Pero no con los mismos que han venido trajinando a este país durante cuarenta años. Inspiran odio o, lo quizá es peor, desprecio. Y si no lo creéis, echad un vistazo. Ya sé que lo hacéis todos los días y estáis al tanto de todo lo que nos llega a la retina y al oído. Ya sé que lo sabéis todo, o eso creemos, y que nos basta para hacernos una idea de la clase de nación de naciones donde nos ha tocado vivir, y a muchos sólo sobrevivir. Pero yo te pido que lo mires, como el pintor mira el conjunto y al tiempo cada detalle para fijarlos en el lienzo o en el cañamazo. Se me antoja un boceto de Delacroix o, más delirante, de El Bosco. Total, cuarenta años de vergüenzas soterradas...
No hay espacio, ni institución, ni super o infra estructura, o rincón que no sea un montón de detritus, de basura, de inmundicia, de naturaleza muerta y además corrompida. Luego, por otra parte, el lenguaje está corrompido, la ética corrompida, la justicia corrompida, la enseñanza corrompida, la sanidad corrompida, la política corrompida, la religión mayoritaria corrompida... Jueces defenestrados por atreverse con los poderosos. Decenas de miles de ciudadanos engañados, estafados, robados por una banca en manos de ladrones metidos a políticos. La pobreza y la desnutrición infantil progresa... Fulleros, tramposos, pícaros, estafadores del poder nos acechan para hacernos la vida imposible. Ya no hay esperanza para amplísimas bolsas de población. En sus declaraciones más o menos ocasionales, los que mandan a golpe de decreto atacan a repúblicas como la de Venezuela, como si el gobierno español no fuera de todo occidente el más corrompido, el más involucionista y el más cercano a una dictadura. Pero también otras instituciones de las que cabía esperar honradez, están contaminadas. El nepotismo está enquistado en las Administraciones públicas. El partido que se ha hecho pasar durante años por ser de izquierda y obrero ha terminado aliándose y fundiéndose con su adversario. En los años que ha gobernado, ni ha denunciado el Concordato para corroborar que éste es un estado laico, ni ha reformado la ley electoral, ni ha cuestionado la monarquía sabiendo que los orígenes de esta farsa democrática estaban viciados y que la Transición fue una maquinación al servicio de la clase política y social de toda la vida. Nada hay que nos permita levantarnos un día con la ilusión de vivir en el mejor de los mundos posibles, o con la tranquilidad de que esa ilusión dure más de un instante.
Sí, ya sé que tú, a quien no te falta de nada, que lo tienes todo, incluido el futuro, el tuyo y el de tus seres queridos porque tienes fortuna y todo asegurado, te sientes feliz porque no ves a tu alrededor nada que no seas tú y tus círculos sociales igualmente blindados. Pero te engañas. Te crees feliz pero te falta lo esencial: sosiego y equilibrio. Pues vives con la sensación de que por mucho que poseas, en cualquier momento puedes perderlo todo. Incluso si lo tienes en un paraíso fiscal temes que mañana puedan descubrirte y por eso te llevas tus saqueos de acá para allá. Y si no te das cuenta de que tu vida es pura mentira y vives a lo grande a costa de los demás es porque careces de conciencia, conciencia de "el otro", conciencia social, porque eres una bestia parlante. Sí, ya sabemos que como tú hay centenares de miles. Pero no te consuela. Te arrastras y empiezas a pensar que un buen día la turbamulta pueda arrebatártelo todo en una súbita revolución. Por eso te rodeas de seguridad, de sistemas de alarma, de escoltas o de guardaespaldas. Y por eso, a menudo te preguntas ¿vale la pena vivir así? Vacilas. Pero eres un adicto al dinero y al poder. Todo te parece poco. Ya sólo puedes vivir la vida como la corres aunque palpes el odio de tantos...
Primero, quizá, tomas alcohol y ansiolíticos, luego anfetaminas, luego barbitúricos, luego heroína... Por eso dices y haces estupideces y razonas y retuerces con falacias y retruécanos la realidad, la tuya y la ajena, la de millones de seres humanos: prueba de que deliras. El poder y el dinero te están volviendo loco o tonto o ambas cosas a la vez. Se te nota en cuanto abres la boca, en el parlamento o en cualquier otro lugar. Pero ahí sigues, caricatura de ti mismo.
Y si no fueras de esa clase, si eres de la opuesta, es decir, una más de las víctimas que en este país se cuentan por millones de la justicia social y de la justicia ordinaria, no será un sereno anochecer ni la aurora, más fuerte que la noche, lo que te conmueve. Lo que te mueve es el odio, el odio legítimo, el odio contra los anteriores en que se han transmutado tantos sentimientos antes apacibles...
En este escenario en que finanzas, políticastros, empresarios de baja estofa, tribunales corruptos, realeza de pacotilla y periodismo oficial cómplice han convertido a este país en una pocilga social, las únicas fuerzas capaces de sacarlo de la zahúrda en que se encuentra son los emergentes movimientos sociales. Ellos promoverán un proceso constituyente y a ellos se unirán las restantes fuerzas de calidad para conseguir lo que nunca ha tenido pese a los aspavientos de muchos de sus histriónicos personajes históricos: grandeza moral, altura de miras, estabilidad social, respeto y exaltación, sólo, del intelecto, de la creatividad y de la sensibilidad que son los valores de toda gran República...