En estos días habló el Presidente Santos, sonreído y super contento, anunciando que casi capturan o matan al camarada Alfonso Cano. Sólo lo salvaron doce horas en que fue capaz de movilizarse y romper el cerco que le tenía armado el gobierno para cazarlo como si fuera una presa que marcha inocente a la trampa donde le ofrecen un pedazo de queso o de carne para tentarlaespeculando su hambre. Presentaron los cambuches, la ropa y otros utensilios de uso cotidiano de la guerrilla como la prueba de que el camarada Alfonso Cano había estado en un campameto detectado por la inteligencia policial o de seguridad del Estado colombiano. Por supuesto, nada dijo el Presidente de si el camarada Alfonso Cano, a través de los órganos de la inteligencia y contrainteligencia de la guerrilla, supo con exactitud los pormenores de la operación que el Estado colombiano le tenía tendida para capturarlo, perdón, mejor: matarlo. Tal vez, un poco así lo creemos, el Estado colombiano está subestimando, como producto de golpes militares anteriores dados a la insurgencia, a sus adversarios políticos armados.
“Lo sacamos del Cañón de Las Hermosas, de su campamento original y lo está haciendo cometer errores y éstos lo llevaran a la prisión o la tumba”. Fue, en palabras menos o palabras más, lo que dijo el Presidente Santos. Casi al mismo tiempo que trasmitían las palabras del Presidente Santos, en otro canal entrevistaban a una experta en análisis internacional (adversaria del gobierno del Presidente Chávez, por cierto), quien ante la pregunta de la periodista de que si el Santos que fue ministro de la defensa en el gobierno de Uribe es el mismo Santos como Presidente de Colombia, respondió: “Es el mismo”. La analista internacional, quien igualmente es muy seria en sus opiniones, tiene razón desde el punto de vista de la lógica aristotélica pero no de la dialéctica hegeliana puesta a caminar correctamente por Marx.
¿Qué se quiere decir con eso? Sencillamente que el Santos Ministro no es exactamente igual al Santos Presidente, porque ha cambiado, incluso, en posiciones que se aprecian a leguas de distancia. El Santos, como Ministro, tenía que consultar con el Presidente Uribe antes de actuar. Ahora, como Presidente tienen que consultar con él los Ministros antes de actuar. Ahora, él mismo es quien dicta las órdenes para las operaciones militares y antes lo hacía si el Presidente Uribe lo autorizaba. Esa es la dialéctica que no quieren reconocer muchos analistas internacionales, aunque éstos sí son reconocidos por aquella.
Si el expresidente Uribe deseó y rezó por una solucición etremadamente violenta, dolorosa y costosa al conflicto armado y político que vive Colombia hace casi cincueta años, el Presidente Santos lo triplica, cuadruplica o quintuplica no en deseo y rezo sino en acción. Uribe no hablaba de los adversarios muertos con el tanto goce con que lo hace el Presidente Santos quien, por cierto y cada vez que le viene en gana, pone comoejemplo de su obra el caso de Ecuador como diciéndole a todos sus vecinos: nada me frena para penetrar en cualquier territorio y matar a los bandoleros, terroristas y guerrilleros porque, en definitiva, me interesan más las relaciones y el apoyo del Estado estadounidense que de los Estados que rodean al mío.
Nosotros, en cambio y sin atribuirnos niguna potestad de darle lecciones a nadie ni de inmiscuirnos en las decisiones de la insurgencia colombiana o del mismo Estado colombiano, deseamos que se encuentre una solución política concertada al conflicto armado y político colombiano siempre y cuando el pueblo sea realmente beneficiado en justicia social. Pero, al mismo tiempo, decimos: Camarada Alfonso Cano: ¡No te dejes pescar con el Estado colombiano. Sigue burlando los cercos que te tiendan para matarte. Continúa desplazándote como pez en el agua. Evita los enfrentamientos en desigualdades de condiciones que te puedan perjudicar. No te dejes… no te dejes ni capturar ni matar. No le des ese gusto al Presidente Santos ni a los hacedores de guerra que sirven fielmente a los intereses supremos del capitalismo!
Y si por alguna casualidad, como se dan muchas en la guerra, te capturan o te matan, mucho nos dolería y sería un golpe muy duro no sólo para las FARC sino, al mismo tiempo, para todo el campo revolucionario internacional.