He leído algunos artículos que celebran el inicio de una discusión sobre el socialismo, como si durante todos estos años no hubiera habido múltiples escritos en relación con el tema. No he percibido ningún suceso especial que soporte la hipótesis de este reinicio, aunque me parece interesante que se llame a realizarlo en forma no prejuiciada y sin las descalificaciones usuales, situaciones muy comunes en ciertos sectores “revolucionarios”, que dicen abrazar la tesis socialista. Se habla de muchos tipos de socialismo y se hacen muchas preguntas muy interesantes, pero pienso que antes de llegar a esas etapas “avanzadas”, se hace necesario un intercambio serio sobre dos interrogantes: Las causas de la caída del llamado socialismo real y la posibilidad real de la existencia del socialismo en la Venezuela de hoy.
Las revoluciones inglesa y francesa instauraron el capitalismo en esos dos países con varias décadas de diferencia. El resto de Europa era feudal y, por supuesto, el resto del mundo lo era o incluso estaba mucho más atrasado. Esa Europa monárquica trató por todos los medios, incluida la guerra, de evitar el triunfo del recién nacido modo revolucionario de producción. Sin embargo, no pudo y, en forma si se quiere rápida, los diferentes países europeos fueron absorbidos de distintas maneras por un nuevo sistema, que demostró claramente su supremacía sobre los modelos existentes hasta ese momento. El capitalismo, comandado por la burguesía, significó un salto cualitativo en la producción mercantil, por lo que producía más y mucho mejor que el ya decrépito feudalismo.
Los hechos demostraron, sin ninguna duda, que el nuevo modelo era superior al anterior, lo que llevó a su supremacía y a la desaparición de su contrario. La explotación del trabajador no terminó, pero la explotación campesina se hizo menos determinante en la producción de riquezas que la explotación del trabajo asalariado, es decir de la nueva clase social emergente: el proletariado. Sin embargo, las condiciones de vida de las naciones, que abrazaron el capitalismo desde sus inicios, se elevaron en forma importante e indiscutible, pues el nuevo modo de producción, al generar mayor cantidad y mejor calidad de riquezas, permitió el reparto de un número y tipo de bienes mucho mayor que el que permitía el régimen anterior, lo cual mejoró notablemente las condiciones de vida de toda la población. La economía mundial se hizo capitalista.
En 1917, se da la primera revolución proletaria del mundo, pero en un país atrasado aunque inmensamente grande, la Rusia zarista, cuyo desarrollo capitalista estaba muy por debajo del europeo y no permitía el establecimiento de relaciones socialistas de producción, a menos que se cumplieran primero una serie de tareas que terminaran con el orden feudal todavía existente en buena parte de su territorio. La creación casi inmediata de la Unión Soviética, la derrota del nazifacismo en 1945, que llevó a la incorporación de los países de Europa oriental alrededor de la URSS; el triunfo de Mao Tse Tung en China, permitieron la conformación de un bloque de naciones que se denominó “socialista”, a pesar que la propiedad de los medios de producción nunca estuvo directamente en manos de los trabajadores.
El Estado socialista, en supuesta representación de todos los trabajadores, junto con el Partido Comunista, tenían en sus manos las fábricas, el comercio, los servicios y la banca, y controlaba toda la producción y distribución de bienes materiales, según los criterios de una economía planificada centralmente. Sin entrar a considerar las bondades y desventajas de este modelo, pues escapa del alcance de este artículo, lo cierto es que los países “socialistas” no pudieron desplazar al sistema económico capitalista, pues sus fuerzas productivas nunca llegaron a desarrollarse por encima de las del capitalismo, por lo que su creación de bienes materiales para el consumo y la producción, así como los servicios, estuvieron siempre por debajo del existente en el mundo capitalista. El resultado no podía ser otro: El modelo de mayor productividad terminó por imponerse y el otro por desaparecer.
Luego de más de 70 años, en el caso de la Unión Soviética, se demostró que el sistema construido como “socialista” no pudo mantenerse y tuvo que darle paso al capitalismo, situación que también ocurrió en los países “socialistas” de Europa oriental y en países asiáticos que habían asumido el mismo modelo. Todos ellos hoy son países capitalistas, con claras economías de mercado, incluso China, el más exitoso, a pesar de gobernar en ella un Partido Comunista. La izquierda venezolana, que se autodenomina socialista, aparece como ajena a estos notorios sucesos, pues a lo sumo acepta que los hechos narrados sucedieron, pero no parece extraer de los mismos ningún tipo de conclusión sobre la posibilidad de construir el socialismo en Venezuela.
La Unión Soviética, bajo el régimen descrito, se industrializó y llegó a elevar el estado de bienestar de sus ciudadanos y alcanzó un buen desarrollo económico y militar, que en algunos momentos y en ciertas áreas superó al capitalismo más desarrollado. Recordemos los avances en aeronáutica y la conquista del espacio: primero y segundo satélites artificiales, primer animal en el espacio, primero y segundo astronautas, primera estación orbital. Hubo otros campos de supremacía: química, combustibles, producción de algunos rubros agrícolas, desarrollo atómico. Pero esa supremacía no sólo no se extendió al resto de la economía, sino que no se compartió con el resto de los países “socialistas” y no pudo ni siquiera mantenerse. Que países que alcanzaron un importante desarrollo, que incluso hoy es muy superior al venezolano, no hayan logrado hacer posible el socialismo, debería por lo menos llamarnos la atención en relación con nuestras posibilidades de hacerlo.
¿Es posible el socialismo en Venezuela con una población de un nivel educativo tan bajo? ¿Es posible el socialismo en un país de economía mono productora? ¿Es factible el socialismo en un país rentista, que vive de la venta de una materia prima? ¿Es viable el socialismo en un país cuyas fuerzas productivas escasamente superan el límite de la economía feudal? ¿Es realizable el socialismo con el atraso científico y tecnológico que tenemos? ¿Basta sólo la voluntad de un pueblo para construir el socialismo? ¿No hace falta la existencia de otras condiciones? Allí tenemos el caso de Cuba, que se sostuvo sólo por la ayuda soviética, pero que no logró alcanzar un modelo productivo desarrollado del cual vivir y hoy están claramente de regreso, pese a lo que afirmen sus dirigentes gubernamentales.
Podemos ser muy heroicos. El Che Guevara lo fue en Bolivia, donde quiso que la historia saltara de la comunidad primitiva de los aborígenes del altiplano a la sociedad comunista desarrollada… Pero la heroicidad no garantiza en absoluto el éxito; hace falta algo más, la existencia de condiciones objetivas que posibiliten el cambio revolucionario. Si esas condiciones no existen, hay que crearlas, pero construirlas puede llevar décadas de trabajo y estudio intensos, esfuerzos que parecen no ser del agrado de muchos revolucionarios inmediatistas y desesperados. Pero no es de un juego de lo que se trata; no es de una obra de teatro que estamos hablando, es de la vida y de la suerte de toda una nación, de varias generaciones de seres humanos, que bien merecen nuestro mayor respeto, nuestro mayor empeño y el tiempo necesario para su maduración.
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