Avanzaba la década de los 80, cuando el psicólogo, investigador y profesor de la universidad de Harvard, Howard Gardner, publicó en un libro su teoría sobre las siete inteligencias que movían al ser humano. Gardner abrió el abanicó que permitió que otros psicólogos investigadores llegaran a conclusiones ampliadas sobre la inteligencia del hombre y la mujer. En efecto, Howard Gardner llegó a la determinación de que estás eran las principales inteligencias: lingüística, lógico-matemática, musical, espacial, cinética, intrapersonal (inteligencia emocional) e interpersonal (inteligencia social).
Hoy día, asociadas a estas siete inteligencias, existe una gama de inteligencias que no podemos, por razones obvias, enumerar en este artículo. Pero sí podemos decir que la inteligencia es la capacidad que tenemos para afrontar la realidad con sus respectivos problemas, a los cuales hay que hacerle frente. Cada problema es un reto para la inteligencia humana. Por cierto, hablando de Venezuela, en 1975 el gobierno creó el ministerio de la Inteligencia. Gracias a la insistencia del doctor Luis Alberto Machado, quien creía ciegamente en que la inteligencia se podía desarrollar, como cualquier otro elemento. Pienso a Julio Borges le hubiese caído muy bien poner en práctica esta teoría del doctor Machado.
Existe un viejo relato japonés que cuenta que un belicoso samurái desafió, en una ocasión, a un maestro zen a que explicara el concepto de cielo e infierno. Según, el monje respondió con cierto desdén: "No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!".
Herido en lo más profundo de su ser, el samurái se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó: "Podría matarte por tu impertinencia".
"Eso", repuso el monje con calma, "es el infierno".
Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el samurái se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.
"Y eso", añadió el monje, "es el cielo".
Parodiando el cuento, pienso que el samurái Julio Borges, no se ha dado de cuenta que sus bravuconerías, tratando de superar a Ramos Allup, son el infierno tanto para él, como para quienes creen en él. Sigue siendo un patán. Amenaza y amenaza, pero de allí no pasa. Pero tampoco oye consejos. Mientras más le aconsejan que modere sus actuaciones, más terco y patán se pone. En otras palabras, un caso perdido. Cobra vigencia, cada día, la frase de Sócrates: "Conócete a ti mismo". Julio, para conocer a los demás, tienes que partir de conocerte a ti mismo, primero. Elemental, mi querido Watson. Si sigues haciendo las mismas tonterías, seguirás siendo un tonto.
Existe, a mi modo de ver las cosas, una semejanza entre la inteligencia de Donald Trump y la de "nuestro" líder oposicionista, Julio Borges. Los dos son de derecha. Y los dos envisten de igual manera. No ven hacia dónde van, y hacia dónde llevan a sus correligionarios. Y descubren frente al mundo, un lenguaje que raya en lo exabrupto. Son torpes los dos. El lenguaje los llevará al infierno.