Poner las esposas al graduado que llegue a Maiquetía u otro Aeropuerto internacional

Comienzo diciendo que puesto que vivimos en un país verdaderamente democrático, a pesar de lo que digan los que desde dentro y desde fuera atacan al régimen político que desde 1998 existe, el derecho de irse o no del país es exclusivo de las personas. No tiene ninguna potestad el Estado, en nuestro sistema de leyes vigentes, de regular o restringir ese derecho y salvo "opiniones peregrinas", como la de las "medidas inmediatas" para atacar la ola migratoria de profesionales, nadie estaría de acuerdo en coartar el derecho de los venezolanos, mayores de edad y profesionales o no de decidir si continúan su vida en el país o emigran.

Claro que en la coyuntura que vive nuestro país ahora más que nunca se necesita del esfuerzo de todos y de todas para sacarlo adelante y especialmente se requiere de los profesionales que gradúan nuestras universidades, públicas y privadas.

Claro que si buena parte de nuestros profesionales, nuevos o no tan nuevos, se van la tarea se complica. Pero ese derecho seguirá siendo de ellos y ellas.

Que muchos de estos profesionales que hoy nos dejan ni siquiera van a ejercer su profesión, al menos en los primeros tiempos, es verdad, pero no niega que llevan esa preparación y mejor aún que son "mano de obra calificada" y el sistema capitalista terminará captándolos e incorporándolos al mercado mundial de producción, más temprano que tarde.

Que existe una campaña orquestada para sembrar la desesperanza, y que en muchos casos convence a nuestros jóvenes, de que en este país no hay oportunidades y que la crisis que vivimos no tiene fin, también es verdad. Que muchos de los que decidan irse podrán ser víctimas de los que les ofertan "paraísos" fuera de Venezuela. Ese es un riesgo que corren muchos de los que hoy han hecho maletas.

Que buena parte de quienes hoy se van, tienen raíces fuera de Venezuela, es una verdad innegable. Acaso olvidamos que nuestro país durante un largo período, recibió con brazos abiertos, a numerosos inmigrantes venidos de la Europa de postguerra, sin descontar los que antes ya se encontraban aquí. Muchos de estos jóvenes hoy pueden considerar que tienen más oportunidades en los países de origen de sus padres y abuelos, a pesar de que la crisis que vivimos acá ni se compara con lo que llevó a sus padres y abuelos en el pasado a dejar la tierra donde nacieron.

Remato diciendo que los jóvenes que quieran irse tienen pleno derecho de hacerlo, graduados o no; pero digo más, los que una vez que lo hayan hecho consideren que se equivocaron en la decisión, tienen el derecho de volver al país donde nacieron y donde los esperamos con los brazos extendidos para que nos ayuden a sacar a este país adelante. Este país es tanto de los jóvenes que se quedan como de los que se van. No podemos más que desearles el mayor de los éxitos a esos que deciden emigrar y a recordarles que su éxito fuera será el de Venezuela, por tanto apostamos a que lo alcance y a que mantengan al país en su corazón y que recuerden que algún día, en el futuro, podrán regresar al país que los vio nacer.

 

 



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Juan González


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