Ni siquiera en investigación y desarrollo, en tecnología o en renta per cápita real es un país
a la cabeza de nada que no sea atraso político. Pero quien afirme lo contrario, que es un país
avanzado, desde luego no será en política, ya que tampoco lo es en moral, en materia de aborto,
de eutanasia, de respeto a las minorías, en todo aquello que el tiempo va arrojando luz y
lucidez a las costumbres y al desarrollo intelectivo. Los viejos prejuicios campan por su respeto
entre las clases sociales dominantes, las que son decisivas, las que marcan la impronta a toda
la sociedad vista desde fuera. Ser reaccionario y conservador es un seguro para los viejos
patrimonios y para los patrimonios nuevos amasados gracias a la alianza de todos los poseedores
del dinero…
El paso del tiempo no ha servido de nada. España sigue siendo el país políticamente más
atrasado del mundo, después de las teocracias islámicas.
Todo el mundo sabe cómo se cocinaron la Constitución y la monarquía. La Constitución que ahora
defienden con uñas y dientes los ultracentralistas que entonces no la votaron, fue redactada con
carácter de urgencia por el principal albacea testamentario del dictador, Fraga Iribarne. Lo
hizo con la condescencia de los demás "padres" de la misma, porque sentían en sus nucas la punta
de las pistolas de un ejército más franquista que Franco. Pero en todo caso es obsoleta. Al
final, el país entero fue víctima de un sabotaje institucional de todos los que se hicieron
cómplices para forzar la entronización del preparado a la carta de un rey elegido por Franco y
una Constitución que blindase el poder de los poderosos de siempre.
Las torpezas, el desgobierno y los abusos inmensos de los gobernantes de los dos partidos
mayoritarios, de los alcaldes y de gran parte de la troupe llamada clase política; todo ello
unido a una gestión política y económica desastrosa a lo largo de una década por lo menos,
sumado a la inanidad y complicidad de los altos tribunales, ha acabado provocando la repulsa del
pueblo en general. Sin embargo, el partido en el gobierno y las clases que le votan siguen
considerando intocable la Constitución y se niegan a facilitar el tránsito a lo que ahora toca:
el Estado federal.
Sigue latente u obsceno el espíritu de la Una, Grande y Libre franquista, que distanció a
España de los restantes países europeos.
Está en juego ese Estado federal o la independencia del territorio catalán que históricamente
la reclama. De nada sirve para los cavernarios la sencilla idea de que un pueblo, como el hijo
que ha alcanzado la mayor de edad, tiene derecho a discutir con sus padres su decisión de
abandonar el hogar familiar y por supuesto abandonarlo si esa es su decisión.
Pero todo es inútil. Hasta algunos coroneles, como en 1978, año en que se aprobó la
constitución, están detrás y coaccionan. Si 34 años después, una población que mayoritariamente
no ha vivido siquiera la dictadura se tropieza con la actitud mostrenca y reaccionaria propia de
siglos pasados de los políticos del gobierno, no dudemos que el país entero, pese a Europa, pese
al euro y pese a todo, se situará de nuevo al borde de una nueva guerra civil…
Esto es España. Sus verdaderos dueños siguen siendo de la misma catadura que sus ancestros.
Mientras no se les desaloje de los centros neurálgicos del poder político y económico, España
irá de mal en peor en justicia ordinaria, en justicia distributiva y en justicia social. En
suma, en justicia: el valor más apreciado de todos en una sociedad humana que desea mantenerse
lejos de la jungla.
richart.jaime@gmail.com