La competencia por la Casa Blanca se disputa en 2016 entre Hillary Clinton (Partido Demócrata) y Donald Trump (Partido Republicano); ésta es una de las campañas más reñidas de los últimos tiempos y ambos candidatos han hecho de los ataques personales su carta de presentación ante el público estadounidense: Clinton acusa a Trump de misógino, xenófobo y evasor de impuestos (y al menos tiene razón en los dos primeros argumentos), y Trump ha sostenido que Clinton tiene problemas de salud, ha puesto en peligro la seguridad nacional de EEUU con el "affaire" de los correos electrónicos y gracias a ella el Medio Oriente es un caos (e igualmente lo asiste la verdad en esos tres puntos). Sin embargo, la grave depresión económica que vive EEUU desde 2008 es la gran ausente en el debate, al menos en la boca de Hillary Clinton.
Lo primero por establecer es la farsa de las elecciones en EEUU: éstas no son directas y quedan en manos de los Colegios Electorales, los cuales pueden elegir a un candidato que no obtenga los suficientes votos populares, tal como aconteció en 2000 cuando George W. Bush aquilató menos sufragios del público que Al Gore y, a pesar de esto, se convirtió en el vencedor de la contienda. Republicanos y demócratas son dos caras de una misma moneda: la del complejo militar-industrial que pivota sobre Wall Street. Gane quien gane, los hilos del poder los mueven otros que yacen en las sombras. No obstante, a veces se cuelan personajes en la carrera presidencial que pueden ser motivo de preocupación para el "establishment". Lo más probable es que lo de Trump haya comenzado como una "travesura" del orden constituido para dar la apariencia de amplitud en el ámbito político, sólo que no contaban con la astucia del "outsider" y éste se ha colocado, nada más y nada menos, a un paso de la codiciada Maison Blanche. Donald Trump es un tipo desenfadado y deleznable: puede ser muy diplomático algunas veces y cuando pierde la cabeza insulta sin medir las consecuencias. Pero muchos estadounidenses se ven reflejados en él porque son iguales: subestiman a la mujer, odian a los inmigrantes, practican la discriminación étnica y creen que EEUU está "tocado" por la Providencia. ¡Ésa es la cruda realidad! Nos guste o no.
Podemos criticar a Trump y afirmar que es un ser despreciable por su actitud con respecto a los asuntos antes planteados; en ídem dirección, podemos argüir que es un burgués explotador de miles de trabajadores y que su postura fanfarrona de guapetón de barrio no es la más indicada para ser presidente de un país. Mas a Trump no se le puede quitar que es auténtico y espeta verdades incómodas para el "establishment": es el único que habla de la monstruosa deuda pública gringa, que roza los 20 billones de dólares, o de la evidente burbuja en Wall Street. Quizás Trump sea el único candidato presidencial -en la Historia Contemporánea de EEUU- que ha cuestionado el rol de la Reserva Federal (banco central) en la crisis económica y su política de tipos de interés casi en cero. Trump también ha arremetido contra los Tratados de Libre Comercio, sobre todo el de América del Norte, y los ha acusado de propiciar la pérdida de puestos de trabajo -dentro de EEUU- en el área de la manufactura. El republicano ha prometido traer esos empleos de vuelta al territorio yanqui. Sabemos que ello es una quimera pero millones de estadounidenses lo consideran factible y por eso van a votar de forma masiva por Trump. Él se ha convertido en la válvula de escape de las frustraciones y desesperanzas de las masas golpeadas por la crisis definitiva de un sistema a la deriva
La Segunda Gran Depresión Capitalista ha llevado la tasa de desempleo real a 23% en EEUU (*). Más de 100 millones de personas están excluidas de la fuerza laboral. Las amañadas estadísticas oficiales sitúan el paro en 4,9% aunque omiten un detalle escandaloso: aquellas personas que desisten de buscar empleo -por decepción, cansancio- dejan de ser contabilizadas. C'est-á-dire, si usted cesa de ir a la oficina respectiva a declamar que sigue desempleado, los burócratas asumirán que usted ya consiguió chamba y lo sacarán de los guarismos rojos. ¿Qué le parece? Y eso es sólo la punta del iceberg. Por lo tanto, el gran apoyo del que goza Donald Trump no es gratuito, es un síntoma de la depresión más avasallante que haya experimentado esa nación desde 1929. Recientes cifras desglosan que el número de personas sin hogar, en Nueva York, se ha disparado a 60.252: la cota más elevada desde la Gran Depresión (**). El miedo al "extremismo islámico" es otro de los aliados del multimillonario en la campaña; los atentados de bandera falsa en EEUU y Europa, junto con el fenómeno propagandístico del Daesh (patentado por la CIA), se han revertido contra los demócratas en su propio suelo. El comodín del terrorismo, cuya meta es restringir más las libertades individuales en los países industrializados y eliminar en EEUU la libre tenencia de armas de fuego, da oxígeno a Trump y lo hace más atractivo a los sectores más conservadores de la derecha yanqui.
