La economía global norteamericana, debe apuntalarse hacia sus colonias, porque la mayoría de los columnistas y periodistas desconocen la oleada del proteccionismo estadounidense hacia las mismas, desconociendo las respuestas del Tratado de Libre Comercio de América DEL Norte,(TLCAN), y los mensajes de Donald Trump sobre las renegociaciones, lucen no muy confiables, ya que todos se apertrecharon a escuchar las opiniones de Julio Borges, quien precipitó una Asamblea Constituyente y Carlos Ozcariz, quien se prestó a ser un interlocutor insidioso, fomentando gamas de odio en la oposición y aceleró la caída del Estado Miranda a favor del oficialismo.
La región económica norteamericana forma parte de un sistema globalizado de producción y finanzas. Aunque tuvieron motivación para hacerlo, las elites políticas y económicas estadounidenses no podrían desenmarañar a Estados Unidos (o a la región norteamericana) de la vasta red de cadenas de subcontratación y "outsourcing" (externalización) que caracteriza la economía global. Trump y los multimillonarios que conforman su gabinete son parte de la clase capitalista transnacional. El imperio empresarial de la familia de Trump se extiende sobre el mundo, incluyendo fábricas en México que se aprovechan de la mano de obra barata para exportar a Estados Unidos gracias a las disposiciones del TLCAN.
Trump atacó al TLCAN durante su campaña electoral como parte de su estrategia de obtener una base social entre sectores de la clase obrera estadounidense, desproporcionadamente blanca, quienes enfrentan una cada vez mayor inseguridad y el deterioro de sus condiciones de vida como resultado de la globalización capitalista. Ningún candidato puede aspirar a ser electo a la presidencia sin presentar un mensaje populista. También fue obligada Hillary Clinton a declararse durante la campaña en contra del Acuerdo de Asociación Trans Pacífico (conocido por sus siglas en inglés como TPP) que Trump echó a la borda una vez que tomó posesión, y al igual que Barack Obama fustigó contra la globalización y sus efectos devastadores para los trabajadores cuando él se postuló para la presidencia.
Pero más allá del discurso público, no hay nada populista en las políticas que hasta la fecha el gobierno de Trump ha planteado. El "Trumponomics" abarca la desregulación total, recortes del gasto social, el desmantelamiento de lo que aún queda del Estado de bienestar social, las privatizaciones, la reducción de los impuestos a las corporaciones y los pudientes, y una expansión de los subsidios estatales al capital – en fin, el neo-liberalismo en esteroides. La elite política estadounidense se ve muy dividida y sumida en luchas internas, pero los empresarios e inversionistas están en su mayor parte encantados con el programa neo-liberal de Trump, como lo indica el fuerte aumento de la bolsa de valores en los meses posteriores a su elección. Hasta hoy.
La MUD, una manito que señalaba la dispersión de motivaciones ideológicas de la derecha, trajo una consecuencia fatal al seno de la misma al fomentar criterios de odio entre el pueblo de base, que sin ser chavista ha admirado siempre a Chávez y Liliana Hernández, una connotada dirigente de Acción Democrática e independiente luego, así lo hizo conocer el año pasado al manifestarle a Henrique Capriles Randosky y Leopoldo López que cambiasen de plan estratégico para tener oportunidad de avanzar en las zonas populares, ya no era el momento para retaliaciones ideológicas.
Cuando fue negociado el TLCAN a principios de los años 90, las compañías más grandes en Estados Unidos eran las de automotriz, de electrodomésticos, y de máquinas-herramientas, mientras la manufacturera aun impulsaba la economía estadounidense. Al momento que el TLCAN entro en vigencia en 1994, la Organización Mundial de Comercio (OMC) aún no existía, pocas personas utilizaban el internet, y apenas las computadoras entraban en uso generalizado, pero aún no existía la economía digital. Las negociaciones del libre comercio tuvieron en aquel entonces como objetivo principal el establecimiento de un sistema globalizado de producción por medio del levantamiento de las barreras nacionales al movimiento transfronterizo de los bienes. Este objetivo fue logrado gracias al TLCAN, junto con la creación de la OMC en 1995, y la subsiguiente aprobación, entre 1995 y 2016, de una cantidad extraordinaria de 400 acuerdos comerciales internacionales, de acuerdo con los datos de la OMC.
