“Recordemos que los otsovistas intervenían invariablemente con el pretexto de la defensa de las tradiciones bolcheviques contra la desviación leninista (se encuentran materiales muy interesantes sobre este terna en la Krásnaia Létopis, número 9). Bajo la égida del “viejo bolchevismo”, en realidad bajo la égida de la tradición formal, ficticia, errónea, todo lo que había de rutinario en el partido se sublevó contra las “tesis de abril” de Lenin. Uno de los historiadores de nuestro partido (los historiadores de nuestro partido no tienen hasta el momento mucha suerte) me decía en el momento más crucial de los acontecimientos de Octubre: “No estoy con Lenin porque soy un viejo bolchevique y sigo siendo partidario de la dictadura democrática del proletariado y del campesinado”. La lucha de los “comunistas de izquierda” contra la paz de Brest-Litovsk y a favor la guerra revolucionaria también se hizo en nombre de la integridad de la tradición revolucionaria del partido, de la pureza del “viejo bolchevismo” que había que proteger de los peligros del oportunismo de estado. Es inútil recordar que toda la crítica de la “oposición obrera” consistió, en suma, en acusar al partido de violar las viejas tradiciones. Recientemente hemos visto a los intérpretes más oficiales de las tradiciones del partido en el problema nacional entrar en contradicción con las necesidades de la política del partido en lo referente a ese problema así como con la posición de Lenin…Se podría multiplicar estos ejemplos, dar gran cantidad de otros históricamente menos importantes pero igualmente convincentes. Lo que acabamos de decir es suficiente para demostrar que cada vez que las condiciones objetivas exigen un nuevo giro, un viraje audaz, una iniciativa creadora, la resistencia conservadora manifiesta una tendencia natural a oponer a las nuevas tareas, a las nuevas condiciones, a la nueva orientación, las “viejas tradiciones”, el pretendido “viejo bolchevismo”, en realidad la envoltura vacía de un período que acabamos de dejar atrás…” (Nuevo Curso, 1923. León Trotsky). De esta forma Trotsky nos muestra las contradicciones que existían en el partido revolucionario ruso, entre el pasado y el presente con la finalidad de encarar el futuro de la revolución rusa, la confrontación entre las generaciones que convivían al interior del partido revolucionario.
Nuestra Revolución no ha escapado a este tipo de confrontación, no teniendo la posibilidad de encararla al interior de una organización revolucionaria, habida cuenta que el Psuv tiene poco tiempo de nacimiento, las contradicciones generacionales se han dirimido a lo interno del Consejo de Ministros. Hagamos memoria, el primer gabinete del Gobierno Revolucionario el factor dirigente, sin duda alguna, estuvo representado en la figura de Luis Miquelena, en aquellos años, el Comandante Presidente, Hugo Chávez, lo calificaba como su “padre político”. Miquelena vivió con intensidad la dictadura gomecista, fueron los años que desde la UCV surgiría lo que en el devenir histórico se conocería como la generación del 28; así se le llamaría al grupo de estudiantes universitarios, que protagonizaron en el carnaval caraqueño de 1928 un movimiento de carácter académico y estudiantil que derivaría en un enfrentamiento con el régimen de Juan Vicente Gómez. Lo que inicialmente fue un proyecto restringido al ámbito de la Universidad Central, se transformaría en una propuesta política destinada a la modificación del sistema político venezolano de comienzos del siglo XX. Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Miguel Otero Silva, Raúl Leoni, Juan Bautista Fuenmayor, son la expresión del liderazgo emergente de esos primeros años del siglo XX venezolano, y con ellos los partidos de la derecha y la izquierda que marcarían con su actuación todo el siglo pasado. La actuación de Miquelena marca los primeros pasos del Gobierno Revolucionario y su forma de hacer política también, los negociados que estuvieron a punto de llevarlo tras las rejas, acusado por tráfico de influencias y falsedad en la declaración jurada de Patrimonio, al no declarar sus acciones de “Impresores Micabú C.A.”, empresa que, curiosamente, fue la encargada de hacer la impresión de las primeras versiones de la recién aprobada, Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. La vieja política adecopeyana, de copar con los suyos todas las instituciones del Estado, en este caso, de jueces el máximo Tribunal de Justicia, le permitiría a Miquelena salvar su pellejo de esta intentona de hacer justicia. Los jueces que para aquel entonces salvarían a Miquelena, los veríamos de protagonistas en el Golpe Fascista de Abril de 2002, salvando de la justicia a los militares golpistas, utilizando el ridículo argumento de que “estaban preñados de buenas intenciones” cuando dieron el ejecútese a su sangriento golpe contra la Democracia Participativa y Protagónica de la República Bolivariana de Venezuela. Miquelena, como fiel expresión del pasado, opuesto al presente revolucionario, abandonaría las filas patrióticas, traicionando la causa bolivariana y, como burgués, al fin de cuentas era lo que era, se afilia de nuevo a su clase y hoy es un apátrida más, de los tantos que amenazan su independencia.
