1. Estado y Democracia en la lucha por el Siglo XXI
La guerra entre el capitalismo y el socialismo por el control del Siglo XXI se decide en dos frentes cruciales: el económico-científico y el estatal-democrático. El desenlace de esta guerra, cuyo campo de batalla principal es el Imperio Celeste, determinará el futuro civilizatorio de la humanidad. En el frente de guerra económico, los éxitos del Partido Comunista de China (PCC) le han ganado el apoyo de más del 70% de la población. En el frente de guerra de la democracia, el PCC se encuentra entre la espada de la democracia plutocrática burguesa y la roca de la antidemocracia stalinista del Siglo XX. En tal teatro de operaciones, la superestructura del Capital ---la democracia parlamentaria y los derechos humanos burgueses--- ha sido convertido por Occidente en el principal ariete ideológico de destrucción del Socialismo chino.
2. El ariete burgués en la batalla por China
El movimiento de intelectuales de la Carta 08 es el principal sujeto social de la contrarrevolución “democrática” burguesa. Encabezado por el Premio Nobel de la paz, Liu Xiaobo, y el artista Ai Weiwei, dieron a conocer en 2008 un manifiesto, que pide en diecinueve puntos reformas políticas, derechos humanos y “la democratización” de la República Popular de China. El Manifiesto pretende la resurrección de un régimen capitalista neoliberal, con superestructura parlamentaria y multipartidismo burgués. Exige que la democracia sea “una democracia parlamentaria”; por lo tanto, regida por múltiples partidos políticos. Esto significa el fin del papel conductor y del monopolio político constitucional del Partido Comunista Chino, “aboliendo(se) todos los Comités políticos y legales que permitan hoy a los altos cargos del Partido Comunista decidir acerca de todas las cuestiones sensibles fuera del marco judicial”. Los militares, a su vez, “deben prestar juramento a la futura constitución” y “permanecer neutrales”.
Destruir un sistema social físicamente desde adentro requiere su destrucción programática anterior. La Operación “Carta 08” cumple esa función. Es la repetición de la Operación Carta 77 de Checoslovaquia que terminó en la “Revolución de Terciopelo” (1989) y la instalación de su principal intelectual, el escritor Václav Havel, como presidente de un régimen burgués reaccionario.
3. El ariete comunista en la batalla por China
La reacción del PCC fue formulada con claridad en 2010, por el Standing Committee of the National People´s Congress (NPC), el Comité Permanente del Congreso Nacional del Pueblo. Dentro de la tarea de formar “Un sistema legal socialista con características chinas”, el Comité ---que tiene amplias funciones legislativas, ejecutivas y judiciales--- resolvió lo siguiente: “Bajo las condiciones de China, declaramos solemnemente que no emplearemos un sistema de partidos múltiples que de manera rotativa ejecuten el poder; que diversifique nuestro pensamiento hegemónico (Marxismo, Leninismo, Maoismo etc. –H.D.); que separe los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales; que use un sistema bicameral o federal o que lleve a cabo la privatización”. (Wu Bangguo, Chairman).
4. Mao, Aristoteles y la democracia
El rechazo del PCC a la introducción del sistema político del Capital es absolutamente correcto. La política es “la expresión concentrada de lo económico”, sentenciaba Mao Tse Tung en su célebre ensayo “Sobre la nueva democracia” (1940). De ahí, que la política de la democracia burguesa es la “expresión concentrada” de los intereses de la oligarquía del Gran Capital. El transcurso de la crisis capitalista mundial desde 2008 ilustra la verdad de la sentencia de Mao, tal como la ilustra el hecho, de que el 68% de los senadores estadounidenses y el 35% de sus parlamentarios son millonarios. Esa verdad, por supuesto, no es nueva. Ya Aristóteles definía a la democracia como el gobierno “con ventaja de los pobres”, y a la oligarquía como gobierno “con ventaja de los ricos”. Rechazar la democracia plutocrática de la burguesía como forma de gobierno en China es, por lo tanto, un acto de lógica sistémica correcta por parte del PCC. Sin embargo, es un acto necesario para destruir el ariete superestructural del imperialismo, pero no essuficiente.
5. Hegel en la Gran Muralla
La democracia formal burguesa es un eslabón superior en la evolución de los tipos y formas de Estados clasistas y, como tal, desarrolló alguna instituciones progresistas frente a los sistemas políticos anteriores (feudales, esclavistas, Modo de Producción asiático). Entre esas instituciones, que trascienden el momento histórico de la burguesía, se encuentra la división de poderes, el Estado de Derecho y el sufragio universal. Todo Estado futuro de la democracia participativa puede modificar su forma histórica burguesa, pero tiene que institucionalizar su esencia. Negar el proceso objetivo de evolución de las relaciones sociales y formas de organización de la humanidad, es quijotesco. Quién trata de hacerlo es destruido por la historia, como mostró la involución del Socialismo del Siglo XX hacia el feudalismo político, y su posterior aniquilación.
6. La Nueva Democracia socialista nace de la dialéctica-evolutiva
La nueva democracia socialista del Siglo XXI y su Estado no pueden nacer de la negación abstracta del proceso de evolución, sino únicamente de la superación dialéctica de sus innovaciones. Solo mediante esa metodología dialéctica-evolutiva que es característica del pensamiento de Marx, Engels, Lenin y Mao, se logrará la negación concreta de la democracia burguesa y de su Estado clasista en un paradigma de la democracia socialista participativa, que convencerá a las mayorías y levantará una Gran Muralla de contención contra las pretensiones occidentales.
En una de las próximas entregas discutiremos el problema del nuevo Estado y de la democracia participativa socialista a la luz de esa metodología. Adelantamos, que la dialéctica evolutiva no significa pacifismo o reformismo. Comprende a la violencia revolucionaria como la comprendieron los próceres: como ultima ratio de la evolución.