El término izquierda es confuso, a ella pertenecen desde cierta estirpe de socialdemócratas hasta revolucionarios. No es azar la confusión de los términos, es parte de la batalla entre Revolución y contrarrevolución; se trata de evitar la precisión de los campos en pugna, de mimetizar a los defensores del capitalismo, de crearle diferentes líneas de defensa.
La artimaña le ha dado excelentes resultados al capitalismo, existen muchos países atrapados en el ciclo de gobiernos de izquierda que dan paso a gobiernos de derecha; esa sucesión de gobiernos de diferentes signos, pero siempre dentro del sistema capitalista, lo protege de posibilidades socialistas. Cuando toca el turno a gobiernos llamados de izquierda se implementan una serie de medidas clientelares, populistas, siempre en armonía con los intereses capitalistas. Cuando es el turno del gobierno de derecha éste deroga las medidas clientelares, populistas, y comienza la lucha por instaurar un gobierno de izquierda. Cuando éste llega, el regocijo de los humildes es grande, se sienten, en su candidez, representados, y el regocijo de los capitalistas es mayor, tienen certeza de ser representados. Los ejemplos son muchos: lula-temer, cristina-macri, santos-petro, zelaya-lobo. Es algo así como el policía malo y el policía bueno; podríamos decir, el capitalista malo y el capitalista bueno, dos caimanes del mismo charco.
En los últimos años se ha presentado una variante en este ciclo, son gobiernos que simulan ser Revolucionarios, concretamente en Nicaragua Ortega y en Venezuela maduro. De esta manera dan nuevos aires al ciclo, ya no es izquierda contra derecha, sino revolución, o mejor falsa revolución, y derecha, el ciclo toma un aroma romántico. Estos herederos de Revoluciones auténticas devinieron en gobiernos de derecha. El problema está en que no respetan las vueltas del ciclo, intentan perpetuidad.
Esta situación confunde a los políticos y teóricos de la izquierda tradicional, aquellos que no aspiran a Revoluciones, sino a una suerte de convivencia conformándose con buscar el menos malo. En este marco analizamos la polémica entre Manuel Cabieses, director de la Revista Punto Final de Chile, dirigente del MIR chileno, el de Miguel Enríquez, y Atilio Boron, intelectual de izquierda argentino, en relación a las protestas en Nicaragua.
Manuel Cabieses (https://www.aporrea.org/internacionales/a266539.html) califica al gobierno de Ortega de dictadura, dice: "el heroico pueblo de Nicaragua, que en 1979 derrocó a la tiranía de los Somoza, necesita aliento en su lucha contra la dictadura corrupta y grotesca de Daniel Ortega". El artículo de Cabieses merece lectura detenida, es una posición que rompe con el ciclo del mal menor.
Boron (https://www.aporrea.org/internacionales/a266499.html), desde el Foro de San Pablo, responde levantando la tesis de que el menos malo es Ortega y se debe apoyar para que no arriben los gringos. Reconoce que "Ortega cometió un gravísimo error al sellar pactos tácticos con enemigos históricos del FSLN…", pero afirma como radicalmente incorrecta la conclusión de Cabieses de pedir la destitución del presidente nicaragüense. Basa su tesis en que saliendo Ortega vendrían los gringos con todas sus calamidades.
Allí está el cuadro completo, con todos sus colores. La izquierda no sabe, no puede, resolver las contradicciones hacia el Socialismo, está atrapada en el ciclo. No se les ocurre que saliendo del gobierno capitalista de izquierda el destino ineludible no es un gobierno gringo, una dictadura, puede ser el Socialismo y ese debe ser el fin de la lucha.
Cómo le hace falta Lenin y Chávez a esta izquierda permitida y adaptada.