Posterior al golpe fascista de abril de 2002, el Gabinete Revolucionario comienza a ser dirigido por nuevas generaciones de camaradas, José Vicente Rangel, Aly Rodríguez y Jorge Giordani, pasarían a ser figuras claves de la visión que el Consejo de Ministros le daría a la Revolución Bolivariana, la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y el proceso que conllevaría a su derrocamiento, marcaban la práctica política de los camaradas Rangel, Giordani y Rodríguez. José Vicente desde URD, se manifestaba como un defensor de los Derechos Humanos, mientras Ali Rodríguez las circunstancias lo llevarían a tomar las armas y Giordani despuntaba como académico con perfil de izquierda. Eran los años, en que lo que debió haber concluido en una Revolución Socialista, los actores provenientes de la generación del 28, Betancourt, Caldera y Villalba, se apropiaron del proceso reencauzándolo por las vías de la revolución democrática burguesa, Pacto de Punto Fijo, firmado en New York, bajo la égida del imperio norteamericano. Como bien recordábamos en otro artículo, “El 23 de Enero de 1958 y las Recientes Medidas Económicas”, la izquierda en aquel entonces se plegaría a dicho pacto, sin integrar gobierno, habida cuenta que la receta estalinista recomendaba propulsar las revoluciones por la vía etapista sugerida por la III internacional. El PCV, años después reconocería su error en el XXV Pleno del C.C.: “Si la dirección de nuestro partido hubiera poseído la noción de carácter ininterrumpido de todo proceso revolucionario en auge, si no hubiera estado anclado en las concepciones etapistas de la revolución, el PCV no habría cometido el más grave de sus errores políticos, como fue la profunda desviación derechista…vivida…después del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez…”.
La generación del 58, que asume la dirección del Gabinete Revolucionario, posterior al golpe fascista de abril de 2002, le tocará encarar los virajes políticos que asumirá el Comandante Presidente, Hugo Chávez, primero al declarar como antiimperialista la Revolución para concluir luego en su carácter Socialista. Estrechando sus vínculos de hermandad con la Revolución Cubana, partera de la historia socialista en nuestro continente. De allí surgen las contradicciones que hoy encara la Revolución Bolivariana, mientras el Comandante Presidente, Hugo Chávez, habla por su lado de avanzar aceleradamente al Socialismo, fuerzas internas le sugieren ir por la senda del diálogo, acercarse a la burguesía, abrirles cauces de participación a quienes precisamente no les interesa para nada o mejor dicho, para sus intereses, que nuestra Revolución se encauce por canales Socialistas. Es la lucha que bien define el camarada Aponte en sus Granos de Maíz, más reciente: “Los diferentes proyectos económicos tienen su expresión política y pugnan por la dirección del proceso, por guiar la transición hacia la restauración capitalista, o hacia el Socialismo…”, en esta batalla nos encontramos en este momento, será la batalla de nunca acabar, hasta que una se imponga a la otra, no existe la posibilidad de que ambas convivan armónicamente, esto debemos tenerlo tan claro, como Aponte: “Las formas económicas capitalistas, cualquiera sean, siempre generan en la masa, en el pueblo, conciencia egoísta, conciencia capitalista, y por lo tanto, antisocialista…”
