Los actores son variados; actores internos y colaboradores externos. Las conversaciones tendrían como eje central: la paz en Colombia y en la sociedad colombiana; ello significa que hay que identificar a todos, absolutamente a todos, los actores involucrados en el conflicto, es decir, a toda la sociedad colombiana, aquella que se encuentra dentro de la geografía colombiana como los colombianos que, por una razón u otra, han tenido que abandonar su Patria, Colombia. Pensar que el dialogo es entre el Gobierno y los “alzados en armas”, siempre, tendrá el éxito de previas aproximaciones al tema de la paz; tanto el Gobierno como “los alzados en armas” tendrían que aceptar aquellos decires del resto de los afectados para “pulsar y conocer” las opiniones de los excluidos a las conversaciones pero no una de esas encuestas en el vecindario sino que tendría que ser una amplia y objetiva consulta en todos los estratos sociales arriba referidos porque sobre esa base, la opinión de los países de la Región al sur del rio Bravo tendría una autoridad moral y natural a contribuir por aquello de la “buena vecindad”, repetimos, autorizada por el Gobierno de Colombia y los “alzados en armas” para así colaborar en aquellos momentos álgidos que toda negociación conlleva mas cuando hay hechos de sangre en su seno.
El Presidente Santos lo tiene difícil y, por las entrelíneas de su discurso, no parece un “hombre de guerra” aunque no descartó el enfrentamiento ni con los “grupos guerrilleros” ni con los “paracos” cuando se refirió a la propiedad de las tierras cultivables; por tanto, las conversaciones para la paz en Colombia tendrían que ser muy bien analizadas y con profunda objetividad por los vecinos del “hermano país” porque los actores y los temas son estructurales y no coyunturales además de históricos, en algún caso. Tratemos de exponer todas las variables posibles que se podrían presentar durante todo el proceso desde un principio hasta lograr alcanzar la unidad y la de toda la sociedad colombiana.
El Presidente Santos tiene frente a si la “imagen-Uribe” que incide en la conciencia y la inconsciencia tanto de los sectores sociales que anhelan la paz culpando a las “guerrillas” y éstas por su rechazo a quien consideran el “Fuché” colombiano. Juan Manuel Santos tiene otra “papa caliente” en sus manos: el texto del Acuerdo, firmado y aceptado por Uribe Vélez y su Gobierno, para autorizar la presencia de “militares y paramilitares” norteamericanos en bases militares de las Fuerzas Armadas de Colombia. En aquello de la independencia de los Poderes, Santos Calderón, neutralizando sus opiniones como Presidente, dejar que la Justicia colombiana emita opinión y las Cámaras Legislativas asuman su rol controlador político. Pero en este muy sensible escenario, no se deberían olvidar los actores involucrados que decidieron nombrar a don Álvaro Uribe Vélez al “ungirlo” como General de “cuatro estrellas” activo de las Fuerzas Armadas de Colombia en decisiones referentes a futuro ¿Qué significa esta realidad? Primero que el tema es más grave que el “caso Pinochet” para Eduardo Frei, hijo (según nos lo comunicó a nuestro requerimiento); en segundo lugar, su opinión en el seno del Alto Mando Militar colombiano tendrá “peso específico” que podría entrar en “seria confrontación” con la del Presidente Constitucional de la República de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón; en tercer término, la objetiva presión que se ejercerá, directa e indirectamente, sobre Santos Calderón desde el conjunto Washington-Pentágono. Ese escenario podría llevar a situaciones “muy delicadas” en el marco de la constitucionalidad colombiana. Ese escenario debería ser, seriamente, sopesado por las guerrillas colombianas ya que permitiría, en el siglo XXI, trasladar esquemas teóricos-pretéritos a Colombia lo que los obligaría a superar las tesis de la “Vietnamización de Colombia”.
El teórico Mao Zedong consideró en sus tesis sobre la guerra que era perentorio concentrarse donde se era “fuerte” y retirarse cuando así lo exigían las circunstancias militares, claro, en un escenario de “guerra de posiciones”. Sí abstraemos teoría de esas tesis para nuestras circunstancias, la conclusión lógica, objetiva, realista, pragmática y de “alta política” es asumir las realidades “cul de sac” y, al dar un paso al frente, consolidar el frente continental. Para alcanzar esa “idea política” es necesario, como lo expresó Hugo Rafael Chávez Frías, hacer demostración de voluntad político-militar de “mirar al futuro” de paz, unidad y progreso del amplio frente que desborda fronteras y va “allende los mares”.
