Un tenebroso policía israelí salta una barrera de seguridad, llega hasta donde está un niño indefenso, íngrimo y vulnerable, y le arranca de su cuello una bandera Palestina. La escena es grabada y transmitida en directo por docenas de personas y medios en plena plaza de Jerusalén Este. La actitud del policía es de impunidad, llena de soberbia, de irrespeto al otro, de intolerancia, de racismo y de odio visceral. Sin embargo, su mirada ruin y totalmente deshumanizada, refleja miedo, mucho miedo. Miedo a un niño y su bandera, que representan la lucha de todo un pueblo, en una causa justa por sus Derechos Humanos, por su derecho a existir.
Según el Diccionario de la lengua española, el miedo (Del latín metus, temor) significa "Angustia por un riesgo o daño real o imaginario; Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea". Los colonos-opresores tienen toda la razón en tener miedo. Saben muy bien que, a pesar de haber planificado el sistemático exterminio y aniquilación del pueblo palestino, éste ha resistido incólume, de pie, con una férrea e irreductible fortaleza, logrando cada día más resistencia, más valor por su cultura y más apego a su identidad nacional. Los colonos-opresores llevan 70 años ininterrumpidos aplicando la barbarie, despojando a todo un pueblo de sus tierras, exterminándolo y agrediéndolo con las más modernas armas, con bombardeos indiscriminados, con asaltos asesinos. Los colonos-opresores mantienen sitiados a los palestinos con sus vergonzosos muros, con infinidad de retenes militares y puntos de control, impidiendo permanentemente el libre tránsito entre las comunidades. Los colonos-opresores mantienen bajo su control el suministro y acceso a los alimentos, al combustible, la electricidad y hasta el agua potable misma. El colonizador-opresor ha actuado como una bestia aniquiladora, exterminadora, generando miles de muertes y la tragedia (Nakba), mantiene en condiciones precarias de subsistencia a más de 5.000.000 de refugiados, los cuales dependen directamente de la ayuda de la Organización de las Naciones Unidas para poder sobrevivir.
La escena del niño de la bandera es cotidiana, un colono-opresor (armado hasta los dientes) descargando su odio contra mujeres y niños indefensos. Hay documentados infinidad de casos aún más dramáticos, llenos de odio y barbarie. Disparos a mansalva contra gente desarmada e inerme, secuestros indiscriminados, juicios sumariales al margen del derecho y las normas internacionales. Todo un compendio ilimitado de violaciones a los Derechos Humanos.
Nada de esto genera alarma o escozor en las tarifadas Organizaciones No Gubernamentales de Derechos Humanos, tan implacables e intolerantes en otras latitudes. Hacen mutis cobardemente. Tampoco han "tomado nota" los tribunales penales internacionales, de los bombardeos indiscriminados contra la población civil; incluso los crímenes de guerra, de lesa humanidad, por el bombardeo con fósforo blanco de hospitales e instalaciones de la propia Organización de Naciones Unidas. Nada de solidaridad, ni protección de la añeja Europa, ahogada también en sus miedos y torpezas; principalmente del Imperio Británico, responsable bajo su nefasto mandato (de 1.920 a 1.948) de originar todas las divisiones y conflictos en este territorio. Nadie se atreve a disentir. Saben que el colono-opresor actúa bajo el total amparo y protección del Imperio Norteamericano, y su doble moral para "tolerar", pañuelo en la nariz, los nefastos crímenes que su aventajado leviatán comete contra el pueblo palestino.
Pero malas noticias para los malos, los colonos-opresores. El milenario pueblo palestino es un pueblo guerrero, orgulloso, almamente resistente a todas las adversidades y calamidades. Tienen razón en tenerle miedo. Este es un pueblo que ha resistido intacto al apocalipsis. Por más intentos de aniquilación que han padecido, siempre se han levantado y han hecho prevalecer su verdad histórica. Por eso, siempre vuelven terca e imperecederamente, todos los días, señalando el camino hacia el hogar, el olor y el sabor de la patria. Viven exigiendo justicia ante todas las inequidades sufridas: han sido vilmente despojados de sus tierras; se les ha negado la constitución de su patria; y han vivido por décadas bajo la agresión y opresión del colono.
El colono-opresor le tiene miedo a la mirada de los niños palestinos, porque sabe que allí hay vida, porque sabe que esta vida es la negación y derrota de sus planes de exterminio, de sembrar la muerte. En la mirada de los niños palestinos está el futuro de su pueblo, una esperanza de vida, de paz y tranquilidad sobre su propia tierra, en su propio hogar.
El colono-opresor siempre vivirá con miedo, porque ha tomado lo que no es suyo, lo que no le pertenece.
Palestina resiste, Palestina vencerá