Es en medio de esta batalla de ideas, a lo interno de la Revolución Bolivariana, que el Comandante Presidente, Hugo Chávez, encara de nuevo un cambio del Gabinete Revolucionario que dados los primeros anuncios, Elías Jaua, Alejandro Hitcher, Ricardo Menéndez; nos anuncia el Comandante, no solo un cambio ministerial, sino generacional en el Consejo de Ministros, es la juventud universitaria que, a comienzos de los 80, cuestionó a los viejos partidos AD, Copei, Bandera Rojas, MAS, sus políticas de representación de la dirigencia estudiantil y de negociados con las autoridades universitarias, anteponiéndoles la Democracia Participativa como bandera de un movimiento estudiantil que pugnaba contra los gobiernos adecopeyanos que limitaban los presupuestos universitarios con la estrategia de privatizar las instituciones universitarias, comenzaba a desarrollarse el modelo neoliberal en nuestra Patria. Poco a poco, todas las federaciones estudiantiles comenzaban a ser dirigidas por los movimientos estudiantiles de base, quienes con consignas democratizadoras y de participación, ganaban la conciencia de los estudiantes en todas las universidades del País. Nacía así la generación de los 80, llamada la “generación boba” por el ex rector Edmundo Chirinos, hoy tras las rejas acusado de asesinato de una joven universitaria. Esta generación se vería impactada por los hechos que hoy marcan la historia de finales del siglo XX y comienzos del XXI, el “caracazo” los encontraría al frente de las organizaciones estudiantiles, allí enfrentarían con rigor la represión del puntofijismo, que los acusaría de ser los causantes de este impactante hecho de nuestra historia contemporánea; años más tarde, y como consecuencia directa del “caracazo”, la revolución de febrero, el 4 de febrero y la aparición por primera vez, del liderazgo emergente que coparía la escena de los años por venir del horizonte político venezolano, expresados en la figura del Comandante Hugo Chávez. En el seno de esa juventud se debatiría sobre las características de esa nueva figura que surgiría de los hechos de febrero, algunos y algunas se referirán a ello como un gorila más de esos que devastaron el Cono Sur en los 70, otros verán en ello la posibilidad de una salida revolucionaria. Lo cierto es, que esta generación fue impactada por hechos fundamentales para comprender la magnitud de nuestra Revolución Bolivariana, también es pertinente recordar que estos camaradas de los 80 en adelante, no están marcados por el trauma que resultó ser “la traición del 58”, y así lo expresaron en la marcha del 23 de enero, resaltando este hecho como “leit motiv” de la marcha.
Se trata de
una generación que se nutrió de la práctica democrática participativa,
engendrada en nuestras instituciones universitarias como laboratorio
previo a los que nos traerían los años sucesivos, hoy hecha realidad
en nuestra Constitución Bolivariana y en el día a día de nuestras
comunidades organizadas. Siendo Ricardo Menéndez, presidente
de la FCU-UCV, durante su gestión los Consejos Estudiantiles, organizados
en Comités de Usuarios del Transporte, diagnosticaron y elaboraron
el único Plan de Inversiones que se ha hecho y concretado en toda la
historia del movimiento estudiantil, los estudiantes en conjunto con
su organización estudiantil, se hicieron partícipes del Poder
y procedieron a adquirir las unidades autobuseras que requerían para
mejorar su servicio de transporte, de experiencias como ésta, viene
la generación que hoy se avoca desde el Gobierno Revolucionario a reorientar
la Revolución Bolivariana. Con Trotsky les decimos: “El partido
no puede vivir únicamente de las reservas del pasado. Es suficiente
que el pasado haya preparado al presente, pero es preciso que el presente
esté ideológica y prácticamente a la altura del pasado para preparar
el futuro. La tarea del presente es la de desplazar el centro de la
actividad en dirección a las bases…”, deseándoles no se aparten
de su pasado, en ello estuvo el presente que hoy les toca dirimir…