Por
eso no resultará suficiente que cualquier gobierno tildado de
revolucionario o de progresista muestre un apego estricto y notorio a la
institucionalidad ni haga concesiones permanentes u ocasionales a la
contrarrevolución, creyendo que así podrá ganarse su buena voluntad y
cumplir con su plan de gestión en favor de los sectores populares. Nada
más alejado de la realidad. Es lo que acaeció en Paraguay y, así, a la
carrera, los grupos conservadores acabaron con Lugo y con la voluntad
popular paraguaya. Otra hubiera sido la conducta del Presidente, pero no
supo o no quiso responder a las expectativas puestas en su mandato. La
derecha sí supo y sí quiso responder a sus propios intereses.
Como
bien lo apuntara Atilio Borón, este acontecimiento es “una lección para
el pueblo paraguayo y para todos los pueblos de América Latina y el
Caribe: sólo la movilización y organización popular sostiene gobiernos
que quieran impulsar un proyecto de transformación social, por más
moderado que sea, como ha sido el caso de Lugo”. Algo que se ha
evidenciado en los casos de Ecuador, Bolivia y Venezuela, por citar los
países más emblemáticos de nuestra América donde los grupos derechistas
-pese a su poder económico y al respaldo indiscutible de Washington- han
fracasado en sus planes de desestabilización. Sin embargo, es necesario
aclarar que hace falta llevar a mayores niveles dicha movilización y
organización popular mediante la formación crítica y permanente de
una conciencia indudablemente revolucionaria, capaz de impulsar los
diferentes cambios que se requieren en los campos político, económico,
social, militar y cultural para consolidar la revolución, más aun si
ésta se define como socialista. Esto es algo que no debe obviar jamás
ningún revolucionario, a menos que esté dispuesto a claudicar ante la
clase dominante y defraudar la voluntad popular, olvidando su compromiso
histórico.-
*Maestro ambulante.
¡¡¡REBELDE Y REVOLUCIONARIO ITINERANTE!!!
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!