Latinoamérica, se ha plagado de pobreza porque los economistas han desconfiado de las teorías que nos hablan de la División del Trabajo. Otro mal, fueron y son los militares les gusta vivir de la economía informal y se dedican a desarrollarla colocando en las vías públicas, buhoneros que desafían La Constitución y quebrantan los acertijos de los gobiernos de facto. La verdadera raíz de la propiedad y riqueza es el trabajo comunitario y que esos trabajadores en el transcurrir del tiempo se especialicen para intercambiar las herramientas de uso.
Es decir, la especialización de una gran masa de gente que trabaja para hacer que sus activos produzcan una plusvalía. Así, lo entendió Mao Zedong en China y que Ernesto Guevara de La Serna quería aplicar esa metodología en Suramérica.
El sistema de cultivos, jamás podrá ser marginal y, tanto Europa, Estados Unidos de Norteamérica y Japón avanzaron en la integración de leyes que dinamizaron esa informalidad en algo legal. Es la única manera que las minorías funcionen y evitar que la economía negra se aplique, como sucede en Venezuela.
La única vía a la prosperidad es el trabajo en conjunto a la par de la inversión.
La solución para estos problemas no es qué, hacemos para los más pobres y cómo les damos más recursos, sino cómo hacemos para que los pobres puedan funcionar en el sistema económico y participar de él
De verdad es que hay que hacer varias cosas. Una de las estrategias para introducirlos es hacer que sus activos puedan entrar al mercado. Mercados ha habido siempre: cuando Jesucristo echó a los mercaderes del templo era porque lo habían convertido en un mercado. La diferencia entre los mercados de hace dos mil años y los actuales es que estos últimos son esencialmente mercados de derechos de propiedad.
Si uno va a la Bolsa de Valores de Buenos Aires, Chicago Commodities, Exchange y Caracas, no intercambia chanchitos o vaquitas, sino títulos de propiedad sobre todos ellos. No hay otra forma de leerlos que no sea en títulos de propiedad, llámense éstos acciones, bonos o hipotecas.
Lo que ocurre en nuestros países es que la mayor parte de la gente que hoy en día ha acumulado una gran cantidad de la propiedad en activos, no los tienen representados en forma tal que puedan entrar en un mercado moderno. Eso es lo que nosotros llamamos sector informal y, aunque parezca un viejo tema, ése es el sector que prima en toda América Latina, en Europa oriental, en Asia y en África.
Y, precisamente es con estos países que tenemos compromisos comerciales, nos encontramos auto fracasados.
Tenemos que ir a una sociedad productiva, con verdaderas reglas de juego a mano. Quitarnos de una vez por todas, la acción del bachaquero y los colectivos que lo apadrinan.
La existencia de desacuerdos es característica propia de todas las sociedades abiertas, mucho más las contemporáneas, y está bien que así sea. El tener opiniones distintas es una consecuencia normal de nuestras naturales diferencias. Tenemos distintas concepciones de vida y diversidad de pensamientos respecto a problemas comunes. El punto aquí es cómo resolvemos esos desacuerdos cuando se refieren a nuestra vida en común.
Es cuando entra a tallar en el asunto la política, ya que es a través de ella que se encontrarán los métodos a aplicar para resolver esos conflictos. Y éste es el punto que queremos traer a la consideración del público lector. Esas diferencias ¿las solucionamos pacíficamente o recurriendo a alguna manifestación de la fuerza o la violencia?
Es casi una obviedad decir que si tomamos el primer camino nuestro método será democrático; en cambio, el otro será autoritario o dictatorial. El método democrático indica que somos nosotros, los ciudadanos, los que debemos, por medio de nuestros representantes, debatir con razones y argumentos las soluciones y -en caso de no poder llegar a un acuerdo- se recurra a votar y en función de lo decido imponer la decisión de la mayoría.
El método autoritario conlleva el recurso de la fuerza por sobre el debate y la argumentación, y no resolver los conflictos mediante una votación sino por medio del poder y la fuerza, aunque ello no represente a las mayorías.
En nuestro país, pese a que ya llevamos más de tres décadas ininterrumpidas de constitucionalidad, el "prepo" y las medidas de "acción directa" siguen vigente. Expresiones como "copar la parada", "ganar la calle", o el "acá no pasa nadie", si hacen tal cosa "va a haber quilombo" siguen tristemente vigentes. Trabaje en un liceo nocturno de Misiones en una populosa urbanización y toda la acera del liceo, donde estudie el nivel secundario estaba copado de vendedores colombianos y cada pedazo de área lo alquilaban por diez mil bolívares, me refiero al año 2010- 2011.
Un verdadero abuso y en Venezuela, no se respetan las aceras, algunas veces me da dolor en Buenos Aires-Argentina- cuando la gendarmería detiene a vendedores informales en las aceras de la ciudad, pero esto es ilegal, me refiero el de tomar las aceras, la Municipalidad debe asumir sus responsabilidades y asumir el apego a la ley.
La razonabilidad de los argumentos es reemplazada por el número de personas en el medio de una calle o por la capacidad de fuerza en la vía pública para hacer lo que venga en gana como único "argumento valedero" para imponer una idea.
Cuando se tiene que poner por escrito lo obvio en una norma es porque la cosa ha venido "fulera" antes. Allá en Europa, siempre tuvieron en claro en que la tumba de la democracia empieza con la acción de los violentos en las calles. Pasó en Rusia primero y en Alemania, luego. Durante el siglo XX, la conquista violenta de las calles fue el método político preferidos de los totalitarismos. ¿Quiere el lector pruebas?: "Pero la calle, no hay nada que hacer, es la característica de la política moderna. El que puede conquistar la calle, también puede conquistar las masas, y el que conquista las masas, conquista con ello el Estado. A la larga, al hombre del pueblo sólo le infunde respeto el despliegue de fuerza y disciplina. Una idea justa, defendida con medios adecuados e impuesta con la necesaria energía, a la larga siempre ganará a las grandes masas". El autor de esas palabras no es otro que el ministro de propaganda de la Alemania nazi, Paul Joseph Goebbels, dicha en el tiempo cuando se disputaban los espacios de poder con los bolcheviques (otro grupo autoritario) en las calles de Alemania, previo a la ascensión de Hitler al poder.
En definitiva, si queremos tener una democracia robusta tenemos que asumir que la forma de conseguirlo es debatiendo y aceptando el resultado de las votaciones, aunque nos sea adverso. También se debe aceptar que la calle es de todos y el derecho de manifestarse no implica complicarle la vida al prójimo, ni imponer por la fuerza una suerte de "zona liberada", donde todo es impune al efecto de imponer al otro una idea.
Pero, nunca se puede permitir que los informales coloquen sus estancos de venta de verduras, gaseosas o comestibles a plena acera o calle, deben construirse pequeños mercados que favorezcan al peatón y a la ama de casa. El Estado necesita cobrar sus impuestos para pagar a sus beneficiarios.
En Venezuela, la mayoría de los vendedores ambulantes no le cancelan al fisco municipal y nacional, aunado a la tarifa de luz y el agua.
Desean, estarse en un territorio de gratis.
De ese modo, no vamos a ninguna parte. Salvo, claro está, al declive de una sociedad que aspira a ser cada vez más democrática y no a la inversa.
Mucho más cuando esta cuestión es zarandeada por un conjunto de colectivos sociales que intentan construir una agenda distinta de la de los gobiernos para reducir la brecha existente entre los países desarrollados y aquellos que, apremiados por acuciantes necesidades o prepotencias imperiales, ceden privilegios y excepciones injustas en favor de los poderosos.