pensamiento) que demostrarán ser históricamente ciertas siempre y cuando se conviertan en específicamente universales en un determinado contexto social e histórico (para nuestro caso el contexto es el venezolano y el latinoamericano). En consecuencia, el intelectual orgánico no acepta el estado de conciencia actual de las masas, ni intenta transmitirle ningún tipo de verdad superior. Sencillamente actúa como puente entre el “conocimiento científico” y el “sentido común” autocontenido en las personas, con el fin de posibilitar un mejor entendimiento de la realidad social de la que hacen parte y para que de esta forma los distintos colectivos generen prácticas sociales que la transformen. En pocas palabras la acción de estos científicos está dirigida a ayudar a que los sectores sociales excluidos entiendan las razones de su explotación, de su miseria, para que así, estén en capacidad de generar prácticas que modifiquen esa realidad. En este grupo se encuentran un gran número de intelectuales y científicos venezolanos y venezolanas, que trabajan entre comunidades indígenas, negras, campesinas, obreras, marginales y que a través de su arduo trabajo intentan transformar y brindar opciones (aúnque sean limitadas) a esas personas entre las que trabajan, y que se constituyen no solo en objeto de investigación, sino en interlocutores y en sujetos activos susceptibles de generar cambios. Son ellos los que han comprendido algo que el pueblo hacía mucho ya había entendido: que es necesario integrar el conocimiento ancestral, popular, a la práctica científica, porque solo el “diálogo de saberes” y la “transferencia de conocimiento” con y para las comunidades, permitirá que se sustituya el viejo paradigma capitalista y realmente surja una revolución científica, moral y cultural de orden humanista y socialista. Construir una ciencia socialista es posible, siempre y cuando los científicos e intelectuales entiendan y se identifiquen, como lo hace el presidente Chávez, con los sectores sociales excluidos y cuando reconozcan el saber de los mas humildes de esta tierra, de los que apenas leen, de los que nunca han pisado una universidad, pero han llenado su vida de amor por su tierra, por este país por el que trabajamos a diario. También cuando el quehacer de todos los científicos, sin excepción, sin importar el rango, o jerarquía, sea dignificado moral y materialmente, cuando se reconozca la dimensión personal y creadora del investigador.
Los “intelectuales y científicos orgánicos” requieren especial atención por parte del proceso Revolucionario Bolivariano ya que las transformaciones no deben solo darse a nivel de la economía, sino también a nivel de la cultura, de la ideología, siendo quizá estas últimas las más críticas, ya que lo que ofrece cualquier modelo alternativo al capitalismo es una “visión diferente del mundo”, una forma de relacionarse distinta tanto entre las personas como con la naturaleza. Es cierto que ha muchos de estos científicos no les interesa ocupar posiciones de prestigio o poder, porque saben desde hace mucho tiempo, que su laboratorio está en las comunidades y que sus esfuerzos se dirigen a buscar soluciones y alternativas a las problemáticas y necesidades que estas tienen. Otros, aunque seguramente podrían desempeñar muy bien funciones administrativas y gerenciales, no se les ha dado y muy seguramente no se les dará la oportunidad y la confianza de hacerlo, porque con ello subvertirían el orden natural de los dioses, así que están condenados a seguir excluidos de los niveles de decisión y ejecución estatal, porque no han ido nunca a Europa o a Estados Unidos, para que el colonizador certifique su conocimiento1. Es una triste pero cruda realidad, que surge como producto de la contradicción entre el discurso y la práctica de aquellos que han sido encargados en las instituciones para llevar a cabo procesos de transformación, ya que estas personas tienden a proteger aquello que deberían cambiar, sencillamente porque pertenecen a la vieja estructura que está herida pero aún no muere. Para que se transforme la ciencia es necesario modificar las relaciones y el sistema de producción científico, mientras prevalezca una estructura capitalista y colonial, no será posible el nacimiento de la nueva ciencia humanista y socialista.
Las transformaciones de las que hemos hablado deben ser profundas y deben estar dirigidas a desenmascarar una realidad que ha sido construida de acuerdo a los intereses de unos pocos, llámense élites imperialistas, élites locales o sencillamente explotadores. Lo que está en juego es nuestro futuro como especie, la posibilidad de un mundo en el que las diferencias no sean utilizadas para justificar la exclusión, la muerte; sino más bien sean interpretadas como la posibilidad de convivencia de múltiples futuros dignos. Los “científicos orgánicos” tienen esta gran responsabilidad y deben ser abanderados de esta causa. Apoyamos al presidente Chávez porque reconocemos su esfuerzo por transformar y revolucionar nuestra sociedad, por construir una realidad más digna e incluyente para quienes solo han sido fichas en el ajedrez capitalistas. También reconocemos fallas y por eso las criticamos. Asumimos nuestra postura política, no nos escudamos tras la imparcialidad o cientificidad como lo hacen aquellos que adversan al proceso revolucionario, no personalizamos nuestra discusión porque entendemos que es en el proceso y no en las personas donde debemos centrar nuestra discusión. El debate está planteado esperamos escuchar muchas más voces.
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