España

Vivan las caenas

En 1808, los borbones Carlos IV y Fernando VII entregaron España a Napoleón y se refugiaron en el sur de Francia. En 1814, tras la derrota de Napoleón en Rusia, Fernando VII regresó a España como rey, pero negándose a acatar la Constitución de 1812 y persiguiendo a los patriotas que habían luchado contra la invasión francesa. Su regreso al país que había vendido se escenificó con un gentío que desenganchó los caballos de su carroza y tiró de ella al grito de "¡Muera la libertad y vivan las caenas!". 

La masacre de demócratas que siguió al golpe nazi-fascista de 1936, dió paso a cuarenta años de enfevorecidas -y multitudinarias- manifestaciones de adhesión al régimen, al grito de "¡Franco, Franco, Franco!". Tras la muerte del dictador, todo el mundo se volvió "demócrata de toda la vida" –y monárquico– sin solución de continuidad; incluso dando lecciones de democracia a la minoría que había luchado contra el régimen.

Aunque durante un tiempo hubo quién habló del "fascismo sociológico", tal concepto ha sido eliminado radicalmente del discurso oficial. Pero la realidad es empecinada. Si no, no se comprende que, tras tanto recorte, tantísima corrupción y tanta represión, más de un 33% de los electores españoles, en su mayoría asalariados, parados y pensionistas pobres, sigan votando al partido de derecha extrema (27,05%) o a su sucedáneo de extrema derecha (6,55%).

A siglos de servilismo siguieron 40 años de fascismo, y a éste otros cuarenta años de monarquía tardofranquista envuelta en celofán parlamentario. No es de extrañar, por lo tanto, que la barbarie feudal siga anidando en las mentes de buena parte de esos "ciudadanos europeos", que todavía se sienten como si en los dominios imperiales de España no se pusiera el sol y, en consecuencia, miran por encima del hombro a latinoamericanos, asiáticos y africanos, incluidos los canarios.

Nada más "español, español, español" que identificarte con los amos, con el sentir de los amos, con los deseos de los amos, aunque la miseria te coma por las patas para arriba. Vivan las caenas.



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Teodoro Santana Hernández


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