España: cuando sólo queda la paciencia

Abandonemos toda esperanza, claudiquemos, ahorremos esfuerzos... De momento.

Pues para avanzar, para progresar, para modernizar políticamente a este país antes habrán tenido que desaparecer los parásitos. Mientras todos esos que forman parte de la cúpula del partido de un gobierno plagado de ladrones y de franquistas o postfranquistas ocupen el poder o incluso aunque estén en la Oposición con una proporción significativa, España seguirá políticamente narcotizada, paralizada. El resto del engranaje socioeconómico de este país gravita aldededor de ese hecho. No es cosa banal. Ellos acaparan todas las instituciones, la judicatura, la banca, las finanzas, las empresas energéticas, las grandes empresas, los medios de comunicación predominantes... Y quienes de otras castas (me refiero a esos y esas que vienen de pasar hace relativamente poco de un nivel social o económico a otro más elevado) puedan participar de esos poderes, son testigos mudos y ya aburguesados. Pues a medida que avanzan en edad -lo venimos viendo día tras día- la carcoma del inmovilismo y de la comodidad se va apoderando de su personalidad aunque en origen hubiesen sido progresistas. No es posible imaginar una España digna de respeto de las naciones en tanto todos esos sigan al frente.

Los unos y los otros, todos, tienden a la entropía de la segunda ley de la termodinámica. Por consiguiente, o esperamos a que todos ellos desaparezcan de la faz de la tierra por vías naturales, o les forzamos a dejar el poder por levantamientos. No habrá otra manera de que lo abandonen. Un poder que atenaza a este país empantanado en maniobras de marcadas resonancias dictatoriales, que está muy lejos de la voluntad democrática. Pues la democracia burguesa se sostiene sobre la sinergia de esa vluntad por parte de toda la ciudadanía empujada por el poder político. Y si lo perdiesen por azar y un periodo corto, seguirían haciéndonos la vida imposible con mañas propias de las mafias. Así ha sido a lo largo de estos cuarenta años...

El problema de España no es que sea un Estado fallido. No hay Estados fallidos, hay sociedades desestructuradas, bloqueadas, sometidas a una estenosis practicada metódicamente por grupos sociales más o menos corruptos. El problema de España es la obstrucción al desarrollo político y de libertades que ejercen esos grupos. Son como ese trombo que bloquea la circulación de la sangre por las venas...

Así es que, si creemos que efectivamente la principal virtud del revolucionario es la paciencia como reza el apotegma de un comunista histórico, no tendremos más remedio que esperar a uno de esos dos desenlaces señalados. No hay otra forma de rescatar a España de los que durante siglos la tienen secuestrada. A no ser que perezcan y no traspasen a sus herederos sus derechos de pernada y todos sus privilegios seculares (lo que es bien improbable) o les juzgue la justicia popular, mimetizados o no, seguirán controlando la médula espinal de este país por los siglos de los siglos...



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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