El presidente interino de Brasil no ha logrado consolidar su triunfo en el Senado y en la prensa contra el gobierno de Dilma y el PT, de la misma manera que en Argentina el gobierno neoliberal de Macri tampoco. La clave es la resistencia social a sus políticas.
En Brasilia desde intenta gobernar, Temer vive asediado por calles tomadas por manifestaciones multitudinarias, creciente huelgas obreras, tomas de tierras en zonas indígenas y por la corrupción que involucra a ministros y al propio mandatario, todo eso sobre una economía en crisis sistémica.
La renuncia del ministro Romero Jucá la semana pasada fue solo un ejemplo del síntoma de debilidad institucional de este gobierno, nacido de una derrota política del PT hace menos de un mes. El anuncio de la dimisión de Jucá tuvo lugar cuando se difundió en el diario Folha de Sao Paulo una grabación de 75 minutos obtenida por la Fiscalía General de la República en marzo pasado, en la que Jucá prometió al empresario Sergio Machado "estancar la sangría de las investigaciones de la Policía Federal una vez que el gobierno interino tomase posesión".
De este modo, Jucá habría prometido trabar la investigación de la conocida operación Lava Jato o Petrolão que lleva a cabo por la Policía Federal de Brasil, contra decenas de políticos brasileños, incluidos varios del PT de Lula.
La inestabilidad del gobierno interino de Michen Temer no es un hecho aislado. Aunque se trata del escenario más complicado en el continente. También se puede verificar en Argentina, donde el gobierno de Mauricio Macri ha debido enfrentar una resistencia sindical y social desde la primera semana de su gobierno. Más de 70 acciones sindicales parciales, tres paros nacionales de la Central de Trabajadores Argentinos, cuatro movilizaciones multitudinarias a la Plaza de Mayo, una concentración de 200.000 obreros industriales y de servicios, movilizados por las cinco centrales obreras del país que le envió un mensaje al gobierno: para imponer sus planes antes deberá enfrentar a esa masa obrera con larga tradición sindical. Además, en l apatagónica Santa Cruz enfrenta una rebelión obrera. Pero también en el parlamento, donde Macri muestra una debilidad que solo puede ser superada concediendo dádivas para comprar aliados circunstanciales. Y lo más sensitivo para el gobierno de Macri: su imagen cayó en 11 puntos entre la primera semana de enero y la última de abril.
Tampoco en Venezuela, donde la crisis económica exógena se combina explosivamente con el colapso del sistema de distribucion de alimentos, artículos de higiene y medicamientos, y un gobierno debilitado al extremo que perdió en diciembre pasado el control del parlamento. Tampoco la oposición logra convertirse en una opción de poder creíble y debe acudir a formas violentas, asesinatos selectivos, saboteos del sistema eléctrico, acaparamiento de mercadería y un atrincheramiento defensivo en el parlamento, en la OEA y en la prensa amiga en España, EEUU y el continente.
Su mejor recurso político, el Referéndum Revocatorio, está en entredicho por la aparición de decenas de miles de firmas falsas, que incluyen personas muertas y otras formas de truculencia.
Aunque en este punto la cosa es más compleja y en ese punto se concentra un gran punto débil del gobierno de Maduro. Aún con todas las trampas conocidas, el monto total de firmas entregadas por la MUD al ente electoral, indica que cuenta con una cantidad que supera con suficiencia las 197.000 firmas requeridas para legitimar su pedido de un Referéndum este año. Lo que no puede mostrar la MUD es el atractivo político que acumuló, por ejemplo, la alianza derechista Cambiemos en Argentina, para superar con facilidad al kirchnerismo.
Todos los estudios de opinión hechos en Venezuela (tanto opositores como oficalistas, nacionales como internacionales), señalan que la debilidad del gobierno de Maduro está acompañada de una imagen negativa de la oposición de derecha, la MUD, dividida y enfrentada entre "moderados" y "violentos".
Temer al borde de un ataque de nervios
La caída de Jucá es apanas el síntoma de una debilidad gubernamental que afecta a todo el sistema político brasileño, la crisis más grave desde 1964, cuando un golpe de Estado destruyó a otro gobierno progresista durante 20 años.
Basta pensar que la mitad del gabinete del Temer está acusado de oscuros negociados con grandes empresas que también financiaron campañas del PT, especialmente dos firmas gigantes, Petrobras y Odebrecht.
