Derrotado el ALCA en Mar del Plata por la oposición de los presidentes Kirchner, Tabaré Vásquez, Lula y Chávez, de inmediato Jorge W Bush activó el plan B para neutralizar la fuerte corriente latinoamericanista que recorría el continente, propulsada por los gobiernos progresistas y de izquierdas emergentes, desde un MERCOSUR que pugnaba por deslastrase de sus atavismos neoliberales. Para recuperar la iniciativa, Washington aplicó la estrategia del "salchichón" a través de la firma de TLC bilaterales al detal con Chile, Perú y Colombia, aprovechando la cercanía con sus gobiernos.
En paralelo, EEUU impulsó el tratado multilateral de comercio "Alianza del Pacífico" (AP) con la participación de esos países y México. Fue Alan García quien actuó como promotor estelar del tratado de marras, siguiendo el patrón del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (México-EEUU-Canadá). El mismo que inspiró el ALCA con el objetivo de profundizar el modelo extractivista primario-exportador en la región. Una suerte de "corral" concebido para confinar "las "cabras" de su "patio trasero" y garantizarse un intercambio comercial asimétrico. Con términos de intercambio oprobiosos, típicos de la relación secular neocolonial que ha existido entre Latinoamérica y el gran Coloso del Norte.
Mientras la diplomacia comercial armaba el "Caballo de Troya" de la AP, desde sus embajadas y "think tank", se urdía la conspiración para dinamitar el sistema de integración regional en construcción, en lo que Venezuela liderada por Chávez jugó un papel fundamental como bisagra entre El Caribe y Suramérica. De ese encuentro, nació la UNASUR y la CELAC. De ahí que el imperio y sus gobiernos golpistas lacayos se estén afincando en dislocar el MERCOSUR, saboteando la Presidencia Pro Tempore de Venezuela en el Grupo, en el contexto de los golpes de estado parlamentarios ocurridos en Paraguay y Brasil, con bases militares incluidas. Descuadernado el MERCOSUR, tienden a quedar neutralizada la UNASUR y la CELAC ante la contraofensiva de EEUU para resucitar el ALCA como vía para recolonizar la región. En este escenario difícil, el desafío de los movimientos sociales latinoamericanos es inteligenciarse para construir una unidad basada en la resistencia común a la superexplotación de los trabajadores y la Pachamama por el capital transnacional.