En este 173 aniversario de la separación de Haití y fundación de la República Dominicana se impone una profunda reflexión en torno a la necesidad de una transformación para refundarla sobre nuevas bases constitucionales, rescatando la soberanía anulada por la recolonización neoliberal y la intervención directa e indirecta de los EEUU en toda la isla; insisto, intervenida por EEUU y no por Haití, país hermano que sufre una recolonización imperialista todavía más intensa y brutal.
El Estado dominicano, sus instituciones y sistema de partidos están en franco proceso de putrefacción y postración; situación dramáticamente evidente después de la estremecedora marcha verde.
Poder Constituido: Ejecutivo, Congreso, Sistema Judicial, Sistema Electoral, Cuerpos Militares y Policiales, cúpulas empresariales, partidos y entidades del sistema… se han corrompido y empantanado en un saturado y ya insostenible círculo vicioso, que sumado al impenitente afán de lucro de la clase dominante-gobernante pretende desconocer el clamor que exige sacar al país de esta perversa pendiente de carencias en soberanía, honestidad administrativa, salud, alimentación, transporte, educación, vivienda, justicia, empleo, seguridad...
Un cuarto de siglo de capitalismo neoliberal y medio siglo bajo el imperio de la Constitución balaguerista del 1966 y la leonelista del 2010 -sometidos al nefasto movimiento pendular de las dictaduras unipartidistas y bi-partidistas encarnadas por el PRSC, PRD-PRM y PLD - arrinconados todos por el indetenible tsunami verde- son suficientes para entender que la continuidad de este sistema político-institucional y del correspondiente modelo neoliberal en crisis no tiene razón de ser.
Este país necesita y califica para una propuesta audaz que incluya la superación de esta institucionalidad y este modelo putrefacto y empobrecedor, la anulación de la Constitución del 2010 y gestación de un proceso participativo hacia una Constituyente Popular y Soberana que acompañe la progresiva inhabilitación y reemplazo del Poder Constituido a través de un despliegue creativo y plebiscitario de Democracia de Calle.
Inspirados en Duarte, Luperón, Minerva, Manolo y Caamaño, me siento en el deber de llamar a sembrar esta propuesta en todo el país y precisar -en estrecha relación con la sociedad y al compás de la movilizaciones- las características y posible composición de la Asamblea Constituyente a establecer a contracorriente de esta institucionalidad pervertida y cerrada; así como a elaborar colectivamente los contenidos de una nueva Constitución para una democracia real en un país justo, solidario y soberano, hermanado a los demás pueblos de nuestra América en lucha por su segunda independencia y su liberación definitiva.