Leer hoy día
a la mayoría de los comentaristas y políticos de izquierda sobre la
intervención de la OTAN en Libia es, esencialmente, una pérdida de
tiempo. Sustituyen el análisis con sus lamentaciones sobre el cinismo
del imperialismo, que solo quiere el petróleo y que después de Libia
atacará a Siria, Irán y Venezuela. Afirmar esto es tan trivial como
afirmar que el sol “desciende” al atardecer. Sin embargo, la interminable
repetición de esa verdad trivial les permite omitir una pregunta que
es de gran importancia para la Izquierda y la lucha de clases: ¿Cuál
es la responsabilidad de Gadafi en el hecho de que la OTAN hoy domina
el país? O, dicho en forma general: ¿Cuál es la responsabilidad de
los líderes en el fracaso de los procesos revolucionarios?
2. El fracaso de Gadafi
La responsabilidad
de Gadafi en el avance imperialista actual se puede resumir en una frase:
habiendo tenido el poder político-militar absoluto y una riqueza económica
desproporcional durante 42 años (¡!), ha sido incapaz de integrar
el país en un sólido bloque de poder nacional, capaz de resistir al
imperialismo. No ha logrado integrar a la juventud libia, ni a la región
islamista oriental, ni ha construido un Estado popular fuerte. La razón
principal de este fracaso, que ha creado las condiciones para la intervención
militar actual, es la falta de democracia y participación de
los ciudadanos en los asuntos públicos de la nación. Restringiendo
el poder y la conducción pública a un aparato monopólico, la Gran
Yamahiria Árabe Popular Socialista de Gadafi perdió su capacidad de
evolución. Cuando cambió el entorno mundial, fue incapaz de adaptarse
a las nuevas condiciones.
3. El deja vu del Socialismo del Siglo XX
La causa de
la involución y el colapso del Socialismo del Siglo XX tiene las mismas
raíces que el proceso de Egipto, Libia, Irak y Siria. Todos los países
del Socialismo del Siglo XX adoptaron el modelo stalinista, cuyo totalitarismo
destruye per se la capacidad de evolución del sistema revolucionario.
Al cambiar su entorno mundial, no lograron la transición del
stalinismo totalitario al Socialismo democrático del Siglo XXI y regresaron
al capitalismo.
Para el mundo
árabe, el régimen del Partido del Renacimiento Árabe Socialista
(Baath), que actúa bajo la consigna “Unidad, Libertad, Socialismo”,
ilustra el problema. Desde que llegó al poder en un golpe de
Estado en 1963 en Siria (y también, en Irak), ha mantenido a la población
durante 48 años bajo estado de sitio (¡!). Ahora, al igual que Gadafi,
Saddam Hussein y Mubarak, Bashar al-Assad ---“el hermano humanista
y socialista”, como dice Hugo Chávez--- pagará el precio por
su inmovilismo, porque el descontento interno y la subversión imperialista
no le permitirán una transición exitosa a un régimen más fuerte,
por ser más popular y participativo.
4. La soberbia de los líderes
La culpabilidad
histórica es de esos líderes y colectivos (partidos, guerrillas, facciones)
que encabezan procesos de transformación democratizadores, para después
sacralizar de inmediato el “nuevo orden” que generan, y en el que
nada puede modificarse sin su beneplácito. No se les ocurre que tienen
que renovar su legitimidad constantemente. No se les ocurre, que su
reclamo a ser legítimos detentores del poder de la nación por un hecho
fundador revolucionario de hace medio siglo, se convierte en ritual
hueco ante las nuevas generaciones. Nuevas generaciones compuestas por
“hombres nuevos” ---su propio producto--- que ni así
tienen derecho a determinar su propio destino; sino que requieren el
estado de sitio antidemocrático permanente.
