A medida que crece la polarización alimentada por los laboratorios de guerra psicológica, se exacerba el odio y la violencia entre los polos que se disputan el poder, al fragor de una guerra no convencional. Del lado de la MUD, con la iniciativa tejida desde Washington siguiendo el modelo de las "primaveras" a lo Gene Sharp, como en el 2002. Del lado del PSUV-Gobierno, intentando zafarse de la consulta popular a través de una "constituyente", que como dijo la Fiscal acertadamente, "...en lugar de propiciar equilibrios o generar un clima de paz, aceleraría la crisis" y "...lejos de coadyuvar a la ansiada reconciliación nacional, generaría un alto grado de incertidumbre".
Cada día se dan "partes de guerra" con la relación de los fallecidos y lesionados, que incluyen a manifestantes, funcionarios policiales-GNB y personas no involucradas en las refriegas provocadas por las protestas pacíficas, que luego se tornan en violentas y terminan en guarimbas. A ello se suman los cuantiosos daños a los bienes públicos y privados que agravan el desabastecimiento, la caída de la economía y el resquebrajamiento de la institucionalidad.
Con un tufillo entre neo-nazi y neo-macartista, desde la oposición, algunos irresponsables alientan la persecución de chavistas. Entretanto, el gobierno somete a los detenidos a juicios militares, saltándose el precepto constitucional que garantiza que "toda persona tiene derecho a ser juzgada por sus jueces naturales" (art. 49), ya que la justicia militar solo aplica al ámbito disciplinario.
Mientras se aproxima a toda velocidad el choque de trenes, una buena parte del país no se siente expresado en ninguno de los dos liderazgos. Desea que la agenda política se centre en las soluciones a la crisis, aplicando la Constitución y no eludiéndola. Rechaza toda violencia y su escalamiento hacia un conflicto fratricida de mayor envergadura, caracterizado correctamente por el sacerdote Bruno Renaud como una "guerra civil con participación foránea". Una hipótesis nada descabellada que nos colocaría a las puertas del infierno, si consideramos la promesa de Trump y Santos, de "hacer lo que sea necesario" para "arreglar la crisis venezolana" y el despliegue fronterizo de las fuerzas militares colombianas, dispuestas a enfrentar la "crisis humanitaria" venezolana portando la cachucha de la OTAN o de la ONU.