Para pocos es un secreto la relevancia de la elección de nuevos diputados a la Asamblea Nacional el próximo 26 de septiembre, proceso que medirá la fuerza de gobierno y oposición y que el propio Chávez por la vía de los hechos le ha dado carácter de pleisbicito. Y no es para menos, los “voceros” de la oposición, incluyendo aquellos que se hacen llamar “sociedad civil” no han arrancado en la campaña pero se les ve de una vez dientes y uñas como para hacerse de una presa a la que tienen ganas desde hace varios años, cuando han quedado como el coyote que persigue de manera inútil al correcaminos.
Y es que detrás de ese discurso democrático, de amplitud, civilizado, que pretende vender a los señores opositores como representantes de la libertad lo que hay es fascismo del bueno, tanto así que ya no pueden ocultar sus apetitos personales y grupales y sus ganas no de construir país ni ciudadanía sino de volver al poder como botín de guerra para repartirse entre ellos. No le digo divididos sino descuartizados es lo que andan, por más que prometan a sus seguidores que si van a llegar unidos al 26-S, para lo cual tendrán que encontrar la fórmula de la orimulsión, invento que tiene como novedad lograr una solución continua de agua y aceite.
Mientras esto ocurre en las filas y líderes de la más reaccionaria y apátrida oposición, nos preparamos para unas elecciones primarias abiertas en el PSUV, con un gran número de autopostulados, que se medirán con el voto de todos los militantes. La Dirección Nacional decidió (presidida por el propio Chávez) jugársela con las bases, oportunidad para estas de demostrar una vez más su sabiduría para repeler camaleones y oportunistas y de tumbar las caretas a tanto pomarosa de dicho y hecho. Por lo pronto la propia dirección nacional se encargó de pararle el trote a la máxima representación de la derecha endógena en Nueva Esparta, que de manera descarada y prepotente pretende mantener dominio de todos los cargos y prebendas, que lejos de construir partido y patria ha entorpecido el avance del proceso.
Buen reto el que tiene la militancia, reconocer entre los 67 autopostulados para los 2 circuitos a los hombres y mujeres capaces de legislar y trabajar de cara a la sociedad, con la suficiente humildad al mismo tiempo para hacer ese trabajo de construcción de una sociedad justa como un colectivo, no con poses de iluminado. Importante superar también el síndrome del borreguismo, autor de distorsiones innecesarias, que lejos de apuntalar la unidad crean disgustos innecesarios entre los militantes comprometidos.
Apuesto por las bases del PSUV, y no le arriendo ganancia a una oposición obtusa y cavernícola. No es cuestión de querer ir a la Asamblea Nacional, sino para qué, los lectores busquen la respuesta.
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