Las falta de planificación, control, coordinación y seguimiento de las obras del Estado, el burocratismo son los males que aquejan a los procesos revolucionarios, pues, todas las revoluciones, sin excepción, han heredado un Estado ineficiente, hecho para servir a los mezquinos intereses de la clase dominante desplazada del poder. Nuestra revolución no escapa de esa maldita herencia. Podría decirse, también, que la Revolución Bolivariana tiene una particularidad que la hace un poco distinta a otras, pues, ha heredado un Estado completamente neoliberal, despojado de su participación en la vida social. Más, es imposible negar que el Gobierno han ido revirtiendo esa situación.
En una sociedad dividida en clases sociales como la nuestra, la libertad es el derecho del burgués para expoliar y seguir sometiendo al proletariado, y el Estado, su mejor instrumento represivo para lograrlo. Un Estado revolucionario se caracteriza por su preocupación de rescatar los roles rectores de sus instituciones y por parcializarse en favor del pueblo que se enfrenta, en condiciones desventajosas, a la burguesía en la encarnizada lucha de clases avivada por la revolución.
No podemos pretender construir la nueva institucionalidad revolucionaria planteándonos reformas a la vieja, o con pretender hacerlo bien en ella. Urge enterrar al mal oliente Estado burgués. A 11 años de revolución, 9 del Golpe de Estado y 8 del golpe petrolero continuamos con los mismos problemas generales. Las piezas del equipo que no funcionan, simplemente, deben ser eliminadas o sustituidas por otras nuevas. Lo inútil del Estado debe desaparecer.
Cómo explicar, por ejemplo, las fallas en el sector eléctrico.
La planificación, la coordinación y el seguimiento de las políticas y proyectos del Estado representan las claves para alcanzar la eficiencia necesaria. El Estado burgués se caracteriza por su anarquía interesada que retarda todo mientras lucra al corrupto capitalista. El Estado socialista es su antitesis. Fallamos cuando no entendemos la importancia de esas claves. Nada hacemos si no logramos que el Partido, el Estado y el pueblo construyan mecanismos de articulación. El genio del Ché no se detenía en su ideología, filosofía y la guerra de guerrillas. El Ché también estudió y consideró como fundamentales las herramientas técnicas de coordinación y articulación para la construcción del socialismo a través del Sistema Presupuestario y el Comité Central de Planificación (CCP).
Urge rescatar las instancias de Planificación, Control y Seguimiento del Estado. Urge corregir las metodologías y darle autoridad al CCP. Cada ministerio debe crear y delegar en una sala situacional estas responsabilidades para que coordinen con el CCP. La dirección del CCP no puede recaer en mano de los ministros. El Gobierno debe evitar concentrar cargos burocráticos en pocas personas a fin de evitar degenerar los esfuerzos en burocratismo e ineficiencia.
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