Geddel Vieira Lima, un ejecutivo de un gran banco público que ocupa la Jefatura de la Secretaría de Gobierno podría ser el próximo en hacer temblar el gobierno interino de Temer.
Además, Henrique Alves, que ocupa la cartera de Turismo, José Serra, de Exteriores, y Bruno Araujo, de Ciudades (ambos del PSDB), Ricardo Barros, del Partido Progresista y titular de Sanidad y Mendonça Filho, de Educación y Cultura, así como Raul Jungmann, Ministro de Defensa del PPS, aparecen citados en las investigaciones del Caso Lava Jato. En segundo lugar, sobre el propio Temer sobrevuela las sospechas de corrupción.
El presidente ha sido implicado por testigos en el caso Lava Jato así como por un senador que llegó a un acuerdo de colaboración con los investigadores. Sin embargo, no ha sido acusado de delitos hasta el momento. En sus primeras palabras a la nación, prometió apoyar la investigación de Lava Jato.
El presidente interino se refirió a las graves corruptelas en la estatal Petrobras, y aseguró en su discurso de toma de posesión que "es una referencia y, por tanto, debe tener la protección necesaria contra cualquier intento por debilitarla". Para Temer, "la moral pública será permanentemente buscada por los diversos métodos de control e investigación" que tiene el país, para que el que deseó "orden y progreso", la frase escrita en la bandera nacional que "no podría ser hoy más actual".
Además de los escándalos, ya surgieron disputas en el propio centro del poder interino. El ministro Henrique Meirelles aseguró la semana pasada que necesitaba imponer un nuevo tributo: la Contribución Provisoria al Movimiento Financiero (CPMF), impuesto muy impopular para el empresariado brasileño, especialmente el del poderoso Estado de Sao Paulo.
Su colega de la secretaría General de la Presidencia, Geddel Vieira Lima, rechazó esa alternativa: "Este no es el momento para recrear el impuesto (CPMF). Pero claro, ésta es una posición personal. Si fuera finalmente propuesto, deja de ser una convicción individual y pasa a ser una postura de gobierno. Entonces hay dos alternativas: o me voy (del gobierno) o defiendo la aprobación de ese gravamen".
Como advierte el analista de Infolatam, Rogelio Núñez, "La situación de Temer a corto plazo es de gran provisionalidad. El 12 de mayo el Senado brasileño aprobó el juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff por incurrir en un presunto crimen de responsabilidad sobre el cual no se han presentado pruebas."
Temer puede escapar a todo menos a la cruda crisis económica que sufre la economía industrial y agrícola de Brasil. Esto ya tiene expresión en las movilizaciones de los sindicatos que comenzaron a demandar exigencias que ya habían iniciado contra el propio gobierno de Dilma Roussef.
La gigantesca marcha del "orgullo gay" se transformó en una protesta masiva contra Temer, concentrando la demanda nacional de que se vaya y la denuncia de que es el represetante de un golpe institucional. Pero semanas antes, una masa abigarrada de miles de brasileños protestaron contra el presidente interino, Michel Temer, el mismo día que una filtración periodística develó el escándalo que sacudió su Gobierno. En la populosa Sao Paulo se produjo la concentración más numerosa, con centenares de miles de personas que gritaron "fora Temer" en la céntrica Avenida Paulista.
La creatividad popular y el buen humor de los brasileños llevó a varios centenares de jóvenes a apostarse ante la residencia del Presidente Interino y cantarle una dolida serenata, en Sao Paulo, sin importar que Temer se encontraba muy lejos en la Capital. La respuesta la ofreció la suegra de Temer, una señora llamada Norma Tadeschi, que imploró silencio a los manifestantes "para no despertar" al hijo menor de Temer, de 7 años.
En la populosa Río de Janeiro fueron protagonizados varios cacerolazos masivos en varios barrios pobres y de clase media al ritmo que los noticieros informaban de la caída del ministro de Planificación, Romero Jucá.
Un escenario político tan crispado no puede permitirle al gobierno interino de Temer y a los poderes que lo sostienen, la paz necesario para consolidar su triunfo en el Senado contra el gobierno debilitado del PT, de la misma manera que en Argentina, el gobierno de Macri está cada vez más nervioso ante el avance de la resistencia que no soporta sus tarifazos, la inflación y los despidos masivos, además de su involucramiento delictual en negocios off-shore.