Chevron al banquillo

Ecuador mantiene en el banquillo de los acusados a Estados Unidos de Norteamérica, un país con más de 12 trillones de dólares de Producto Interno Bruto anual. Fácilmente encabeza el mundo de las naciones ricas. Dentro de su territorio maneja casi 200 millones de automóviles y para el resto del planeta controla los mercados con docenas de sus marcas. Diariamente consume más de 24 millones de barriles de petróleo, lo que significa 720 millones mensuales y ocho mil 640 millones de barriles al año, es decir, el 25% del total producido en todo el planeta.

Por supuesto, los acusados no constituyen la única gran potencia estratégicamente interesada en la disponibilidad y la circulación de todo el petróleo sudamericano. Otros también dependen y desean cada vez más el aprovisionamiento fácil del exterior, mientras que Ecuador procura dominar los flujos de su crudo y gas natural emergentes, rodeados de países acusados por el orbe de controlar un recurso que más bien se encuentran defendiendo.

Un ejemplo podemos verlo en el peso ejercido en la región del Golfo Pérsico, países poseedores de las dos terceras partes del crudo existente en todo el planeta. Hasta los inmigrantes e ilegales nepalíes que son explotados en la construcción de suntuosos hoteles en los Emiratos Árabes Unidos —país de la OPEP— saben que la demanda de energía va a seguir aumentando en las próximas décadas; por eso es seguro que el Golfo Pérsico continuará en el ojo del torbellino de la intensa competencia planetaria. Además de ser una región desgarrada por la infinidad de rivalidades de poder, escisiones religiosas y disputas territoriales.

Ecuador no tendría tantas similitudes, pero sí la más importante: el petróleo. Todo se da en un terreno donde la demanda mundial va en aumento y su valor estratégico resulta muy evidente. Por tal razón, hay que proteger los sitios de aprovisionamiento. ¿Quién podría hacer caso omiso en alguna región por poco propicio que fuese el clima para las inversiones?

Sin embargo, no todo termina allí, pues una de las petromonarquías más poderosas —Arabia Saudita— produce —desde el 2009— 10,9 millones de barriles diarios. Los persas, Irán, 3.950.000; Kuwait, 2.580.000; Irak, 2.450.000; Emiratos Árabes Unidos, 2.444.000. Todas estas cantidades explican por qué las inversiones norteamericanas en el Medio Oriente hayan sido exclusivamente petroleras, en tanto que sus negocios industriales o de otro tipo —donde sí les exigen respetar lo ambiental— tienden a concentrarlas en Europa Occidental y Canadá.

Este y no otro ha sido el juego de la geopolítica ambiental, ciencia que trata de encontrar lazos que vinculen los eventos políticos de la tierra señalando a los estados directrices de vida política. Los estudios geográficos e históricos de estos hechos sociales, económicos y de su relación, enumeran conductas políticas y capacidades explicadas y previstas, basadas en el ámbito que pueda llegar a determinar lo tecnológico, cultural y económico de los estados, habilidad interna y externa con relaciones de poder entre las naciones.

Esto asimismo explica por qué la mayoría de los países consumidores dependen de fuentes de energía externa que tienen que importar, haciendo que esta dependencia sea cada vez mayor por cuanto las nuevas políticas energéticas tendrán que demandar directrices cada vez más rigurosas en lo ambiental, frente al porcentaje de consumo de las distintas fuentes.

A las políticas imperiales todo no les ha salido bien. Su inestabilidad está significando un impedimento para la estabilización política de los ricos hidrocarburos. Mientras su crisis distorsiona sus importaciones de petróleo, hoy —Ecuador—uno de los principales miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo los acusa.

Bien entendido, este escenario se presenta como un larvado conflicto interno que parecería no tener fin pues los compromisos que se han acelerado en el planeta terminarán alcanzando la inestabilidad para su desarrollo.

Las localizaciones distintas aunque frecuentes de los conflictos no están muy alejadas de nuestros territorios, y sobra decir que afectan. Están situadas por tanto en territorios del Arco Andino-energético, contribuyendo a presenciar especiales circunstancias que arrojan luz sobre las concepciones al respecto con intereses nacionales desgajados del entorno inmediato en cuanto a intereses compartidos con otras naciones y sus lógicas e inmediatas consecuencias: alianzas también inevitables son el riesgo de los conflictos permanentes.


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Miguel A. Jaimes N.

Politólogo. Magister scientiae en ciencias políticas. Doctor en ciencias gerenciales. Posdoctor ontoepistemología en geopolítica de las energías. Cursando doctorado en letras. Cursando Posdoctorado en literatura del petróleo en Venezuela. Libros: El oculto poder petrolero, apertura petrolera, poder de PDVSA vs. poder del estado. Petrocaribe la geogerencia petrolera. Primera edición. Petrocaribe la geogerencia petrolera. Segunda edición. Director del diplomado internacional en geopolítica del petróleo, gas, petroquímica y energías – Venezuela. Director de la web https://www.geopoliticapetrolera.com

 venezuela01@gmail.com      @migueljaimes2

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