El país de la sospecha

¿Quién falta en este carrusel de imputaciones a políticos, banqueros, empresarios y miembros de la monarquía? Aun siendo la corrupción consustancial a la política y a todo el sistema capitalista, no es posible que exista en el mundo otro país con más sospechosos en las instituciones que España. Todo el mundo está bajo sospecha…

Para la mayor parte de los medios y para la ciudadanía, y por un periodo bien largo de tiempo, vienen siendo principales sospechosos el yerno y la hija del rey, su entorno y el propio monarca, banqueros y aficionados, el partido del gobierno, miembros del gobierno, los patronos y sus representantes, la Iglesia y sus jerarcas, las altas instancias de la judicatura, los alcaldes de las grandes ciudades, los notarios... ¿Habrá celdas o picotas para todos los presuntos corruptos, cada día menos presuntos y más numerosos y de más alta alcurnia?

Las constantes mentiras del propio presidente del gobierno, de sus portavoces y de la ministra con pruebas indiciarias de corrupción que practica recortes salvajes en sanidad, en lugar de desvanecer la sospecha la ahonda. El proceso público incoado por el periodismo no es banal. Se funda en investigaciones propias y de las policías anticorrupción, y en la delaciones de miembros del partido.

No sé si la ceremonia de la confusión desplegada por el gobierno para contestar a la sospecha, es premeditada. Pero si es premeditada es vergonzosa por la consistencia de lo que son más pruebas que indicios. Y si no lo es, peor, porque ese continuo de contradicciones mueve a pensar que tienen escasa formación técnica o jurídica. A veces parecen unos indocumentados. Y si son licenciados, peor, porque entonces ofenden la inteligencia de sus colegas de carrera. Y si se dan cuenta de que estos se van a dar cuenta y a ellos no les importa, peor, porque en lugar de pensar que son unos impostores y unos probables saqueadores del dinero público, pasaremos a pensar que son unos indeseables que se adueñaron del poder y no están dispuestos a soltarlo aunque todas las pruebas materiales del mundo les comprometan y condenen al menos éticamente.

Estos truhanes presuntos dicen que nada está probado y que hay que esperar al dictamen de la justicia. ¿Creen que en el ideario de la ciudadanía es necesario esperar a ese momento, tantos años? Al ciudadano común le basta la avalancha de detalles y la presunción que ya establecía anteriormente de que muchos políticos están en la política no para servir al pueblo sino para enriquecerse. Por otro lado, carece de todo sentido que los dos periódicos de tirada nacional más prestigiosos del país se inventen o manipulen una realidad como ésta.

La ciudadanía ya lo presumía. Primero, porque estamos en España y España es tierra de pícaros. Segundo, porque el despilfarro del dinero público ya era una evidencia y es otra manera de robar. Tercero, porque el partido del gobierno ha venido a lo largo de estos treinta y cinco años dando muestras constantes de prepotencia fascistoide (como el dictador y su familia que confundían el patrimonio nacional con el suyo), a través de escuchas telefónicas que aunque no hayan servido para otra cosa que para defenestrar al juez que las ordenó, no han dejado de producir la impresión de latrocinio generalizado en distintas Comunidades Autónomas.

En los años que lleva de democracia de mínimos este país, aparte la funesta administración actual para el interés público por parte de este estrambótico gabinete y la connivencia por activa o por pasiva con los ladrones, jamás ha habido otro gobierno de tan bajo nivel, técnico y retórico.

La política puede ser considerada un arte y los políticos unos artistas. Pero estos hacen de la política un oficio de baja estofa, y ellos asemejan una banda de pésimos actores de una pésima compañía de teatro montada para mejor saquear. Todavía se oyen ecos de las necedades del jefe: de los hilillos del Prestige, del primo que negaba el cambio climático, de “la niña”, de los chuches, o del "bobo solemne" como llamó al anterior presidente en sede parlamentaria... Perlas grotescas y ridículas de un incompetente ambiguo y sospechoso de haber cobrado sobresueldos no declarados.

Parece ser que por ahora el número de los imputados pasa de 400. Pero aunque sean cientos, parecen miles, y los no imputados están en espera de serlo o son sospechosos o ya están entre rejas aunque, como siempre sucede, sea por poco tiempo, recuperando el dinero escondido y dando por bien empleada la falta de un poco de libertad.

Al paso que va el país y como consecuencia del tirar de la manta de unos y del desmadejar de otros, la clase política, la empresarial, la banca y la monarquía deberían dar por terminada su representación en este patética farsa democrática.

Para el comienzo de la regeneración política, habría que empezar abrogando la Ley D'Hont Electoral que da lugar a un panorama desalentador en el reparto nominal del poder; un poder concentrado en dos partidos únicos a efectos prácticos que son los que han originado la catástrofe económica y moral que padecemos. El pueblo debe recuperar el poder que en realidad nunca ha tenido. Actúe el pueblo, antes de que estos charlatanes impresentables vacíen las arcas públicas, y antes de que se produzca la total descomposición política y social.

richart.jaime@gmail.com


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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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