La burbuja norteamericana en Latinoamérica puede continuar un poco más de tiempo, pero, llegado ese momento estará detrás de los japoneses y chinos, sudcoreanos y los franceses en informática y en lo industrial, las claves de la economía capitalista entrarán en una perfecta contradicción. Según la Comisión Económica para América Latina (Cepal), las inversiones de China en Latinoamérica han superado los 8.000 millones de dólares en 2011, alcanzando el 13,7% del total. En 2011, China entró en el primer lugar como mercado de exportación para Brasil, Chile y Perú, y fue el segundo socio en términos de exportaciones para Argentina, Cuba, Uruguay, Colombia y Venezuela. Pekín lleva a cabo construcción a gran escala en las ciudades de la región, crea redes de carreteras y vías férreas, mientras que Latinoamérica cuenta con todos los recursos naturales para los proyectos ambiciosos de China. A su vez, la presencia de China en la región va intensificándose. El comercio de China con América Latina creció de 15.000 millones en 2000 a alrededor de 200.000 millones durante el año pasado y los líderes chinos predicen que para el año 2017 esta cifra alcanzará los 400.000 millones de dólares. El 40% de las exportaciones mundiales de la agricultura latinoamericana van al país mandarín.
Las empresas japonesas aliadas a Estados Unidos han tenido que hacer grandes inversiones y otorgar descuentos a sus clientes fijos para hacer de lado, las ganancias de corto plazo e invertir en proyectos de largo plazo, el cual rendirá frutos a la larga. Mientras, China busca el ensanche de sus fronteras económicas y actúa con precaución,pero, firmemente en la Sur Continental para la creación de grandes obras de infraestructura para el desarrollo de proyectos para Venezuela para el desarrollo de proyectos para Venezuela. Este gigante asiático ha financiado un aproximado de 50.000 millones de dólares a éste país latino.
Estado Unidos ha dejado un gran vacío en la región, las relaciones jamás determinaron una postura fácil y su papel en este tiempo ha sido de espionaje industrial y político, utilizando la figura de dirigentes de la derecha y la misma MUD, antigua Coordinadora Democrática. Existe una nueva política industrial de Brasil, la reforma energética de México y las zonas económicas especiales de Cuba, es un movimiento bursátil atractivo que atrae a éste titan asiático a la región. Las razones son obvias. Hoy, las corporaciones en Estados Unidos están dominadas por un ethos especulativo, en donde es constante el recambio del personal del más alto nivel y el acaparamiento de acciones está siempre en el horizonte. El balance final de este año de muchas empresas multinacionales es lo único que le importa a los directores ejecutivos, quienes pueden no estar en posición de obtener ganancias en el balance del año que viene (ya no digamos en el balance final de los siguientes diez años). Y el gobierno estadounidense gasta todo su dinero en inversiones militares y en deducciones de impuestos para los muy acaudalados. No queda nada para la inversión capitalista de largo plazo. Los japoneses y chinos en cambio invierten en "transformaciones para un siglo", según palabras de Kazuhiko Ogawa, gerente general de la sección de estrategia de redes e Internet en Nippon Telegraph & Telephone.
Éste es el modo en que la decadencia hegemónica se configura en sí misma. El país líder se concentra en situaciones de corto plazo, y con exceso invierte en gastos militares infructuosos. La especulación reemplaza la innovación como fuente de ganancias. Y antes de que se dé uno cuenta, los otros (en este caso los japoneses, pero no están solos) aceleran y controlan la tecnología del futuro. Esto es lo que Estados Unidos hizo cuando, ay, hace tanto tiempo, era una potencia económica en ascenso
La única forma de revertir esto, aunque sea parcialmente, es un viraje cultural importante en Estados Unidos. George W. Bush no estuvo, para nada, preparado ni para pensarlo. ¿Están Hilary Clinton o Barack Obama listos para ejercer su liderazgo en esta dirección? Nada es menos seguro. Esperemos de nuevo la repuesta republicana.
El ejemplo clásico de esta política de expansión es la construcción de un canal en Nicaragua, que debe duplicar el de Panamá, una vía para China de difundir su influencia en todos los Estados del Sur y Centroamérica con un manejo de bajo costo, el cual resultara rentable para los pequeños empresarios de la región