Aunque el más genuino precursor de la unión que se está materializando en el tema económico y político fue realmente Simón Bolívar. Pero el que mantuvo la llama del ideal bolivariano y de la consolidación del pensamiento bolivariano, a pesar de la despiadada guerra contra nuestra unidad continental, a principios del siglo XX, fue Manuel Ugarte.
Todo el siglo XX que le tocó vivir, Manuel Ugarte estuvo en la búsqueda de esa Patria Grande que le había sido escamoteada. Manuel también fue el precursor del socialismo latinoamericano, enraizado en el pensamiento de Bolívar. Fundamentalmente y ante todo, Ugarte fue un poeta de dimensiones colosales como Martí. Y su dolor más desgarrador fue ver cómo el monstruo del Norte nos despedazaba sin poder evitarlo. Eso de la Patria Grande fue siempre para él un faro y una esperanza. Todos sus dolores esparcidos por Cuba, Colombia, Paraguay, Argentina, Chile, Venezuela... Todo eso era para él constituía una misma tierra, un mismo sentimiento y destino. Como pocos, en el siglo XX, Manuel Ugarte entendió que sólo unidos podíamos salvarnos.
Norberto Galasso en el prólogo que le escribe a su obra “La Nación Latinoamericana”[1]:
¿Cada uno de los pequeños países latinoamericanos puede erigirse en una nación o la nación es la Patria Grande fragmentada a la que hay que reconstruir como tarea esencial? En esos años de fin de siglo el interrogante es formulado una y otra vez y la respuesta va resultando cada vez más satisfactoria, cada vez más sólida, abundante en argumentos ya irrefutables. El mismo idioma, la comunidad de territorio, un mismo origen colonizador, héroes comunes, viejos vínculos económicos ahora debilitados pero que pueden restablecerse, fundamentan su convicción de que la América Latina es una sola patria, convicción que ya no abandonará hasta su muerte. Por eso sostiene en 1901: "A todos éstos países no los separa ningún antagonismo fundamental. Nuestro territorio fraccionado presenta, a pesar de todo, más unidad que muchas naciones de Europa. Entre las dos repúblicas más opuestas de la América Latina hay menos diferencia y menos hostilidad que entre dos provincias de España o dos estados de Austria.
Nuestras divisiones son puramente políticas y por tanto convencionales. Los antagonismos, si los hay, datan apenas de algunos años y más que entre los pueblos son entre los gobiernos.
Añade Norberto Galasso que Ugarte fue uno de los primeros —o quizás el primero en América Latina y en el Tercer Mundo— que intentó ensamblar liberación nacional (antimperialismo y unificación) con socialismo. “En el 900, cuando muchos marxistas europeos pretendían justificar el colonialismo, cuando en la Argentina los socialistas consideraban traidor a quien se titulaba "patriota", Ugarte armaba una mezcla explosiva combinando diversas dosis de socialismo y nacionalismo latinoamericano intentando hallar solución al grave dilema a que se hallaba enfrentado.”
Hoy el horizonte para nosotros ser presenta lleno de esperanzas. Vamos en el camino correcto. Son muchos los obstáculos que todavía se interponen en este deseado objetivo. Pero ya se perfila como inevitable y necesario, la unión entre los latinoamericanos, y los gobiernos de este continente ven como fundamental la integración política como un paso inevitable para lograr la paz y el bienestar social entre todos nosotros.
En estas palabras dichas por Manuel Ugarte en 1930 pareciéramos estar escuchando a Hugo Chávez:
El vasallaje actual, la inferioridad presente, provienen de causas interiores sobre todo. El remedio a nuestros males está en nuestras propias manos.
Hay que sacudir, ante todo, la dominación de las oligarquías aliadas al extranjero, atadas a un absurdo sentimiento de casta, que sólo han gobernado para sus egoísmos, sin la menor preocupación por los problemas vitales del Continente, sin la idea más vaga de las necesidades urgentes de la colectividad.
Es de la incapacidad de esas clases dirigentes, cuando no de la infidencia de ellas, de donde ha sacado el invasor los primeros elementos para asentar su dominación, en zonas donde los gobiernos centralistas y ensimismados abandonaron las riquezas, mantuvieron el analfabetismo, ignoraron los más elementales preceptos de la economía política y abrieron, como en los pueblos dormidos del Asia o del África, de par en par, las puertas a la irrupción de los extranjeros.
Viva Manuel Ugarte,
Vivan Néstor Kirchner y Cristina Fernandez
Viva Rafael Correa,
Viva Evo Morales
Viva Daniel Ortega,
Viva Hugo Chávez
Viva Dilma Rousseff
Viva José Mujica
[1] Biblioteca Ayacucho, 1987.
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