Conversaba con un camarada médico que se siente muy conturbado por la decisión anunciada por el Secretariado de la FARC-EP de aceptar la entrega de sus armas y su desmovilización como ejército popular en el contexto del Acuerdo de Paz con el Gobierno colombiano.
Él me decía: te escuché muchas veces decir que para las FARC-EP el cese al fuego y la "dejación de las armas" no tenía nada que ver con entregarlas y desmovilizarse, que para esos heroicos camaradas "las armas conquistadas durante medio de siglo de combates y sacrificios no podían ser abandonadas hasta tanto no desaparecieron las causas que originaron la guerra": la violencia y corrupción de Estado, el terror oficial y para-oficial, las desgarrantes desigualdades sociales, el latifundio, el despojo campesino, la tutela y el injerencismo militar de EEUU, el saqueo imperialista, la degradación de la democracia, el reino de la impunidad de los delitos de Estado, las políticas empobrecedoras de la sociedad y del patrimonio natural…
Y esa es una gran verdad de la que tengo muchos y reiterativos testimonios de convicciones al respecto profesión en las FARC-EP, antes y durante los diálogos de paz.
Incluso, este apreciado camarada y talentoso profesional de la salud -con el que frecuentemente converso sobre éste y otros temas internacionales y nacionales- me recordó que en innumerables escritos e intervenciones radiales y televisadas yo había hecho referencias a las conversaciones que a final del siglo pasado había sostenido en la selvas colombianas con el camarada Manuel Marulanda, en las que éste me expresó "su oposición a cualquier modalidad de desarme y desmovilización de las FARC como ejército popular, subrayando que para él un esfuerzo, una construcción político-militar, que había costado tantas luchas, tanta sangre, tantos años, tantos sacrificios… no se debía disolver en una mesa de negociación, sin cumplir previamente su histórica misión de contribuir decisivamente a superar las causas que le dieron origen y sin alcanzar un curso político que posibilitara transformar la sociedad colombiana".
Entonces me vino a la memoria las declaraciones ofrecidas por el propio camarada Manuel el 6 de septiembre del año 1998 al periódico Clarín de Argentina a través del periodista Pablo Biffi, que luego localicé y ahora oportunamente opto por reproducirlas textualmente aquí:
"De acuerdo con la experiencia que hemos acumulado a lo largo de 40 años de lucha, para resolver los problemas sociales de este país se requiere de la presencia de las FARC. Nosotros haremos un acuerdo en algún momento, pero nuestras armas tienen que ser la garantía de que aquí se va a cumplir lo acordado. En el momento en que desaparezcan las armas, el acuerdo se puede derrumbar. Ese es un tema estratégico que no vamos a discutir".
Pronunciamiento categórico del legendario comandantes de comandantes, fallecido hace ya algunos años; por demás, preciso, libre de ambigüedad y vacunado contra interpretaciones acomodaticias.
Comparación de la estrategia del "no desarme" con la actualidad colombiana.
Más si la reflexión incluye –como lo hizo mi interlocutor- la comparación con el dramático presente colombiano y continental y la valoración de los impactos que tendría a nivel nacional y continental:
· Las Fuerzas Armadas, los órganos de seguridad y la Policía regulares, integradas por más de medio millón de efectivos, curtidas en la violencia estatal, el terror, la corrupción y el crimen, conectadas al paramilitarismo… no han cambiado ni van a cambiar en el corto plazo; sobre todo porque han quedado libre de reformas concretas a plazos concretos, libres de depuración, reducción y desarme racional. El desarme consignado en el reciente acuerdo es unilateral y paradójicamente le concede al poder establecido el monopolio de las armas luego de 60 años de guerra sucia ejercida por la clase dominante-gobernante, la que se queda con todo su poderío local y transnacional en el plano militar.
· El Estado y su gobierno de turno no aceptan sus evidentes vínculos con el paramilitarismo y sus organizaciones, no identifica a esas organizaciones por sus nombres, ni les imponen régimen alguno de desarme a plazos fijos; organizaciones que disfrutan actualmente de una impunidad desafiante y siguen operando sin obstáculos en todo el territorio nacional y en países vecinos. Otra vez es obvia la unilateralidad del desarme en el referido acuerdo de dejación de armas.
