Cuando visité a la URSS invitado por el Sindicato de Trabajadores de la Educación, la Ciencia
y la Cultura la única cola que pude ver en Moscú fue la interminable fila de trabajadores que
esperaban pacientemente para ver la tumba del líder de la revolución socialista, Vladimir Lenin, en
la histórica Plaza Roja del Kremlin.
Hasta hace unos días Venezuela fue literalmente un paraíso para los maulas especuladores del
capitalismo importador. Después de 15 años, con la recién aprobada Ley Habilitante pensada para
combatir la usura y la corrupción, la burguesía tiene toda la razón de quejarse y patalear. No
tienen necesidad los mercantilistas de acudir a la mentira, a la cual nos tienen acostumbrados,
para justificar su indignación por la aplicación de la justicia y la razón contenida en una política
justa que regule las ganancias del capitalismo salvaje. Vale la pena recordar que los gobiernos
capitalistas de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) y de Jaime Lusinchi (1984-1989) aplicaron el
control de precios, en ocasiones, con el famoso precio de venta al público (PVP). Rafael
Caldera, en su segundo gobierno (1994-1999) fue el último presidente de la IV República en
incomodar a los comerciantes cuando decretó aquel famoso precio máximo de venta al público
PMVP y a nadie se le ocurrió considerarlo socialista, por razones obvias. Aquella política, la cual
se mantuvo sólo dos años, generó opiniones favorables de algunos marxistas porque aquella
regulación de precios puesta en práctica por Caldera, según estos teóricos, estrangulaba al libre
mercado, es decir al neoliberalismo.
A Maduro hay que seguirlo apoyando pero sin hacerse falsas ilusiones. La ola de consumismo
popular que se ha despertado con las inspecciones a las grandes tiendas y con el establecimiento
de precios justos tiene el doble filo de una contradicción implícita porque el consumismo no es
socialista y mucho menos la protección al mercado capitalista. Si estas premisas quedan claras
en la conciencia de las mayorías nada se habrá perdido pero si las masas proletarias terminan
por creer que la economía socialista consiste en una simple regulación de precios con la cual
supuestamente se elimina la plusvalía, entonces estaremos estimulando una confusión de marca
mayor que no dudo terminará dándole la razón al capitalismo popular de la Maricori que a la
larga abancará el triunfo electoral de la derecha.
Las mayorías chavistas saben que con la derecha opositora la única alternativa económica es el
neoliberalismo embalsamado con el terrorismo de estado de la IV República cuya reimplantación
sería más probable que la anacrónica práctica del fascismo añorada por los de las camisas
amarillas. También deben saber los chavistas que con la Ley Habilitante, como está planteada, sólo
se promueve un capitalismo con rostro humano pero no se profundiza la revolución socialista. Eso
hay que decirlo para poner los pies sobre la tierra. La clave revolucionaria estaría en la sustitución
del papel protagónico de la burguesía importadora por la participación protagónica del pueblo en
las importaciones mientras se concreta la transformación del actual estado rentista capitalista
por un estado productor socialista.
No hay ninguna señal de Maduro que permita suponer la aceptación de la propuesta positiva del
partido comunista para no seguirle vendiendo dólares preferenciales a la burguesía importadora.
Todo lo contrario Maduro y Ramírez se han comprometido con los capitalistas para, previa la firma
de un contrato, continuar subsidiando a la oligarquía con dólares baratos. También el gobierno
piensa reponer, así lo han manifestado algunos de sus voceros, los inventarios a los comerciantes
con importaciones realizadas por empresas del estado que abastecerían la cadena del mercado
capitalista. Otro gallo cantaría si el gobierno revolucionario le diera poder al pueblo habilitando
a las comunas socialistas para que éstas pudieran importar y vender ellas directamente, sin
intermediarios, los artículos que la comunidad demanda. Si la Habilitante sirviera para ese fin
sería otra cosa y Maduro estaría entrando por la puerta grande del cambio histórico.
*Profesor universitario jubilado.