5. La culpabilidad
En derecho
penal, el concepto de culpa implica una conducta que por imprudencia,
negligencia, impericia o inobservancia de normas existentes genera un
daño, que era previsible y evitable. Este es el caso de Gadafi, Saddam,
Noriega y de los regímenes caídos o en crisis del Socialismo del Siglo
XX. La norma que desconocieron no es una ley del derecho internacional
o un precepto de la ética política. Ambos son de poca importancia
real en el quehacer de las naciones. Su culpa consiste en desconocer
la ley de la evolución del universo. Piensan que en un cosmos en constante
movimiento y, por lo tanto, cambio, pueden permanecer en el inmovilismo,
petrificando y sacralizando su modelo original de dominación que instauraron
cuando tomaron el poder. Una conducta de suprema ignorancia o soberbia.
6. “Asumo la responsabilidad”
Cuando tienen
que admitir algún error grave no dicen más que un retórico mea
culpa o un retórico “Asumo la responsabilidad”. De
hecho, no asumen nada, porque su responsabilidad política consistiría
en explicar ante las masas el por qué de sus errores. Sólo de esta
manera los ciudadanos podrían aumentar su nivel de conciencia. Y, tampoco,
hay sanciones para ellos, sino solo para los subalternos. Esos subalternos
frecuentemente son llamados por los líderes “la burocracia”. Lo
que callan es que la burocracia estatal civil y armada, es su principal
instrumento y bastión de poder y que, como Jefes del Estado, son responsables
de ella. Y si no pueden controlar o cambiarla en cincuenta años, deberían
dimitir.
7. Gadafi y la Izquierda idolatrante
Los líderes
son necesarios en determinados momentos de la historia. Lo que
no es necesario, sino patológico y reaccionario, es la subordinación
mental de las masas ante ellos, sus mandarines políticos y sus chamanes
ideológicos. La Izquierda idolatrante y oportunista que les rinde culto
a la persona y al poder, es corresponsable de las derrotas como la de
Gadafi, porque sustituye el análisis crítico por el newspeak
de los líderes. Cuando sus triunfalismos se caen en pedazos ante las
bombas de la OTAN, solo saben repetir las lamentaciones sobre la maldad
del imperialismo. Como si el colonialismo-imperialismo de la burguesía
atlántica no haya sido durante quinientos años el peor enemigo de
la humanidad. Asumen entonces el papel de los curas. Todo lo que está
mal en la maravillosa creación del Señor es la (imprevisible) obra
del Diablo.
8. El previsible fin de Gadafi
Sin embargo,
nada en la destrucción de Gadafi era imprevisible. De hecho, su capitulación
data de diciembre del 2003, cuando renunció al desarrollo nuclear,
entregó el petróleo y se volvió colaborador del Mossad, de la CIA
y del MI-6. Y los fascistas gringos con sus colaboradores sionistas
ya habían publicado en 1997 a través del Project for a New American
Century (PNAC), cómo iban a “reordenar” por la fuerza el mundo
oriental, desde Marruecos hasta el Hindukush. Con el fraude electoral
de Bush (2000), ese proyecto hegemónico global se hizo política oficial
del Imperio, y el ex Director de la CIA, James Woolsey, lo explicitó
aún más en 2003, cuando configuró el escenario de “La Cuarta Guerra
Mundial”.
Las descabelladas
propuestas de Gadafi, de enero a marzo del 2009, para salvar su pellejo
mediante la movilización del pueblo, fueron frenadas por su propia
clase política en el “Congreso”. Era too little to late,
como dicen los gringos. De todas formas, estaban tan fuera de la realidad
como las propuestas del dinero comunal y de las Comunas, del Presidente
Hugo Chávez, y sólo hubieran acelerado el desastre, si se hubieran
realizado.
9. Marx y los líderes
Ante esa idolatría de los líderes, que es una actitud absolutamente contrarrevolucionaria, hay que recordar la caracterización que hizo Marx de ellos y de su papel en el proceso histórico. Para Marx, los líderes no eran más que Zufaelligkeiten en las legalidades evolutivas de la sociedad: casualidades o eventos aleatorios (al azar).
¡Qué tan lejos está la Izquierda actual de la lucidez teórica de los próceres!