Los colombianos que residimos en Venezuela, muchos por cuestiones económicas básicas, otros por inversiones donde encajan ricos y clase media, léase uribistas, otros por el simple y “normal” desplazamiento, y otros porque estamos refugiados, asilados o desorientados por las múltiples circunstancias por todos conocidas, somos conscientes que generalmente el puntico negro de un centímetro cuadrado sobre el mantel blanco de diez metros de circunferencia, ese puntico negro, se hace más notorio que el resto del mantel. Y para el que no entienda el ejemplo, en una cancha de futbol bien mantenida, se hace más visible una bolsa plástica que mueva levemente la brisa en algún lugar del césped. Eso pasa con los colombianos, la gran mayoría somos el césped y lo negativo es la bolsa plástica.
Nosotros, los colombianos que por cualquiera de estas circunstancias vivimos en Venezuela, sabemos que de Colombia vienen múltiples problemas por cada uno de los que buscamos este glorioso país. De Colombia se hace notorio el narcotraficante, el paramilitar, el ladronzuelo, la “trabajadora” del burdel y esa clase rica y clase media que viviendo aquí, y beneficiándose de las garantías pacificas de este gobierno, apoya al gobierno lacayo, genocida y oligarca de Colombia, que hace venir a esa gran mayoría invisible, y esos que traen problemas, que son unos 50 mil, por decir un numero, opaca a los casi 4 millones que apoyamos en silencio con nuestro respeto y nuestras sanas actividades, todas las ventajas de este gobierno revolucionario que nos respeta y nos incluye de igual manera que a sus nacionales. Y estos invisibles, pueblo normal y corriente que desde hace 40 años comenzó a inmigrar no solo a Venezuela, sino a muchos países de América y Europa, más que por lo económico, buscando paz y tranquilidad y en otros casos, buscando como proteger nuestras vida.
Cuando algunos nos estigmatizan, que son muy pocos, con la carimba del “colombiano”, con, “el sino lo hace a la entrada lo hace a la salida”, no se imagina lo que se siente, al escuchar los gritos aterradores de personas cuando están picándolos con hachas o machetes; no ha visto una pila de cadáveres amarrados en las plazas y carreteras con tiros de gracia en la nuca; no ha escuchado la conversación de paracos o militares sobre quien mató y como mató a hombres, mujeres, ancianos o niños en el caserío o el pueblito; no ha visto cabezas empaladas a las orillas de los caminos; no ha escuchado el rugir de la moto sierra junto al grito de la victima; no ha visto la cabeza, el tronco y las extremidades de sus seres queridos en una bolsa plástica o enterrado junto a diez o veinte descuartizados de igual manera; no ha sido amenazado de frente por alguien que uno sabe, ya mató a cien o doscientos; no le han dicho que huele a flores; no le ha gritado todo un pueblo que: ¡a los socialistas hay que matarlos a todos! O, que de buenas maneras alguien le diga que se baje el ataúd del hombro. Y a propósito de de todo este macabro amarillismo que describo, me acuerdo de un chiste que dice: a un aficionado a los toros que estaban enseñando a torear, le aconsejaron colocar la muletilla a la altura de las guevas (testículos). Al tiempo que le tocó enfrentar al toro, se ponía la muletilla a la altura de la garganta; los entrenadores le gritaban ¡ponte la muletilla delante de la guevas, delante de la guevas! El torero sólo les contestó, ¡y donde creen que las tengo! Así vivimos los colombianos en esa patria paramilitar y asesina, con las guevas en la garganta del terror que vivimos todos los días. Razón suficiente para vivir en la paz que la tierra del líder gran americano Hugo Chávez Frías nos brinda.
Aunque también sabemos que generalmente quien estigmatiza lo hace con sus razones egoístas, ignorantes, o por una xenofobia ingenua, también le decimos que los colombianos preferimos esta Venezuela socialista y revolucionaria porque aprendimos a quererla y sabemos que en otras latitudes del mundo al inmigrante lo tratan mucho peor. Parece que quien estigmatiza no conoce que los judíos sionistas aborrecen todo el resto de mortales; que los blancos estadounidenses odian a los norteamericanos negros; que los chicanos californianos odian a los mejicanos de donde son originarios; que los españoles odian a los vascos y gitanos y en las fronteras de Sur América se viven situaciones de racismo y xenofobia peores que la que vivimos en Venezuela los colombianos, los chinos y otros extranjeros.
Y también le decimos a quienes escriben en aporrea con su desprecio disimulado, que nosotros les entendemos su celo por la revolución y los comprendemos, pero no pedimos perdón por el narcotraficante, el paramilitar y el delincuente común y esos uribistas come mierda; sólo pedimos perdón por ese colombiano que en su ingenuidad y falta de educación y conocimiento que lo aliena, a veces peca con borracheras y acciones sociales como cualquier venezolano. Más bien, tome ese celo revolucionario, y fíjelo con tenacidad a los “venezolanos” de cedula pero de alma gringa que defienden al imperio y quieren a Uribe Vélez y a esa oligarquía internacional que son los verdaderos enemigos de todos los pueblos como el venezolano y el colombiano. Y también le decimos, tome ese celo revolucionario y patriota, y reviértalo hacia quienes odian a nuestro Comandante Presidente Chávez.
Los que con disimulo odian al extranjero y al colombiano en especial, no conocen a los miles de colombianos que exhiben su nacionalidad venezolana con orgullo y tampoco conocen a los que estamos en lista de espera para también formar parte de esta gran nación socialista y ejemplo mundial. ¡Viva Venezuela!
(*)Periodista
¡Patria socialista o muerte! ¡Vencimos!
¡Chávez es socialismo, es la paz!