Pero desde que el TLCAN y la OMC entraron en vigencia la economía global ha seguido su proceso de desarrollo y transformación. En particular, la transnacionalización de los servicios y la emergencia de la llamada economía digital y de datos – incluyendo las comunicaciones, la informática, la tecnología de plataforma y digital, el comercio electrónico, los servicios financieros, el trabajo profesional y técnico, y un sinfín de otros productos no tangibles tales como la cinematografía y la música que requieren protecciones de propiedad intelectual - se han colocado al centro de la agenda capitalista global. De hecho, el crecimiento mundial del comercio en servicios ha superado por mucho el de los bienes en el último cuarto de siglo. Ya para 2017, los servicios representaban aproximadamente el 70 por ciento del producto mundial bruto.
Por un lado, Estados Unidos lidera el camino en el desarrollo de la economía digital y les corresponde a los servicios la mayor cuota de crecimiento de las exportaciones. Estados Unidos registró en 2016 un déficit comercial de $750 mil millones de dólares con el resto del mundo en cuanto a exportaciones de bienes, sin embargo, registró ese año un superávit de $250 mil millones en la venta de servicios. En 2016 Estados Unidos tuvo un déficit comercial con México de $64 mil millones en concepto de exportaciones e importaciones de bienes, pero registró un superávit de casi $7 mil millones en el comercio de servicios con ese país, de acuerdo con los datos de la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos.
Por el otro lado, México rápidamente realiza una transición hacia la economía digital. El valor de los servicios de la informática en 2016 ascendió a $20 mil millones y se espera que se vayan incrementando año por año en un 15 por ciento. Los empresarios mexicanos de la alta-tecnología se vanaglorian del surgimiento de los valles de silicio en la Ciudad de México y en Guadalajara, las dos ciudades más grandes del país.
México, es el país absorbente de los países tercermundistas y desarrollado que ven él, la manera más fácil de recuperar sus economías locales y el traslado de sus mercancías a cualquier Estado, fuera de los límites fronterizos de Las Américas. Por ello, los países progresistas han tenido que adoptar programas neoliberales que reforman los códigos laborales y los precios del productos para el consumo varían de un día a otro por la debilidad del dólar y, en nuestro caso, el bolívar que es controlado por unas burbujas financieras de nivel pernicioso para el crecimiento social de los pueblos.
El representante estadunidense de comercio Robert Lighthizer, quien representará a Estados Unidos en la renegociación del TLCAN, fue explícito en declarar que el objetivo de la renegociación es "modernizar" y "actualizar" el acuerdo. "El TLCAN fue negociado hace 25 años," dijo, "y mientras han cambiado considerablemente nuestra economía y nuestros negocios, el TLCAN no ha cambiado." En particular, dijo, el "comercio digital" apenas había empezado cuando el TLCAN entró en efecto. Son necesarias nuevas disposiciones relacionadas con el comercio digital y la propiedad intelectual, afirmó. Lejos del proteccionismo, al insistir en renegociar el TLCAN y otros aspectos del régimen comercial global, Estados Unidos funge para bajar las barreras nacionales al comercio digital y de servicios que constituyen ahora la vanguardia de la economía global, es decir, Estados Unidos promueve la nueva generación de la globalización.
El intento de explicar las relaciones comerciales, económicas e internacionales desde una perspectiva anticuada del estado-nación oscurece más que aclara las dinámicas del nuevo capitalismo global. Si bien es cierto, si apartamos el comercio de servicios, que Estados Unidos tiene un enorme déficit comercial con México, al igual que con China y muchos otros países, el hecho es que las exportaciones que van desde el territorio mexicano al territorio estadounidense no son exportaciones "mexicanas." Más bien son exportaciones de centenares de corporaciones transnacionales de todas partes del mundo que operan en territorio mexicano y que mueven sus productos por las vastas redes de la economía global. Las exportaciones de bienes desde México a Estados Unidos son exportaciones no de un estado-nación sino de estas corporaciones transnacionales que cruzan numerosas fronteras en sus operaciones globales. Las estadísticas comerciales nacionales esconden la esencia transnacional de la nueva economía global, y con ello, las relaciones transnacionales de clase detrás de muchas dinámicas políticas internacionales contemporáneas.
Chávez lo dijo, hay que centralizar los precios y diversificar el bolívar interno en base a la creación de monedas locales que sea abrigadas por el bolívar fuerte y se respete el cono monetario por parte de comerciantes inescrupulosos. La oposición gubernamental en vez de exponer estos temas al pueblo, se dedicó a la guarimba y apoyar a las Corporaciones en este vagabundeo progresivo hasta aislar las pequeñas empresas del mundo digital y negándole el punto de ventas.