Si antes hemos expresado que en EEUU no gobierna el inquilino de la Casa Blanca sino el complejo militar-industrial patrocinado por Wall Street, también es indiscutible que a veces arriban a la Presidencia personajes difíciles de manejar y esto abre el camino a una contradicción insoslayable dentro del "establishment". Verbigracia, John F. Kennedy aprobó la Orden Ejecutiva 11110, promulgada el 4 de junio de 1963, la cual quitaba a la Reserva Federal la facultad de emitir dinero y se la devolvía al Departamento del Tesoro. Eso le costó la vida al primer y único mandatario católico en la Historia de EEUU. En Washington nunca veremos juntas militares al estilo del Cono Sur; la leyenda del "tirador solitario" es un recurso más elegante, sofisticado y aséptico para los libros de texto. Trump podría convertirse en la novel roca en el calzado para los halcones del Distrito de Columbia.
Al contrario del abanderado republicano, Hillary Clinton es la continuación de las políticas de Barack Obama: mayor hegemonía de los bancos, más invasiones militares en el extranjero y confrontación más agresiva con Rusia con el fin de salvaguardar el estatus del dólar como moneda de reserva global. Las acusaciones de Clinton contra Putin y los supuestos ataques cibernéticos ordenados por Moscú contra el Partido Demócrata, son una estratagema para revivir los fantasmas de la Guerra Fría y desviar la atención de los escándalos que manchan a la esposa de Bill: la rampante corrupción en la Fundación Clinton y la utilización de un servidor privado, cuando Hillary era Secretaria de Estado, para enviar o recibir información sensible relacionada con su posición. La demócrata ha contado con la complicidad del "establishment" y la mayoría de los medios de comunicación, para diluir sus aberrantes fechorías. Por tal motivo, la percepción general al atisbar los mecanismos de divulgación del "mainstream" es la de Hillary "La Beata" y Donald "El Demonio".
Las encuestas y los medios perfilan a Clinton como la indiscutible triunfadora de noviembre. Los estudios de opinión se han manipulado a favor de la aspirante a través del mecanismo de "oversampling". Es decir, en la muestra de la encuesta se abulta el número de votantes demócratas por encima de republicanos e independientes y esto, evidentemente, modifica el resultado a beneficio de los primeros; si entrevistamos a 100 demócratas, 50 republicanos y 30 independientes, el guarismo definitivo estará viciado en ídem proporción. Así que los sondeos de tendencias -en este escenario- no son nada fiables. Habrá que recordar el referéndum de junio pasado en el Reino Unido acerca de la permanencia de este enclave en la Unión Europea: los mismos factores -encuestadoras y medios- daban por descontado que la opción del "Remain" (quedarse) se impondría a la de la "Brexit" (salirse). Ya conocemos cómo acabó todo. En esta oportunidad sucederá igual: la victoria de Donald Trump, sea por dilatado o ceñido ribete, caerá como balde de líquido gélido a unos cuantos. La Fed aprovecharía la ocasión dorada para lanzar a Wall Street por el barranco y echar la culpa al "enfant terrible" de los republicanos (***). Un magnicidio "á la JFK" tampoco podría descartarse antes o después de la toma de posesión, lo cual desencadenaría una cruenta guerra civil en EEUU. Donald Trump sería el último capitán de un imperio condenado al naufragio.
P.D. Con Trump, la política hacia América Latina se mantendrá sin grandes variaciones. Los avances con Cuba podrían revertirse y el republicano rompería con la MUD, con la finalidad de hallar "caras nuevas" en la derecha venezolana que ofrezcan mejores resultados para Washington. El 9 de noviembre, un día después de las elecciones en EEUU, se conmemora un nuevo aniversario de la caída del Muro de Berlín. ¿Será que la Fed arrojará a Wall Street por el precipicio y presenciaremos una espeluznante coincidencia esa jornada? Amanecerá y veremos.
(*) Alternate Unemployment Chart: http://www.shadowstats.com/alternate_data/unemployment-charts
(**) Number of Homeless People In New York City Reaches All-Time High: http://newyork.cbslocal.com/2016/11/02/homeless-record/
(***) La Reserva Federal es lo que sostiene a Wall Street desde 2008. Los programas de Flexibilización Cuantitativa (QE, en inglés) han inyectado billones de dólares a los mercados capitalistas. El "dinero fácil" ha desatado el mayor glóbulo bursátil de toda la Historia. Apenas la Fed cierre el grifo, el castillo de naipes se desmoronará.