En
este país lo que verdaderamente ha reinado a lo largo de estas últimas
décadas, al menos en materia económica, es la ignorancia o la cobardía o
la malicia de los políticos en funciones. O las tres al mismo tiempo. Y
en todo caso, las tres envueltas en una colosal necedad.
Tirando de hemeroteca o de videoteca, y repasando las
intervenciones públicas de todos los dirigentes políticos y económicos
de los dos partidos principales en los últimos años, podemos comprobar
el nivel de grotesca ridiculez a que han llegado. Y ahora la parte de
esa troupe que nos gobierna está alcanzando las más altas cotas de la
bufonada. Es más, si el político, en la consideración de quienes no
profesamos ninguna ideología al uso, siempre ha sido un mero charlatán
de feria, sus declaraciones y comparecencias públicas a lo largo de ese
tiempo, y no sólo su gestión, ponen en evidencia su estulticia. Sólo
manejan verborrea, pretenciosidad y palabras huecas.
Y son así no tanto por haber errado sistemáticamente en su gestión
y sus vaticinios cuando se estaba incubando la catástrofe, ni tampoco
por su absoluta falta de previsión y de anticipación (previsión y
anticipación son las virtudes de los buenos estrategas, de los buenos
guerreros y de los estadistas que ya no existen). No. Sino por la
estúpida rotundidad con la que se expresaron a grito pelado en sus
mítines, y la rancia prosopopeya empleada en las solemnidades del
Congreso y ruedas de prensa. Ignoraban, e ignoran, por su escasa
inteligencia o sobra de malicia qué es y cómo es el mercado financiero, e
imaginaron e imaginan, los muy necios, que su falta de prudencia y su
pueril actitud serían capaces de esconder indefinidamente los problemas,
el latrocinio y los abusos de banqueros y similares, luego
descubiertos con escándalo cuando ya no había remedio. Y aún permiten
indemnizaciones millonarias a los ejecutivos de los bancos responsables
del desastre con dinero público recibido del Estado, hallándose el país
al borde de la quiebra. No caben ya aquí ni más abusos, ni más payasos
de la política y la economía.
Que todo eso es así y ha sido asi, lo prueban ellos mismos tanto
cuando están en el gobierno como cuando están en la oposición. Todos se
acusan de lo mismo: de falta de responsabilidad, de incompetencia y de
mentir. Y todos tienen razón...
Diríase que en este país, ni un solo político de los que se han
alternado en la gobernación a lo largo de los 34 años de democracia
burlesca se libra del estigma del auténtico imbécil. Por acción o por
omisión. Todos han representado un festival de aburrido circo y de
chuscas bufonadas que nos harían reír a carcajadas si no fuera porque,
por culpa de ellos, al menos un cuarto de la población vive en una
situación dramática al carecer de empleo, de recursos y de esperanza.
Pero también se necesita ser imbécil, además de payaso, para creer
que nos creemos que todos ellos están ahí para servir al pueblo en una
maldita y falsa democracia infectada además por una impresentable y
ruinosa monarquía…
richart.jaime@gmail.com