Hoy (ayer) están votando los colombianos en segunda vuelta para escoger presidente entre Juan Manuel Santos, aspirante a la reelección, y el candidato de Álvaro Uribe. Superarán la escasa votación de la primera vuelta, cuando la abstención llegó al 70% y Óscar Zuluaga superó a Santos por escasa diferencia. Las encuestas los mostraban hasta esta semana bastante equilibrados.
Desde Venezuela y otros países vecinos, las vemos como una confrontación entre la guerra y la paz. Desde antes de 1964, cuando se fundan las Farc, liderada hasta su muerte por Manuel Marulanda, existe esa guerra. Comenzaron siendo unas guerrillas organizadas a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en abril de 1948, para la defensa de los campesinos, y crecieron apoyadas en sus éxitos hasta transformarse en un ejército de más de 10 mil efectivos.
Después de varios esfuerzos con distintos presidentes, en La Habana ha sido posible una negociación de las partes que han llegado a acuerdos en tres de las cinco grandes cuestiones acordadas, y hace poco se anunciaron negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional, con el cual iniciaron contactos en Imbabura, Ecuador, en enero. Por primera vez se ha estado muy cerca de alcanzar la paz. Sin embargo, todo puede derrumbarse según las votaciones de hoy.
Nunca antes los resultados de unas elecciones en otro país generaron tantas expectativas por sus incidencias en Venezuela como estas de hoy. Es tanta que muchos venezolanos opositores desean un triunfo de Zuluaga persuadidos como están de que harán más tensas las relaciones entre ambos países, crearía nuevos problemas al gobierno del presidente Maduro y ellos tendrán mas allá de las fronteras focos de apoyo y de penetración.
Si los colombianos se dividen hoy entre partidarios de las negociaciones que conduzcan a la paz y quienes creen que solo con el uso de la fuerza será posible acabar con las Farc-ELN y echar las bases para la pacificación, uno aquí tiene razón para preguntarse: ¿cómo es posible que sean tantos quienes prefieren que siga la guerra hasta el exterminio? Y ¿por qué la guerra aparece apenas en cuarto lugar entre los problemas de los colombianos según encuesta de Gallup?
Aunque nos resulte una paradoja, parece que las fuerzas del uribismo se concentran desde el Caquetá hacia el sur, y en general en aquellas zonas donde la guerra ha sido más cruenta, y ha habido más muertes y destrucción. A pesar de que con los gobiernos de Uribe hubo 2,5 millones de desplazados y con Santos las Farc recibieron muy duros golpes y perdieron a tres de sus jefes, y las negociaciones se desarrollan sin tregua alguna, como si no le perdonaran a Santos que entrara en negociaciones y avanzara por ese camino hacia la paz.
Nosotros deseamos que, para bien de las relaciones entre ambos países, los colombianos se pronuncien mayoritariamente por Santos, pero no debe sorprendernos su derrota.
Y a propósito, si en el Sebin le preguntan el martes a Gabriela Arellano si tiene relaciones con funcionarios de la embajada norteamericana, no responderá lo que le dijo a Carlos Croes cuando se lo preguntó: que ni siquiera tiene visa.
Quienes pretenden desconocer el triunfo de Brasil sobre Croacia, olvidan que, de los cuatro goles de ese partido, ninguno lo anotó un croata.
A la Fifa, tan ensombrecida con manchas de corrupción, aún le queda dinero para repartir unos seis millones de dólares a cada uno de los 32 participantes, y 50 entre los finalistas. Hasta la FVF recibirá lo suyo: $750 mil en dos porciones.
No hay más cumbres de América, convocadas por Washington, sin Cuba, acordaron los países de la Alba. ¿Qué hará la Casa Blanca? Pues ese montón puede crecer.
Venezuela recibirá otro espaldarazo en la Cumbre del Grupo de los 77 más China, reunida en Santa Cruz, Bolivia, que tangencialmente reforzará a Evo Morales para la reelección.
Buena parte de los medios internacionales en Brasil fueron a cubrir incidentes contra el Mundial y contra el gobierno de Dilma Rousseff. Escuché a un comentarista desde el aeropuerto de Sao Paulo comentar que en un sitio a 10 kilómetros del estadio había una protesta donde ¡se reunieron más reporteros, camarógrafos y corresponsales que protestantes!.