Los resultados del referendo en Colombia sobre la paz y la guerra no tiene otra expresión que el amor por otra forma de relación política posible, sin perder las ganas de cambiar las desigualdades que han hecho del hermano país, un hervidero que permitió la lucha de unos contra otros, y el nacimiento de un sistema parapolítico y paramilitar que llegó al extremo de crear casas de repique donde los cadáveres eran recortados hasta un punto que podían ser colocados como alimentos para peces en el inmenso y caudaloso Rio Magdalena o dentro de las aguas del Océano Pacífico y del Mar Caribe. Nada más brutal que esa acción inhumana paramilitar, que no se solventa con la firma del tratado de paz ni con el plebiscito. Esa amenaza sigue latente. Esa lacra sigue allí, oculta y preparada para acabar con la paz; y tiene sus líderes, no bajo sospecha sino reconocidos por todo el mundo. Esa gente no está preparada mentalmente para ver en las Calles de Bogotá, en Medellín, Bucaramanga o en Cúcuta a los valientes ex-guerrilleros pateando barrios y generando una nueva organización política. Sin embargo, las FARC-Ejército Popular han llegado a un acuerdo importante para contribuir con la paz necesaria en Colombia después de sesenta años de conflicto armado y que costó mucho reconocerlo como una guerra interna.
Las FARC-EP han jugado limpio, incluso varias incursiones del poder militar colombiano y con personal del ejército de los EEUU balearon a muchos combatientes en acciones en medio de las negociaciones en la Habana. Ni eso cambió las ganas de replantearse otra estrategia política. Hoy, se sabe que los enemigos de la paz sufrirán la derrota que siempre se ha esperado, con esto serían dos triunfos consecutivos del gobierno de Colombia y las FARC-EP. Lo que resta es más largo y mejor, hay que democratizar la tenencia de la tierra, devolver la tierra robada a los campesinos, devolver a sus tierras a los desplazados por el conflicto y darle a Colombia un aroma de buenos augurios.
Los amigos de la Paz, entre los cuales se encontró siempre Venezuela, y el ejemplar líder Hugo Chávez, nos satisface este esfuerzo. Por muy tensas que estuvieron las relaciones entre Colombia y Venezuela, la Paz siempre ha sido la mejor excusa para sanar las heridas internas de la Colombia amadísima de Bolívar.
Por su parte Uribe, el famoso sadiquín de pueblos enteros se ha organizado para deslegitimar el esfuerzo por la Paz. Uribe quiere más sangre. Al respecto, la conciencia me dice que le recomiende que si quiere sangre coma morcilla… la paz se construirá y ayudará a superar las dificultades que en Venezuela heredamos de una cruenta guerra entre hermanos, donde muchos desplazados vinieron a nuestra patria, y hoy entre nosotros aspiran a regresar a sus tierras de donde fueron echados por las armas suministradas por la oligarquía colombiana en conchupancia con el uribismo.
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