La trama Gürtel, sus decenas de imputados y decenas de cómplices y encubridores, y otras tantas de testigos que nada hicieron para atajar lo que debieron; el caso de los “ere” en Andalucía y el destino de más de un millón de euros públicos al tráfico de cocaína, alcohol y granjas inexistentes, y sus consiguientes encubridores y cómplices y testigos pasivos; la trama del Palma Arena, a cuyo frente se encuentra un ex presidente de Baleares, y la consiguiente reata de los anteriores; la trama Camps, estrechamente relacionada con la trama Gürtel; los incontables procesos abiertos al presidente de la Diputación de Castellón, un tal Fabra... Todos ellos políticos...
Las inmundas estafas y las minuciosas extorsiones de un ex balonmanista apellidado Urdangarín, a mitad de camino entre el empresario y el político por la puerta de atrás al conquistar un espacio del trono y valerse de él para el saqueo... Todos, después de sus turbios manejos actuando al final de la misma manera, es decir, trasladando el producto de su latrocinio a otras tierras sustraídas a la fiscalidad. Y a todo esto y en torno a ellos, como en las bandas de forajidos, una caterva de vengativos que se sienten traicionados o ninguneados. El transfuguismo rastrero...
En España estamos ante la historia de la vida misma ligada a la historia del bandidaje camuflado en la política más corrompida y abyecta. Que no nos vengan con presunciones de inocencia. Son tan abrumadoras las noticias sobre todos esos casos y durante tanto tiempo que invocar la presunción de inocencia es igual que invocarla el pillado in fraganti asestando un hachazo en la cabeza de otro…
Y todo ese expolio, a cargo de las arcas públicas y a costa del ciudadano; y luego vienen los despilfarros, las obras faraónicas sin utilidad, los aeropuertos fantasmas, los monumentos sin sentido... Todo tramas y trapicheos dedicados al saqueo y al derroche por parte de políticos parlamentarios, de políticos autonómicos y de personal de la monarquía asimilado a político, que hacen de este país el más parecido a otros tercermundistas, con o sin dictador oficial, menospreciados hasta hace poco por la propia opinión pública española. Desde luego España es el último del continente en moral, en ética, en sensibilidad social y en respeto a los demás...
No vale que de un canasto de manzanas repleto de unidades podridas se diga que las hay también sanas. Siempre será un canasto de manzanas podridas... Es posible que los políticos que no están imputados sean honestos y voluntariosos; es posible que tengan vocación de servicio al pueblo. Pero en conjunto y por activa o por pasiva, no cabe imaginar en el mundo clase política e institucional más ladrona, má ventajista, más desprestigiada y menos digna de respeto que la clase política española.
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