La Tierra

“Cuando llegue el mesías ya no será necesario porque será muy tarde”. Así de sombrío veía el futuro Edgar Allan Poe. Voces del pasado como los cantos mapuches, la carta del indio de Seattle o las famosas profecías mayas, también nos alertan. El presidente de Bolivia, instaló La cumbre Mundial de Movimientos Sociales Sobre El Cambio Climático, evocando a los ancestros y reivindicando los derechos de la madre tierra, la Pachamama.

Descolonizar la atmósfera; garantizar los derechos de todos al aire, el agua, los alimentos y la tierra, no son un pliego de peticiones negociables de un sindicato, son aspiraciones irrenunciables de este estrato superficial de la tierra que llamamos vida. “O muere el capitalismo o muere la tierra”, dijo Morales. La paradoja de esta frase reside en que ambas partes ya están muriendo. El capitalismo opera como un parásito o un virus que exprime a su víctima hasta engullir su último aliento; a costa de su propia existencia. No se trata tan solo de enarbolar las banderas del antiimperialismo y del socialismo. Se trata por sobre todo, de un enfrentamiento radical contra la fuerza de la costumbre. Nada más y nada menos que erradicar un pensamiento hegemónico y sus prácticas asociadas.

Una mentalización planetaria que cimentó raíz en la subjetividad y sensibilidad universal de nuestra especie: La modernidad y toda su carga eco-depredadora, a partir de la construcción de un par binario, que actúa como matriz epistemológica organizadora de todo un pensamiento que supone al hombre enfrentado a la naturaleza. La cultura sería el resultado sintético de la razón enfrentada a las fuerzas irracionales de lo otro no humano. Saber, poder, lenguaje y subjetividad constituyen y despliegan el modo extenso y de expresión de una relación de dominio que va desde el control del átomo hasta la opresión y explotación de la fuerza bruta del trabajo. A decir de Max Weber, el capitalismo como relación social unificadora, encuentra en La Modernidad las condiciones éticas que le dan viabilidad. Es decir, crecimiento, desarrollo, confort, bienestar, historicismo, cientificismo, eficientismo, actualidad, burocracia y un largo etc, son el corolario hegeliano de “la odisea del espíritu por la historia”. Pura razón instrumental; o sea, el pensamiento de los medios y los fines eficientes para el logro de un objetivo, sin tomar en cuenta nada más que la obtención de resultados. La posibilidad de vivir de otra manera, queda anulada y suspendida a favor del Dictat del capital. Además, muchos de los que dicen estar en contra del sistema dominante, tienen en el corazón más de lo mismo. Cuando se les interroga a fondo sobre las alternativas del porvenir, suspiran profundo e imaginan un capitalismo social con “rostro humano”. Marx decía, burlándose de esto: “el dinero tiene rostro porque el señor caudales sólo tiene colmillos”. Giusepe Cocco advierte que las formas de lucha contra el biopoder del capital deben ser simultáneamente globales y locales, pero entendiendo por local incluso a la fibra más intima de la subjetividad individual. La crisis actual es una suerte de “interregno histórico”, muy parecido al paso del Medio Evo a La Modernidad. Por tanto, el pensamiento y la acción deben exigirse la apertura a muchas voces radicales y anti-dogmáticas que den cuenta de realidades desiguales y heterogéneas; para tratar de responder la pregunta: ¿Cómo superar al capitalismo, rompiendo con la pobreza y la desigualdad, en condiciones de libertad eco-colectivas? Lenin decía que las propuestas de porvenir deben tomar en cuenta los grandes y los pequeños pasos. Preguntarse siempre: ¿Qué será de la vida cotidiana si se toma tal o cual medida? Otra vez con Poe, “en cada detalle se oye reír al diablo”.

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Juan Barreto

Periodista. Ex-Alcalde Metropolitano de Caracas. Fundador y dirigente de REDES.

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