¿El indigenismo puede cambiar la situación?

Inspirado en algunos escritos del investigador, compañero y amigo, Guillermo Sánchez Pérez, sobre el indigenismo como modo de recuperar el espacio tan podrido, expoliado y de corrupción que se vive en Canarias; añadido a la recuperación del protagonismo de la madre tierra en la Bolivia de Evo Morales, recuperé la memoria sobre una de las historias coloniales de la España sangrienta y prepotente de allende los mares. Concretamente la leí en mi última escapada a Colombia y creo que refleja el sentir de lo que hoy día aguantamos, todos los procesos coloniales que nos imponen desde cualquier gobierno metropolitano español.

Los que mal nos gobiernan van acumulando un creciente número de leyes injustas que siguen ahogando a los conformistas asfixiados y anulados por el miedo, ellos saben que los indígenas de Canarias, que son ahora mismo los más perjudicados por sus políticas de presión, aguantan las lluvias de multas y palos, casi sin rechistar. La historia criminal está de su parte y la experiencia de estrangular y someter, les dice que pueden apretar y que no pasará nada, ya que el miedo “neblina la conciencia y realidad del canario/a”, como decía  Manuel Alemán.

Para no dispersarme más, comenzaré a narrar resumidamente la historia que aquí nos emplaza, se desarrolla en Quindío y para entender lo tortuoso del camino, Alexander Von Humboldt que lo recorrió en 1801, deja escrito que era el paso más penoso de la Cordillera de los Andes, pero donde queda reflejado la dureza del viaje, es en una carta enviada a su hermano (1) Wilhelm Von Humbotdt "Lima, noviembre 25 de 1802”, donde destaca la desgraciada y mal pagada profesión de los cargueros indígenas:

Por mis cartas precedentes debes saber, mi querido hermano, mi llegada a Quito. Llegamos aquí, atravesando las nieves del Quindío y del Tolima, porque como la cordillera de los Andes forma tres ramas separadas, y nos hallábamos en Santa Fe sobre la más oriental, tuvimos que pasar la más alta para acercarnos a las costas del mar del sur. Solamente los bueyes pueden utilizarse para cargar, en este paso, el equipaje. Los viajeros se hacen cargar ordinariamente por hombres que se llaman cargueros. Tienen una silla amarrada a la espalda, sobre la cual el viajero se sienta, andan tres o cuatro horas por día y solo ganan 14 piastras en 5 o 6 semanas…”

En esta carta, ya podemos hacernos una idea de la dura vida colonial y de la miseria de los que la padecen, pero la verdadera nobleza y templanza del indígena, se conoce mejor cuando se le aprieta tanto, que se rompe el paso de rosca y es ahí, donde aparece la verdadera historia del digno y honrado indígena anónimo, relatada por el médico francés Charles Saffray, en su viaje a Nueva Granada, en un episodio que acaeció antes de la independencia (2):


"Un oficial español que atravesaba el Quindío parecía complacerse en injuriar a su conductor, porque le parecía que iba demasiado despacio, aunque el indio hacía cuanto le era posible. El viajero, empeñado en acelerar la marcha, gritaba siempre, y al fin, calzándose las espuelas, hirió con ellas al conductor. Llegados a un punto donde el camino bordea un espantoso precipicio de cuatrocientos metros de profundidad, el indio, que esperaba su hora; se arqueó de pronto sobre su férreo palo, y de un vigoroso empuje lanzó al oficial en el abismo. Todos los conductores del Quindío saben esta historia, y enseñan el sitio donde fue precipitado el viajero".

 

Moraleja de la historia: “Habrá que soltar el lastre que nos gobierna para poder caminar dignos y libres”.

pedrojbrisson@gmail.com

Bibliografía:

* Biblioteca Virtual Luís Ángel Arango

(1) “Alejandro de Humbolt en Colombia”. Extractos de sus obras compilados, ordenados y prologados con ocasión del centenario de su muerte, en 1859, por Enrique Pérez  Arbeláez, Dr. Phil. Edición de la Empresa Colombiana de Petróleos, Bogotá, Colombia, 1959. Impreso en Editorial Iqueima.

(2) “Doctor Charles Saffray: Viaje a Nueva Granada”  Volumen 110 de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Bogotá - Colombia, 1948.



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