García Márquez, distante pero no ajeno

Somos del mundo político de la sensibilidad que nos mueve. García Márquez llevaba por dentro mucho pueblo, muchos recuerdos de la vida difícil aunque siempre maravillosa de los pueblos caribes colombianos. Esos pueblos convierten la desdicha en cantos y bailes, más que en ganas de guerrear, porque en la gente costeña habita la esperanza de los terremotos de los tiempos que aparecen como los terremotos de la tierra, cuando menos se espera y con la crudeza inimaginable de la muerte. Dijimos que su sensibilidad estaba a favor de los humildes y en el anhelo de un mundo mejor. Tempranamente hizo amistad política con Fidel Castro, con quien debatía sobre las cifras de la desigualdad y sobre los crímenes políticos de las dictaduras de derecha en América Latina.

En Venezuela, fue aliado del Movimiento al Socialismo, un partido de centro izquierda, que luego giró a la derecha, cuando se necesitaba consistencia para respaldar cambios agrestes pero necesarios. Llegó a estar muy confundido con la figura de Chávez, antes de asumir el poder. La prensa que podía leer y los comentarios de viejos amigos y protectores del Gabo, como Plinio Apuleyo Mendoza, le decían que allí había un potencial bellaco, una especie de pirata de la política, aunque después conoció a Chávez y en presencia de Fidel entablaron largas conversaciones que terminaron en un avión de vuelta a Caracas, con Chávez como presidente constitucional y él con la sopresa de que ese hombre que le habían atacado tan cruelmente por la prensa, era en realidad la esperanza de un pueblo, que conocía con profundidad. Había estado en Venezuela y vivió los años finales de la dictadura de Pérez Jiménez, y las historias contadas por Chávez a García Márquez, marcaron el respeto mutuo a dos formas de hacer la política, aunque con el mismo instrumento: La palabra.

Recuerdo la tensión de me causó "Miguel Littin clandestino en Chile", allí García Márquez marca distancia inconmensurable con el gorilismo, y se llega a percibir el deseo de haber terminado con la vida de Pinochet, si hubiese sido una novela y no una crónica extensa de un hecho verídico. El discurso y la vida del Gabo se consideran de izquierda, pero cauto, como pareciera ser necesario a los eruditos que no pueden hacer de la vehemencia su razón de ser, siempre estuvo en la línea tenue de enterarse de la verdad mágica de los acontecimientos de América Latina. Su odio apacible por Vargas Llosa, se debió a la falta de compromiso de este último con América Latina, en su arrogancia Vargas Llosa prefirió seguir el canto de las deidades monárquicas, remanente del absolutismo disfrazado de constitucional y democrático, parasítico de las sociedades europeas.  

Es muy temprano para develar todo el pensamiento político de García Márquez, pero quien ama al pueblo sin ambages no puede ser un conservador, ni un hombre de la derecha. Estuvo distante pero no ajeno a la revolución bolivariana.  Siento y percibo a García Márquez departiendo con Chávez en el cielo universal, esta vez con menos ataduras, tomándose un trago de aguardiente colombiano y cantando juntos algunas canciones costeñas y llaneras. Ya sabe que Chávez nunca tuvo dos caras, como una vez lo escribió, pues su propia alerta le sirvió para medir bien el papel que le correspondía en la historia. García Márquez tampoco fue ambiguo, de dos caras.

Si algo aspiró el escritor nacido en la costa Caribe colombiana, en esa pequeña población que le ama en la distancia, fue lograr la paz de Colombia, Fue mucha la sangre que corrió mientras estuvo en vida, y frente a eso García Márquez se apoyó en sus amistades de izquierda para bajar el tono de la lucha, sin dejar de lado las causas que la originaron y que deberán producir rectificaciones y nuevos espacios para la izquierda colombiana.

De allí, este epitafio que marca su hora material final:

Anda, guerrero feliz e indocumentado ya abriste el camino para otros porque ahora somos lo que somos sin tapujos o falsos temores tu pluma esculpió cada pueblo y por ti sabemos que las estrellas son nuestras exclusivamente nuestras por eso, aunque no lo quieren los poderosos somos los dueños de la luz.


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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