El Presidente Juan Manuel Santos Calderón propuso una aspiración geopolítica para Colombia sobre bases reales como nación-pueblo. Colombia tiene cinco (5) frentes geográficos definidos: Pacífico, Suramericano, Amazónico, Centroamericano y Caribeño. En Colombia se contiene la producción del 60% de la cocaína mundial que se distribuye por sus diferentes frentes hacia los mercados importantes de consumidores; esas realidades, objetivamente, inciden en las estructuras de la República de Colombia manteniendo una dependencia interna y externa a la “economía de la cocaína”; según dicen diferentes fuentes, en el tema de ese sórdido mundo están involucrados un importante número de actores donde tanto la división del trabajo como la distribución de las ganancias son asimétricas, al mismo tiempo, que es un comercio contra-natura e inmoral que incide en la estructura social tanto de Colombia como de las sociedades y países afectados incidiendo en las limitaciones de aquel proyecto geopolítico que mencionó en su discurso Santos Calderón como también afecta la credibilidad de aquellos que se promueven en lo que se debe considerar como una “justa lucha política” (asumen las armas por un problema histórico colombiano). Es decir, la realidad global colombiana, si quiere la paz, si desea el progreso nacional, si desea ser un país importante en el contexto regional y allende, deben asumir, todos sus actores, las realidades y consecuencias de la “economía de la cocaína” sabiendo “manejar” las contradicciones de ese escabroso escenario en el cual las guerrillas deberían deslastrarse, desligarse y combatir en un hipotético marco referencial de acuerdos nacionales en función de los cambios necesarios estructurales perfectibles hacia la unidad nacional y continental. Pero existe el problema de los consumidores finales que más que un problema en las estructuras nacionales es un asunto a tratarlo en las superestructuras foráneas en sus consecuencias y para ello debe haber una manifestación de “unidad nacional” y colaboración y solidaridad continental.
¿Cómo podrían contribuir los países al sur del rio Bravo en las propuestas de paz del Presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón? La búsqueda de la paz en Colombia será diferente a la “pacificación-Caldera”, a las negociaciones de paz de Vietnam, a las negociaciones al referéndum que “sacó” a Pinochet; tendrá que tener una metodología propia que se adapte a las realidades históricas de Colombia y de su porvenir. En ese proyecto de negociación, los países referidos más arriba, en particular, los países miembros de la UNASUR, podrán y deberán contribuir, en el marco de lo multilateral en sugerir, colaborar, proponer, impulsar y ayudar en aquellas variables que las partes colombianas sugieran y soliciten, ellas de mutuo acuerdo, porque las experiencias pasadas han enseñado que “muchas manos estropean el sabor del sancocho y de las “genovas”. En ese término, las partes colombianas deberán comprender que el “problema-Colombia”, respetando ser un “asunto interno” colombiano, nos preocupa, nos atañe, nos afecta y nos limita en el crecimiento como “bloque continental” frente a la reingeniería del sistema capitalista y las consecuencias geopolíticas que ello conlleva globalmente; es decir, los paradigmas del crecimiento de la economía turística (léase: Gárrigues Walker) y las tesis de la economía esquemática del socialismo real, además de no tener futuro ni augurio para los afectados provocan “puertas abiertas” en el “patio trasero” sin necesidad de tener “la llave”.
¿Cuáles podrían ser los paradigmas de negociación que podrían poner sobre la mesa los grupos guerrilleros? ¿Cómo serían las conversaciones negociadoras del Gobierno constitucional colombiano con los “paracos”? La propuesta del “frente nacional” de Santos Calderón requiere de conocer las propuestas lógicas de los pueblos originarios colombianos que poco oído tuvieron en la precedente administración gubernamental de don Álvaro Uribe Vélez quien estuvo más preocupado en consolidar tres frentes de guerra: derrotar a lo que Uribe Vélez calificó como “narco-terroristas” para “desaparecer”, al mejor estilo de Joseph Stalin, a los actores y razones originarios de la fotografía real-histórica de la Historia de Colombia; el segundo frente fue consolidar el conjunto “Washington-Aznar”, considerando a José María Aznar como cabeza visible política del proyecto ultra-conservador de las derechas comunitarias y eurocéntricas criollas (léase: superestructura) y considerando a Washington como las “huestes romanas” frente a los “bárbaros” hispanos (léase: racismo cultural); el tercer frente sería el mandato de ese conjunto referido de alcanzar desgastar a la figura de Hugo Rafael Chávez Frías como líder de la Revolución Bolivariana y golpear directamente los contenidos de las políticas sociales impulsadas por el Gobierno Bolivariano y la conducción del Comandante-Presidente Chávez Frías.
Los grupos guerrilleros
y sus dirigentes deberían alcanzar análisis objetivos sobre las realidades
y sus realidades ante los escenarios nacionales, regionales y continentales.
En ese término, la propuesta de Chávez Frías sobre los “secuestrados”
es una inteligente propuesta al corto, mediano y largo plazo. Pero más
complejo es la propuesta-requerimiento-condición de Santos Calderón
sobre el tema de las armas, particularmente, por dos precedentes: los
asesinatos de dirigentes de la Unión Patriótica y la objetiva consecuencia
del regreso e reimpulso de la “guerra de guerrillas”. Ambos actores,
pareciera, tienen en este tópico, puntos encontrados y contradictorios.
La experiencia del desarme de los “paracos”, según la prensa, no
ha tenido el impacto positivo por las consecuencias posteriores y actuales.
Entonces ¿el tema de la entrega de las armas se convertiría en un
“cul de sac”? Al entregar las armas, el paso inmediato sería la
desmovilización que implicaría alguna política de pacificación que,
en el pasado, también fracaso como mencionamos más arriba. Pareciera
un “círculo vicioso” pero con un factor importante y, quizás,
determinante cuando las partes en conflicto, todas ellas, asuman la
decisión de solicitar la colaboración activa de los países al sur
del rio Bravo.