A Nicolás Maduro Moros le ha tocado liberar una batalla hacia el neoliberalismo, Venezuela debe adecuarse al nuevo formato económico o se va al foso, pierde legitimidad y obviamente, proseguimos en el capitalismo global y el Estado- nación debe diversificarse para atender la presión de los salarios, pensiones y generación de empleos, es una presión que sigue gravando la desigualdad, el empobrecimiento y la inseguridad social, del trabajador y pública.
Para decirlo en términos académicos, los estado-naciones enfrentan una contradicción entre su necesidad de promover la acumulación transnacional en sus territorios y su necesidad de lograr la legitimidad política. Los gobiernos alrededor del mundo han venido experimentando cada vez más agudas crisis de legitimidad frente a las desigualdades sin precedente que produce la globalización. Esta situación genera políticas desconcertantes y aparentemente contradictorias.
Pero, en Venezuela, la democracia ha triunfado y la oposición fracaso en todos los ámbitos electorales por aplicar una campaña adecuada a la realidad regional e internacional. Y se comprueba que Nicolás Mauro Moros es un gran estratega tercermundista que, conformo desde el año 1995, toda una plataforma para evitar que nuestro país sufriera una vorágine sociopolítica aunado a la económica, Chávez lo conmino a crear muros de sustentación para evitar ese caos financiero que se sobrevendría ante el derrumbe del dólar, por la penetración al comercio digital de yuan y China en Latinoamérica.
El Trumpismo es una respuesta ultra-derechista a la crisis de legitimidad que descansa sobre un mensaje populista y nacionalista dirigido en particular a aquellos sectores de la clase obrera, desproporcionalmente blanca, que enfrentan condiciones laborales y sociales cada vez más precarias. La fanfarronería imperial y el discurso racista, basados en parte en despertar el sentimiento anti-mexicano y anti-inmigrante, es una apelación a estos sectores a que canalicen su temor e inseguridad hacia una conciencia racista de su condición.
Por lo tanto, la agenda mexicana de Trump no puede verse separada del recrudecimiento de la guerra contra los inmigrantes, en particular aquellos de México, Centroamérica y suramericana. La criminalización de los inmigrantes, el fuerte incremento de las redadas y las detenciones, y la retórica de "construir el muro," forman parte de una estrategia más amplia de desarticular la organización política y la resistencia que se extienden entre las comunidades inmigrantes en años recientes. No es de sorprenderse que la reciente oleada de detenciones y deportaciones de inmigrantes de México y Centroamérica han hecho blanco en particular a los dirigentes del movimiento pro derechos de los indocumentados.
Trump, fracaso en Venezuela.
Pero la economía estadounidense y la clase capitalista transnacional dependen de la súper-explotación de una fuerza labor en peonaje debido a la falta de derechos ciudadanos. Los gobernantes norteamericanos han venido explorando el reemplazamiento del sistema actual de súper-explotación de la mano de obra inmigrante indocumentada por un masivo programa de "trabajadores visados" que sería más eficaz para conjugar la súper-explotación con el súper-control. Así, mientras ha disparado el número de detenciones y deportaciones de trabajadores inmigrantes en California en años recientes, el uso de "trabajadores visados" en la industria agropecuaria en ese estado, cuyo valor asciende a $47 mil millones de dólares, incrementó en un 500 por ciento entre 2011 y 2017.
Todo esto no quiere decir que el discurso populista, nacionalista, y proteccionista de Trump puede ser descartado. Este discurso está impregnado de un racismo atroz en tanto inspira una movilización neo-fascista de los grupos de extrema derecha en la sociedad civil norteamericana y agrava las tensiones internacionales. Pero nos conviene ver el Trumpismo como una respuesta, ultra derechista y altamente contradictoria y inestable, a la crisis del capitalismo global más que una política mordaz de proteccionismo y de populismo.
El aumento sostenido de los precios provocado por la devaluación de la moneda y traducido como una pérdida del poder adquisitivo de los consumidores, retumba en México. Un brote que ha afectado a todos los rubros, desde la comida hasta la vivienda. Y trata de asentarse en Venezuela, aupado por los movimientos opositores, quienes perdieron su poder político por escuchar voces agoreras y no trabajar a favor del pueblo, perdieron bien y sin fraude.