Urdangarín, La Pantoja, Ortega Cano, el Camps... y una serie de personajes con más méritos que cantar mejor o peor, torear mejor o peor o manejar la ingeniería mejor o peor están imputados, encartados o con una losa inculpatoria encima aunque no estén imputados todavía. El caso del duque es reciente, pero los huelen ya a puchero de enfermo, lo mismo que el del hiede a kilómetros de distancia. Todo eso está muy bien, La justicia tiene que hacer su trabajo, concienzudo, prudente, aquilatado... y casi todas las actuaciones están bajo secreto de sumario aunque el gran público se lo sabe todo porque los medios de información no han dejado ni un solo cabo suelto.
Ahora bien, si todos están bajo sospecha ¿cuántos de los cuatro se van a quedar en casa con una pena irrisoria en comparación con el latrocinio y el daño causado ¿cuántos se van a ir de rositas y a conformarse con la deshonra del algo queda que, dada la catadura de los cuatro les ha de importar eso un comino? Esa es la pregunta que deben hacerse millones de españoles ahora y todos cuantos esperamos ingenuamente que la justicia hace los deberes y se hace en sus justos términos como dice Don Quijote en el discurso de la Edad de Oro...
Dada la catadura de los justiciadores españoles, las mil giretas por las que en el sistema capitalista se escabullen los indeseables ricos, afamados o poderosos, y el escaso apego que tienen las clases sociales favorecidas por escarmentar a los que forman parte de ellas, lo más probables es que en estos cuatro casos después de tanta polvareda y tanta aparatosidad informativa, los cuatro procesos acaben en agua de borrajas.
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