A 20 años de la Primera Cumbre
de la Tierra (1992) se agudizó la crisis ecológica y de ello da cuenta
el avance del calentamiento global, con sus efectos desbastadores sobre
millones de seres humanos que padecen las terribles consecuencias del
cambio climático, preludio de la hecatombe hacia la cual marcha la
humanidad atada al carro de la decadente civilización del capital.
En
aquella oportunidad, las grandes corporaciones transnacionales a través
de sus voceros gubernamentales de EEUU y la UE, en comparsa con sus
ONG y funcionarios de los organismos internacionales satélites,
plantearon como salida el “desarrollo sostenible” pero sin cuestionar
el modelo de crecimiento económico sin límites motorizado por la
acumulación capitalista. Veinte años después, en la antesala de la
Cumbre Río+20 maniobran nuevamente para evitar que el debate se centre
en la crisis del sistema capitalista, como causa matriz de los
desequilibrios ambientales y sociales planetarios.
Ahora,
inventaron la “economía verde” como una suerte de caballo de Troya
que contiene el germen de la reproducción del modelo desarrollista
capitalista, sustentado en la lógica del lucro y del mercado y, en el
supuesto de la inagotable capacidad de la tecnología para ajustar los
desafueros ecológicos del capital en su afán de crecimiento sin
barreras.
La
propuesta gatopardiana de la “economía verde” surge para corregir las
“fallas del mercado” de la “economía marrón”, a través de políticas
públicas, regulaciones e incentivos que promoverán las “inversiones
verdes”, aplicadas en la producción de “tecnologías verdes” y “bienes y
servicios verdes” pero, garantizando que la comercialización de éstos
incremente la tasa ganancia. De esa forma buscan profundizar la
mercantilización de la naturaleza, con la consiguiente privatización e
inclusión en el mercado global de valores de los ecosistemas,
“globalizando” el agua y las fuentes de energía renovable, las tierras
agrícolas y el oxígeno de los bosques, constituyentes de lo que
denominan el “capital natural” cuya posesión ambicionan. Eso sí, con
el sello verde certificado por sus “Agencia de Cooperación Verdes”.
gamarquez@gmail.com