Uribe: el único político-boxeador que pelea en todos los pesos

Había jurado que no escribiría una letra más sobre el expresidente Uribe. Violo ese juramento, porque debe reconocerse la “admiración” por un boxeador que es capaz de pelear en todas las categorías aun cuando en cada pelea le propinen una paliza. El no darse por vencido en ninguna pelea, sin importar el peso desde mínimo hasta pesado, eso en sí ya es un mérito incuestionable. Y lo más importante, es que no lo está haciendo por los dólares sino por volver a llegar a la Presidencia de Colombia. Uribe: es demasiado arrecho. Los dólares vienen después y en enormes cantidades. Primero el poder político, lo demás es papaya.

Uno a uno, sus exministros, sus más allegados colaboradores, sus hombres y mujeres de mayor confianza, han ido subiéndose al ring para pelear con el expresidente. Golpes de derecha y de izquierda, por el centro, por los costados, por la espalda, por la cabeza y hasta por los testículos ha recibido el exmandatario pero aún no se da por vencido, porque también sabe lanzar golpes y patadas y codazos y mordiscos y arañazos y cabezazos.

Uribe ha peleado con Santos que es más o menos de mismo su peso. El Presidente, por ahora, tiene los árbitros a su favor y pelea en su terreno, la Casa de Nariño que antes fue de Uribe. Esa pelea no tiene límite. En un descanso, Uribe no se fue a su casa a reponer fuerzas físicas y mentales sino que se trasladó a otro ring, subió y comenzó a lanzar golpes a diestra y siniestra contra su exministro de la Defensa, Gabriel Silva, que es más pesado que el expresidente. Uribe no se achica. Le lanzan una izquierda y responde con dos o tres derechazos. Le pegan al cuerpo con la derecha y responde con cuatro o cinco izquierdazos. Uribe no se agacha. Recibe muchos golpes pero igualmente lanza muchísimos.

Uribe es hecho todo de lógica y quien lo quiera apreciar como dialéctico, inmediatamente le caza pelea. Uribe es Uribe y nunca puede ser no-Uribe. Ni Hegel ni Marx pueden incluir a Uribe como prueba de la dialéctica. Aristóteles se lo ganó hasta la muerte. Gabriel Silva lo provocó diciéndole que el Uribe Presidente no es igual al Uribe expresidente. Eso nunca, eso jamás, respondió Uribe y comenzó a golpear en las partes bajas de su exministro de la Defensa. Uribe sabe que a un peso mayor que el de él es muy poco lo que le afectan los golpes del pecho hacia arriba. Hay que darle en las partes bajas para contrarrestarle aire. Y una vez llegado el momento oportuno, cuando el adversario no le quede fuerzas físicas y deambule por el ring con parte del conocimiento perdido, propinarle un derechazo directo a los testículos para que el grito de dolor sea tan intenso y ensordecedor que el árbitro se vea en la obligación de paralizar la pelea. Eso siempre busca Uribe cuando sus contendores le exceden en peso. Uribe, a diferencia del zorro en la fauna cuando ve un animal que le excede tamaño, no huye, lo enfrenta. Mientras tanto, el Presidente Santos en reposo observa la pelea con la esperanza que Uribe sea noqueado y pierda la memoria por un buen tiempo. Ya se acerca la elección presidencial y Santos no quiere ni llanto ni espanto en su camino a la reelección.

Uribe le lanzó un izquierdazo al exministro por “trepador” y un derechazo por “inútil”. Gabriel Silva respondió con una seguidilla de izquierdas recordándole al expresidente que si no hubiera sido por él, el hombre de las Convivir estaría condenado a cadena perpetua en Estados Unidos por autor intelectual de asesinatos. Uribe contraatacó lanzando patadas que no son válidas en el boxeo común y corriente. El árbitro le llamó la atención y le descontó un punto por lo cual Uribe respondió con un cabezazo hiriendo al árbitro en la frente. Uribe no acepta que la burocracia le condicione sus peleas.

Uribe pega la izquierda y Silva lo impacta con la derecha. Uribe lanza su derecha pero recibe una izquierda de Silva. Se intercambian golpes, pero nadie cae. Las apuestas de la oligarquía son muy jugosas por el expresidente. Los apostadores en favor de Santos no quisieron arriesgar su dinero en la pelea Uribe-Silva.

Alguien del público le enseña a Uribe una foto de Iván Márquez. Uribe se enfurece y lanza golpes de derecha e izquierda contra Silva por no haberlo informado sobre el plan de captura en Venezuela del comandante guerrillero de las FARC. “Uribe: yo hice firmar el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Colombia”, le recordó Silva cuando Uribe le pegaba tremenda derecha por la boca del estómago que lo dejó por un momento sin aliento. Uribe golpea suciamente a Silva utilizando bajo sus guantes un Twitter de metal y eléctrico y satelital. “No jodá: yo estimulé la inteligencia militar para detectar bandidos mientras que Santos negocia con ellos”, gritó Uribe.

Uribe sabe que tiene nuevos compromisos boxísticos. No puede gastar todas sus energías en un solo contrincante. Debe tratar de conservar al máximo sus fuerzas propias y aniquilar lo más pronto al contrario. Principio de la guerra y también del boxeo.

Uribe se cuadra y lanza tremendo derechazo que impacta en la jeta de Silva. “Maldito burócrata fantasioso. No soy ni como Chávez ni como Santos que cambian de posición o de color como el camaleón: antes enemigos a muerte y hoy hermanos hasta más allá de sus fronteras”, gritó Uribe dañando los oídos de Silva y un tanto los del árbitro. Este actúa a distancia evitando recibir golpes del expresidente.

Alguien del público enseña a Uribe el Twitter del Presidente Santos. Uribe muestra rostro con nausea y grita: “Apártenme de mi vista esa señal de Satanás complotado con los terroristas”. Silva sonríe pero recibe un izquierdazo en el mentón. Otro espectador del público le grita a Uribe: “Yair Klein dice que fue un hacendado que llegó a la Presidencia de Colombia el que financió los entrenamientos de los paramilitares”. Uribe votó espuma por la boca, sudaba, los ojos se le pusieron completamente rojos que no se sabía si tenía o no retinas. “Tráiganme ese maldito Yair Klein para también darle sus coñazos por embustero y fantasioso pero Santos no quiere traerlo”, gritó Uribe.

El árbitro consideró que ya la pelea había entrado en un estado de monotonía. Uribe no es hombre de tirar la toalla. El árbitro llama a los contendores al centro del ring: “Demos esta pelea tablas”. Uribe y Silva se miran. El primero le dice al segundo: “Nos veremos en el Palacio de Justicia para seguir esta pelea”.

Uribe sale del cuadrilátero y se dirige apresurado, moviendo sus brazos, hacia otro escenario para enfrentarse a otro contendor. “Uribe perdiendo gana… jajajajajajaja…”, dice y sonríe el expresidente.

Mientras tanto, el Presidente Santos que supuestamente anhela la paz con urgencia, niega –“por no ser coherente”- una tregua de cese al fuego en fin de año. ¡Qué monstruosidad! ¡He allí el amor a la paz del Gobierno colombiano! Seguramente, Uribe le lanzará derechazos e izquierdazos a Santos por incoherente. En cambio, tal vez, Paquiao lo espera en la bajadita.



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Freddy Yépez


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