Ferguson, un presente xenófobo

Ayer veía de nuevo la película Mississippi en Llamas, -o Mississippi Burning su nombre en inglés- la vi cuando recién emigré pero no entendía palabra de inglés no la pude comprender en toda su expresión. El día que sucedió lo de Mike Brown pensé en esa película, también imposible que no viniera a mi memoria El Color Púrpura –The Color Purple- La cabaña del tío Tom –Uncle Tom´s Cabin- o el recuerdo de los veranos cuando me tocaba ir a dirigir juegos de fútbol a los barrios de afro descendientes, el ambiente es pesado y el aire ralo irrespirable no por ellos, no por la gente del lugar que me hacía sentir en mi arrabal, sino por el acoso constante de la policía.

La forma en que un hombre uniformado se siente superior y con el derecho de humillar a otro por su color de piel le hacer hervir la sangre a cualquiera que crea firmemente en la equidad y el respeto.

Tengo un amigo que es negro emigrado de África, negro noche cerrada, y cada vez que salimos veo cómo se le quedan mirando los blancos, con esa autoridad inquisitiva de la arrogancia y de sentirse parte de una dinastía exclusiva por un color de piel claro. Él baja la mirada y cuando lo hace yo lo tomo de la mano y cierro el puño fuerte, y le digo que no tiene nada de qué avergonzarse, que camine con la espalda recta y viendo de frente, porque su color de piel milenario tiene historia y debe honrarla. Honrar sus genes, a sus ancestros y también a quienes serán sus descendientes. No es mucho lo que yo puedo hacer para cambiar la forma en que las miradas blancas fulminan la autoestima de cualquier afro descendiente en este país xenófobo. Aún no les pasa el trago amargo de tener un presidente negro.

Para hacerlo sonreír le digo que ningún hombre blanco por más que se mate haciendo ejercicio jamás logrará tener los músculos tersos que tienen los negros, ni las mujeres esas curvas macizas que tienen las negras. Y es la verdad, no le estoy mintiendo. Le digo que ninguna voz de blanco se ha igualado a la de los negros que cantan Góspel. Tenemos el Blues, -le digo porque soy Garífuna y también soy negra- que tiene sus raíces en África y fue traído por esclavos a Estados Unidos, tenemos el Jazz que es un grito de protesta. Tenemos a los mejores atletas del mundo, sino que lo diga Cuba. No son los blancos más inteligentes que los negros. Tienen el poder, la tierra y el dinero porque mataron, torturaron y esclavizaron para poseerlo, pero de trabajo curtido nada. De digno no hay nada en la "dinastía de sangre azul."

Hace varios años recién emigrada fuimos con mi hermana a pasear al Navy Pier, me estaba mostrando el centro de la ciudad de Chicago, hay una especie de malecón donde rebotan las aguas del lago Michigan, pensamos en almorzar ahí y como era domingo los restaurantes estaban llenos a reventar, hicimos cola y mientras esperábamos recuerdo que mi hermana quería mostrarme algo que había en un puesto donde vendían souvenirs, entonces fue y me gritó desde ahí, estaba tal vez a unos quince metros de distancia: ¡Negra! Y un niño afro descendiente que unos trece años que estaba atrás de mí le contestó temeroso: ¡Yes, ma ‘am! Yo sentí que me tragaba la tierra. Mi hermana cambiaba colores porque él escuchó nigger que es una palabra que se utiliza para dirigirse a una persona negra en claro tono peyorativo. Mi hermana se acercó y lo abrazó y le dijo que éramos guatemaltecas y que mi familia me dice de cariño Negra y trató de explicarle que es una palabra dulce. A mí me encanta que me digan Negra, mi familia me dice así y mis amigos del alma. En Guatemala es tan común pero aquí comprendí que mencionarla puede herir sentimientos y ser causal de agravio.

Al ver Ferguson en llamas en estos días, pensé en aquella fotografía legendaria de los puños negros levantados en el podio de los Juegos Olímpicos en México, en 1968 (cuando fue la masacre de Tlatelolco) la reivindicación del movimiento de Las Panteras Negras que denunciaba ante el mundo entero la humillación racial en Estados Unidos. Y eso es un atleta de verdad, lo personal es político por ende el deporte también, pocos con ese nivel de conciencia y de agallas. Lo que vino después de ese momento lo podemos leer en relato, "Espejos" de Eduardo Galeano.

Viendo las manifestación en Ferguson en su mayoría de personas negras, vino a mi mente el libro The Help, Rosa Parks y su legendaria fotografía, de pronto el discurso "Tengo un sueño" de Martin Luther King, Jr. La mirada honrada de Malcolm X. Vino a mi mente el nombre de Harriet Tubman, mujer que luchó contra la esclavitud en la Guerra Civil estadounidense. Cómo olvidar el discurso pronunciado en 1851 por Sojourner Truth, en la convención de mujeres de Ohio. Búsquelo, llega al corazón de la médula.

Cómo no admirar el cabello afro de Ángela Davis que fue toda una denuncia social. El temple de Alice Walker al escribir El Color Púrpura. A Maya Angelou, con ese inspirador poema Phenomenal Woman. Está Gabrielle Douglas la primera gimnasta afro descendiente en ganar medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Cómo olvidar los puños de Muhammad Ali. El Poder Negro es inmenso, descomunal, tiene la garra, la euforia y al dignidad milenaria del continente del cual todos tenemos raíz. La hermandad mostrada en la enigmática historia de Ella Fitzgerald y Marilyn Monroe. El activismo de Ángela Davis y Gloria Steinem, muestra de la solidaridad la fotografía de ambas reivindicando el Poder Negro.

La escena final de la película Mississippi en Llamas es en un cementerio con la reunión de la congregación de la iglesia del poblado y los vecinos que van a rendirle una especie de homenaje a las víctimas del Ku Klux Klan, la cámara enfoca mientras la comunidad canta Góspel, una sola tumba con una lápida partida por la mitad donde se lee: 1664 para nunca olvidar.

El Nunca Más, latinoamericano. El Holocausto, "para que no se vuelva a repetir".

Vino a pocos kilómetros del poblado que sigue siendo el corazón del movimiento del Ku Klux Klan en Illinois, ahí mismo vive la mayor parte de la comunidad judía sobreviviente del Holocausto, pero no viven negros ni latinos. Le dejo de tarea preguntarse por qué.

Y ése es el enorme trabajo de todos: no olvidar la memoria histórica, de quiénes fueron oprimidos, esclavizados, de quiénes dieron la vida por la libertad de otros, de quiénes levantaron la voz. No nos podemos quedar callados, callar es solapar.

Pero bueno, hoy Viernes Negro y el capitalismo en Estados Unidos hace de este día su agosto, hermoso sería que esas multitudes que abarrotan los centros comerciales un día como hoy se lanzaran a las calles a manifestar por Ferguson y Mike Brown, es mucho pedir que lo hagan por la reforma migratoria que legalizaría a quienes les limpian sus casas, cuidan sus niños, lavan sus carros y podan sus jardines, siembran las frutas y verduras que se comieron anoche en la cena de Acción de Gracias.

La conciencia cada día se pierde más en la vorágine de la comodidad, la apatía y la desmemoria.

Ferguson fuimos, somos y seremos todos en cualquier lugar del mundo, porque el racismo y la discriminación aunque con diferente bandera los solapamos todos.

Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado

Noviembre 28 de 2014.

Estados Unidos.



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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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