· Llama negativamente la atención que se firme ese desarme, esa desmovilización y esa desmilitarización unilateral, solo de la insurgencia, sin arribar al Acuerdo Final y sin que se hayan ejecutado los compromisos contraídos en otros puntos de la agenda común. Más bien sobran las evidencias de que el régimen -tramposo al fin- actúa en todos los casos en dirección contraria, violando las orientaciones preliminares acordadas en la Habana.
· Resalta que el presidente actual, Juan Manuel Santos -sin que medie arrepentimiento alguno- fue el Ministro de Guerra de Uribe Vélez, orquestador de las más horripilantes fechorías en materia de guerra sucia: falsos positivos, crímenes selectivos, fosas comunes, contubernios con las bandas paramilitares, la tenebrosa CIA y la horripilante MOSSAD, cacerías sofisticadas de comandantes con apoyo imperial, bombardeos a la población civil… Es, además, un artífice de las políticas neoliberales y se resiste a cambiar el empobrecedor modelo neoliberal y la estrategia de saqueo minero de las corporaciones transnacionales.
· En verdad todo ha cambiado para peor en materia de desigualdades sociales, explotación, despojo territorial, discriminaciones, derechos fundamentales, coloniaje, voracidad del gran capital privado… Y excluir de los acuerdos la propuesta de la Asamblea Constituyente aleja la posibilidad de cambios significativos en el poder constituido.
· Las 7 bases militares y todo el andamiaje bélico estadounidense están ahí y no se habla de ellas en materia de desarme y desmovilización; mucho menos se vincula este tema –relacionado estrechamente a ellas- a la recuperación de soberanía y democracia. Como lo están en igual sentido negador de esos valores todas sus bases militares en El Caribe, Centro y Suramérica, igual que sus guerras de conquista y ocupación de territorios ricos en agua, minerales y biodiversidad, dentro de un accionar de puro corte terrorista estatal y supranacional.
· A simple vista –y para colmo- este es un periodo de contraofensiva reaccionaria a cargo de EEUU y de las feroces derechas del Continente, envalentonadas por lo logrado en Honduras, Paraguay, México, Argentina y Brasil; dispuestas esas fuerzas de la contra-revolución y la contra-reformas a algo peor en la vecina Venezuela, cada vez más erosionada por la estrategia desestabilizadora del imperio; apuntado pérfidamente también contra Ecuador y Bolivia, y tratando de neutralizar y ensimismar a la heroica y debilitada Cuba.
· Y sufrimos como pueblos una etapa de prologada decadencia y desintegración del sistema capitalista mundial, de multi-crisis sistémica, de recurrentes explosiones de sus burbujas y bolsas financieras, de ajustes empobrecedores, de pentagonización extrema y diseño de guerras destructivas y desintegración de sociedades y regímenes que les son adversos; una etapa en la que no es dable esperar tratamiento benévolos o moderados de su parte, salvo como maniobras tácticas y/o diversionistas.
¿De qué paz entonces nos hablan?
¿De cuál democracia?
¿Tiene lógica revolucionaria, transformadora, el desarme y la desmovilización guerrillera que está dispuesto a aceptar el Secretariado de la FARC?
¿No tendería esto a romper su coherencia, su estrategia (a la que hace referencia su fundador, el legendario "Tiro Fijo") y afectar la confianza que millones de colombianos/as, latino-caribeños y habitantes del planeta han depositado en su firmeza histórica?
Pienso que mientras se persista en esa ruta, en ese falso camino hacia la paz, las inquietudes, los cuestionamientos y las reflexiones críticas crecerán como los torrentes en época de lluvia; restándole coherencia y fuerza a quienes no logren rectificar a tiempo. Porqué razonamientos como los que me ha expresado en esta ocasión este camarada sensible a los problemas de salud vital y a los males que erosionan nuestras sociedades, son de fácil acceso y comprensión mental: sencillos pero contundentes ¡Muy contundentes! Y están llamados a crecer como la verdolaga en la conciencia colectiva de la franja de izquierda de nuestras sociedades.
8-07-2016, Santo Domingo, RD