Hace días el Presidente Santos formalizó el ingreso de Colombia a la
OTAN como primer “socio global” de la región. Esta organización
político-militar, surgida en el contexto de la guerra fría y la
geopolítica bipolar, la conforman países europeos, Canadá y EEUU.
Después del colapso de la URSS inició su reconversión para adecuarse
al nuevo escenario geopolítico hegemonizado por Washington. Dejó de
tener un carácter regional-defensivo para asumir un carácter
global-ofensivo, en sintonía con la estrategia de dominación
planetaria del imperio estadounidense. Ser estado parte de esa
organización, supone su subordinación al comando estratégico
operacional de una fuerza militar colonialista extraterritorial y
adherirse a sus planes de guerra e intervenciones extranjeras
“humanitarias”.
La OTAN es una organización belicista, impulsora de la carrera
armamentista. Dice representar la “comunidad internacional” como el
“gendarme necesario”, para derrocar gobiernos e invadir países, con la
falsa bandera de la paz, la democracia y los derechos humanos,
masacrando pueblos y provocando el desplazamiento de cientos de miles
de personas, como ha ocurrido en Irak, Libia y Siria. Actúan al
margen del derecho internacional, violando una regla de oro de la
Carta de Naciones Unidas, que es el derecho a la autoderminación y el
respeto a la soberanía de los pueblos. Su verdadero propósito es
imponer la dictadura global del capital, para controlar los
reservorios de agua, energía y materias primas existentes en los
llamados países periféricos y esclavisar a sus pueblos, desbastando la
madre tierra.
No se puede estar en el Consejo de Seguridad y Defensa Suramericano y
en la OTAN a la vez, porque el primero se propone preservar la región
como zona de paz y libre de armas nucleares, procurando la defensa de
la soberanía e independencia de los estados miembros y la segunda,
quiere vaciar a los Estados-Nación para someterlos a sus intereses.
Finalmente la oligarquía colombiana logró hacer de Colombia la
plataforma militar de la OTAN en Suramérica, hiriendo gravemente a la
UNASUR y la CELAC. De entrada, dispone de 7 bases de EEUU listas para
activar la “intervención humanitaria” a Venezuela prometida por Trump,
cuando vivimos uno de los peores momentos de nuestra historia, víctima
de los dislates de un gobierno que en la práctica la está facilitando.