Todo
parece indicar que la escandalosa conducta delictiva del yerno del rey,
propalada con todo lujp de detalles por la prensa, consistente en los
más variados timos, estafas y maniobras torticeras para enriquecerse
millonariamente, va a liquidarse en el juzgado con calderilla. Los
millones evadidos, los millones obtenidos con mañas de trilero y la
complicidad nepotista del rey en todo este vergonzoso y,delirante
asunto, más propio de tiempos feudales que del siglo en que vivimos
(tiempos además dramáticos para millones de españoles precisamente por
la desvergüenza de gentes encumbradas por nada), se van a enjuagar con
cuatro cuartos, y aquí no ha pasado nada...
Está harto el sufrido pueblo español de que, tanto
personajillos como éste como otros muchos de la política, le burlen
constantemente, dedicados al expolio y no al bien común. Pero es que
además está indignado, al presenciar con sus propios ojos cómo se han
enriquecido hasta extremos de escándalo porque cuentan a última hora con
leyes penales y procedimentales ideadas para favorecer el privilegio y
al privilegiado, y también con un aparato, el de la justicia, que
facilita la virtual absolución tanto de los estafadores regios como de
políticos cuya única habilidad fue la verborrea y la aptitud para el
engaño.
No sé cómo va a acabar este país, si a la griega, a la
islandesa o a la española, es decir tragándose el marrón. Pero lo que
sí es incuestionable es que este tipo casado con la hija del rey
asimismo cómplice y la propia institución monárquica, han caído tan bajo
que el mero peso de la vergüenza tiene que ser suficiente, con la ayuda
de los dioses, para derrumbar la monarquía y el orden de cosas asociado
a ella.
A buen seguro que el otro yerno, el otrora maldito, el
expulsado de la familia regia y sacada con focos su figura del museo de
cera, estará ahora respirando hondo por haber sido apartado
ignominiosamente de tan indigna familia; familia que, con la excepción
justamente de la reina consorte y extranjera, nos remonta
inevitablemente a los tiempos del orgiástico despilfarro en la corte
francesa en que una favorita, Maria Antonieta, respondía cuando le
decían que el pueblo no tenía pan: ¡que coman bollos!
Lo que sí está claro para el pueblo español es que el
balance entre lo positivo y lo negativo de la monarquía y del monarca
desde que se encaramó al trono, no puede ser más miserable y funesto...
¡Delenda est monarchia!
richart.jaime@gmail. com